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Agenda para el desarme nuclear

23 de septiembre de 2013

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El accidente de la planta nuclear de Fukuyima, Japón, puso de manifiesto los peligros de esa tecnología, incluso cuando se usa para fines pacíficos.
La tragedia de Chernobil y otras asociadas al uso de la energía atómica apuntan además a un peligro mucho mayor: las miles de ojivas nucleares que detentan un puñado de potencias en el planeta.
Bastaría el uso de una ínfima parte de esos armamentos para provocar en la Tierra el llamado invierno nuclear, que ahora imposible la vida humana y del resto de las especies.
Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki fueron apenas un adelanto de tales amenazas.
Por eso reviste tanta importancia la reunión que el 26 de septiembre tendrá lugar durante el Segmento de Alto Nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Se trata de una cita convocada por Cuba y a nombre del Movimiento de Países No Alineados para tratar un asunto que tiene que ver con la sobrevivencia.
El escenario no podría ser mejor, ante la presencia de numerosos jefes de Estado y de Gobierno que se darán cita en la sede neoyorquina de la ONU.
Más cuando se trata de la Asamblea General, donde están representados todos los países que integran el organismo mundial. La mayoría de estas naciones no poseen armas de exterminio y, por el contrario, no pocas de ellas podrían estar en el colimador de las potencias que las poseen.
Hay todo un doble rasero sobre el tema. Mientras Israel posee un arsenal oculto que pende como espada de Damocles sobre sus vecinos, a Irán se le sanciona por su programa para utilizar la energía nuclear a favor del desarrollo socio-económico.
Por ello es importante que la discusión sobre el desarme nuclear no sea rehén de los países que integran de forma permanente el Consejo de Seguridad, donde están sentadas las principales potencias atómicas del planeta.
Esos países alegan que sus arsenales son la garantía de la paz, por cuanto el peligro que entrañan inhibe al contrario a usarlas. Es todo un pretexto que sirve para alentar la carrera armamentista que consume valiosos recursos.
Resulta descabellado que se utilicen más fondos para gastos militares que para financiar programas de desarrollo. Esas erogaciones crecieron durante los últimos 10 años en más del 49 por ciento.
En proporción totalmente inversa fluyeron los recursos que los países más ricos dedicaron para cumplir sus compromisos internacionales con el Tercer Mundo
Los jefes de Estado que pronto concurrirán a la sede de la ONU tendrán ante sí la responsabilidad de comprometerse con la deseada y necesaria eliminación total y la prohibición de los armamentos nucleares.
Entre los compromisos del Milenio está ese propósito, cuando quedan por cumplir a nivel global Objetivos del Milenio referidos al hambre, analfabetismo, insalubridad y la pobreza.
El desarme nuclear precisa de un compromiso para establecer un calendario para la reducción gradual de esas armas. También debe ser acompañado de negociaciones para la adopción de una convención internacional para la prohibición de esos dispositivos de muerte.
También para la proscripción de las pruebas nucleares. Solo hasta el año 1998 se habían realizado 2 mil 052 de esos experimentos, con graves implicaciones ambientales.
Lo propio con las pruebas en seres humanos, de las que Estados Unidos realizó con enfermos terminales, presos y militares.
Una guerra nuclear a escala global podría ser incluso provocada por terroristas y otros actores que ahora se encuentran en el mercado ilegal de armas.
Una conflagración de esa naturaleza provocaría de inmediato la muerte de millones de personas.
La onda expansiva, las radiaciones térmicas e ionizantes y el invierno nuclear que le seguiría harán imposible atender a eventuales sobrevivientes. Por esto, y más, la cita en Nueva York pondrá a prueba la voluntad política de los líderes mundiales, como también la capacidad de la raza humana de preservar su futuro.

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