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Aislamiento y torturas carcelarios

26 de junio de 2020

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La cárcel de Pelican Bay, en el estado norteamericano de California, ha vuelto a salir a la luz por las protestas de miles de sus moradores –en su mayoría negros- por el abandono de las autoridades ante la pandemia del nuevo coronavirus, además de las condiciones de hacinamiento en que se encuentran, al estilo de las brasileñas, que es mucho decir.

Pero sea o no exactamente así, lo cierto es que abundan los cubículos de castigo, donde el penado es sometido a un largo proceso, sin contacto con otros reclusos ni interacción con los guardas, la cual, cuando se produce, no es para nada bueno.

Se les permite ejercitar 90 minutos al día, en el interior de una habitación de hormigón a través del cual se ve un trozo de cielo visible a 20 metros de altura.

De acuerdo con funcionarios estatales, la estancia media en régimen de aislamiento es entre 6 y 8 años.

En el último año, los defensores de los presos han pedido a las Naciones Unidas investigar la segregación de internos de alta seguridad en California.

Los presos están en huelga de hambre por todo el estado, exigen acceso a elementos mínimos como calendarios de pared (para evitar la locura de no saber el tiempo ni el día que viven) y pelotas de ejercicio.

La tasa de suicidios es uno de los mayores de la Unión, e incluso los presos que salen de aislamiento sin matarse terminan “dañados psicológicamente por la experiencia, expresa en un detallado informe Amnistía Internacional

Mientras que los penados aislados representan alrededor del 2% de la población reclusa total, representaron el 42% de los suicidios en los últimos años, según los informes del Departamento de Corrección y Rehabilitación.

 

RACISMO Y DESIGUALDAD

 

Cuando el entonces candidato presidencial republicano, Donald Trump, acusó en el 2016 a Barack Obama de haber dividido el país, solo ocultaba que el sistema imperante, desde el nacimiento de la nación, ya tenía en sus entrañas los gérmenes que desarrollaría incesantemente el racismo y la desigualdad, un menjurje que se “enriquece” con las armas y la violencia policial.

Por eso no es de extrañar esta situación de aislamiento y torturas en las cárceles norteamericanas, principalmente contra los negros, La brutalidad en las acciones de quienes debían considerarse agentes del orden y de la protección contra lo ilegal -todo muy alejado de la realidad- toma inusitado relieve con el accionar impune de policías que matan a diestra y siniestra, no importa que la víctima esté desarmada o en condiciones incapaces de respuesta, independientemente de la culpabilidad.

El cóctel de policía blanco y víctima negra se ha hecho tan usual que, aunque se trate de ocultar cifras al efecto se sabe que por lo menos de tres a cuatro personas, generalmente afroamericanas, perecen a manos de los gendarmes, sin contar las violentas respuestas de estos a quienes presencian y tratan de protestar por los evidentes abusos.

Durante la presidencia de Barack Obama la desigualdad racial sede ha profundizado, la violenciapolicial no tiene límites, la desigualdad social adquiere amplitud insospechada y la proliferación de armas se ha disparado, bajo la consigna de es mejor tenerla y no usarla, que necesitarla y no tenerla.

A ello hay que agregar que la policía no es la única ni la principal culpable por los crímenes cometidos por su mano, porque la venta de armas es permitida, bajo el alegato de una enmienda constitucional a todas vistas obsoleta, y la desigualdad social, además de la discriminación racial, todo lo cual hace crecer a límites insospechados el número de pobres e indigentes, en tanto se hace común el aceptar sin sonrojo el poder omnímodo del 1% de los privilegiados sobre el 99% de los llamados perdedores.

Con Donald Trump esta situación se ha agudizado por un presidente que trata de reelegirse por todos los medios, utilizando a grupos supremacistas blancos que implantan el miedo entre sus oponentes.

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