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Algo más que soberanía

4 de febrero de 2019

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Para este mes de febrero está programada una nueva reunión entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y el primer ministro japonés, Shintaro Abe, con el fin de discutir cuestiones concernientes a las islas Kuriles, que Rusia conquistó al final de la Segunda Guerra Mundial, tal como reconoce la Declaración de San Francisco en 1945.
Abe pretende que Rusia devuelva las principales cuatro islas de un archipiélago de unas 50, que tuvo una población autóctona denominada ainu, que fue bastante despreciada y expulsada del lugar por autoridades de la prefectura nipona de Hokkaido.
Putin dijo que queda “trabajo minucioso para alcanzar soluciones aceptables para ambas partes”.
Putin y Abe habían acordado basarse en la declaración de 1956 entre la URSS y Japón, “que estipula antes que nada un acuerdo de paz”, dijo el líder ruso. Dicha declaración proponía entregar a Japón dos de las islas más pequeñas, tras firmar el acuerdo de paz, pero Tokio reclamó entonces las dos mayores (Iturup y Kunashir), basándose en un tratado de 1855. Así que todo se fue al traste.
La disputa territorial ha impedido en 70 años firmar un acuerdo de paz tras la Segunda Guerra Mundial.
El deseo de apaciguar los ánimos de Putin lo llevó a mantener el dialogo, lo cual fue aprovechado por Abe para hablar de la posibilidad de la devolución de las islas, cuestión aprovechada por elementos nacionalistas de Rusia para exacerbar los ánimos contra el mandatario ruso.
Empero, la posición oficial rusa se subrayó con la afirmación de que no lesionaría la soberana del país, que las Kuriles seguirían siendo rusas y lo que pretende Moscú es entablar un diálogo sereno con Japón.
Hace algún tiempo un presidente de la entonces Unión Soviética indicó la posibilidad de la devolución de dos delas islas, pero dio marcha atrás, cuando Estados Unidos comenzó a instalar bases militares en Japón para soliviantar el ánimo contra la República Popular Democrática de Corea, China y Rusia.
Las autoridades niponas acogieronentusiasmadas la actitud agresiva norteamericana, atizando el odioancestral contra esas naciones y teniendo poca memoria del innecesario e injustificado genocidio atómico estadounidense contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, ya cuando Japón estaba virtualmente vencido.
Aunque Abe aseguró que si lograba la devolución de las cuatro islas no permitiría la instalación de bases militares estadounidenses, esto, por supuesto, no es de fiar, y una acción en ese sentido elevaría considerablemente el peligro de guerra nuclear.
Existe una hipermillonaria propaganda acerca de la cuestión, ensalzando la figura del premier, quien no dudo tenga buenas intenciones para mejorar la vida de su pueblo, pero que sigue al pie de la letra el dictado del Imperio en política exterior, con el fin de lograr una mayor potencia de sus fuerzas armadas, eufemísticamente denominadas de autodefensa.

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