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África se defiende

16 de febrero de 2022

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La recién concluida 35ª Cumbre de la Unión Africana, celebrada en su sede de Addis Abeba, Etiopía, con la asistencia de los 54 países africanos que la integran tuvo lugar en momentos particularmente convulsos y preocupantes para el continente, que enfrenta un cúmulo de situaciones precarias de diverso tipo demandando urgente y coordinada solución o, al menos, que vislumbren el inicio de un camino más promisorio y esclarecedor.

Al emerger a la independencia política, la mayor parte de ellos en la década de los 60, las ex colonias africanas heredaron el horrible legado del colonialismo impuesto por las metrópolis europeas con su secuela de miseria, hambre, enfermedades, ignorancia y analfabetismo: una enorme deuda social sin los recursos para poder remontarla y poder dar un mínimo de vida digna a sus pobladores.

No otra cosa podía suceder al cabo de siglos de brutal opresión, explotación y saqueo, desastre y muerte. Los veteranos y más prestigiosos líderes africanos, los que encabezaron aquellas luchas gloriosas por la independencia, encontraron ese terrible panorama y no escatimaron esfuerzos por lograr el desarrollo económico urgente, la elevación del nivel de vida unido a posiciones políticas consecuentes que los llevaran por senderos de paz y cooperación. En aquellos momentos contaron con la colaboración valiosa de la URSS, China Popular y otros países socialistas, en mayor o menor medida.

Sin embargo, con el paso de los años se demostró que todo ello no era suficiente ante la marcada inestabilidad política estimulada por el imperialismo norteamericano y las viejas potencias coloniales que alentaban de manera descarada el retorno y la revancha, para lo cual usaron como instrumento a los cantos de sirena del capitalismo neoliberal, al pluripartidismo, a la corrupción y el traslado a África de los mismos vicios y los mismos males del colonialismo, intencionadamente disfrazados.

Algunos males vienen de antaño, como los conflictos étnicos, pero otros son más recientes como la violencia fundamentalista y terrorista que encubre a grupos y bandas armadas criminales y representan a los peores intereses, a las que el neocolonialismo no es ajeno. Añadámosle el insaciable saqueo de los valiosos recursos naturales por parte de las transnacionales y la forma en que todo ello se traduce en inestabilidad política y militar, en el origen de los sucesivos golpes de Estado -cinco consecutivos- que al menos hasta ahora no han dado solución a ninguno de los males que según afirman, los provocaron.

Unido a la difícil situación engendrada por la Pandemia COVID-19 y la falta de vacunas largamente prometidas y nunca recibidas, este fue el terrible cuadro enfrentado por la 35ª Cumbre de la UA, a los que debe dar seguimiento el presidente senegalés Macky Sall, elegido como presidente de la organización para el próximo período.

Mientras tanto, mientras África se defiende, trata de salir adelante y desenredar el complicado entramado con el esfuerzo propio y la ayuda y colaboración de sinceros amigos, el imperialismo y el neocolonialismo baten palmas y trata de aprovecharse de acontecimientos que excluyan al continente del escenario mundial facilitando su labor de desunión, explotación y saqueo. Como en los viejos tiempos.

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