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Al encuentro con los mayas

8 de noviembre de 2016

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Selva adentro, en el estado de Campeche, México, tengo la oportunidad única de respirar aire puro y viajar al encuentro con el mundo maya, esa cultura que ha dejado sus huellas, aun presentes en descendientes y formas de vida, lenguaje y otros componentes.

El lugar al que amigos de la Universidad Autónoma de Ciudad del Carmen me llevan, se llama Edzná.

Fue la ciudad precolombina más importante del occidente de Campeche, reza en una placa a la entrada de una monumental obra fundada alrededor del año 600 antes de Cristo y ocupada hasta el siglo XV.

Entre los años 600 y 900 de nuestra era debieron haber vivido en ella decenas de miles de personas, según se recoge en la reseña histórica.

Se advierte que la palabra Edzná es una posible derivación de Itzná, vocablo maya que significa casa de los itzaes, apellido precolombino de la familia que debió gobernar allí entre los años 800 y 1000 de nuestra era.

La aldea fue descubierta en 1907 y comenzó a conocerse en 1928. Los trabajos de excavación comenzaron en 1958.

Construcciones de enormes piedras levantadas en forma de pirámides y otras edificaciones, la mayoría de ellas en perfecto estado de conservación, fueron construidas alrededor de un extenso campo donde los mayas practicaban algunos deportes.

El asiento del conjunto arquitectónico localizado en este lugar tiene una base de 160 metros por lado y una altura promedio de 8 metros sobre el nivel de la plaza ubicada en el centro.

Durante los juegos de pelota se escenificaban rituales de origen mítico en honor a los dioses.

De acuerdo con las investigaciones históricas, los mayas construyeron pueblos, obras hidráulicas y alcanzaron un gran dominio de la matemática.

En el recorrido histórico por esta cultura tan avanzada para su época, vale destacar que nunca fueron extinguidos, sino que abandonaron muchas ciudades construidas por ellos y se fueron adentrando en otros territorios en los que también pusieron en práctica su modo de vida y desarrollo constructivo.

A partir del Siglo XVI, con la fusión de mayas y europeos, se extendieron los primeros por zonas del sureste de México, Guatemala, Belice y otros países centroamericanos como Honduras y El Salvador.

Hoy, descendientes mayas habitan por distintas partes de esta extensa geografía, en la mayoría de los casos conservando su lengua, sus atuendos y sus costumbres ancestrales, mientras la gran obra levantada por ellos, como ocurre en las emblemáticas edificaciones de Edzná, constituyen patrimonio no solo de México, sino de la humanidad toda, que tiene en los mayas un ejemplo de civilización.

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