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África en la balanza occidental

16 de septiembre de 2014

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El tema del ébola, la letal enfermedad que afecta a tres países africanos, nos obliga a adentrarnos en un continente que sufre, cuya historia se conoce más por el hambre y las enfermedades de sus habitantes que por la ínfima inversión que allí han hecho las metrópolis coloniales que la han explotado durante siglos.
Mientras esas mismas potencias económicas limitan, demoran y hasta condicionan su ayuda para enfrentar la enfermedad, aun están frescas las heridas abiertas en naciones africanas que en fecha tan reciente como el pasado año vivieron por la presencia de miles de militares franceses y sufrieron de bombardeos de la aviación gala para reprimir a los grupos enfrentados por sus diferencias étnicas.
En el Siglo XIX, la Francia imperial llegó a crear una llamada África Occidental Francesa compuesta por ocho territorios de la región: Mauritania, Senegal, Sudán Francés (ahora Malí), Guinea, Costa de Marfil, Níger, Burkina Faso y Benín.
La historia recoge que el área total bajo dominación gala era de 4 689 000 kilómetros cuadrados, la que, inicialmente tenía 10 millones de habitantes y cuando dejaron de ser colonias la cifra supera los 25 millones.
Tras alcanzada la independencia de casi todas las naciones africanas en la década del 60 del Siglo XX, las metrópolis imperiales nunca han olvidado que esas tierras son vastas en minerales valiosos casi en su totalidad explotados por transnacionales europeas y norteamericanas y que un gran mal contribuye a la paupérrima situación social de sus habitantes: la división étnica exacerbada por gobiernos y fuerzas foráneas.
En ese contexto, vale recordar que el año pasado cientos de soldados franceses irrumpieron en Malí, no para construir viviendas u hospitales, curar enfermedades o mitigar el hambre; sino para masacrar a los grupos insubordinados, llamados rebeldes desde los centros de poder occidental.
El mandatario francés, Francois Hollande, movió a los militares galos y en consultas con sus homólogos norteamericano e inglés, arremetió contra los insubordinados malienses.
No interesó para nada que Mali aparezca en la lista de los estados más pobres del mundo, con un ingreso per cápita por habitante 60 veces inferior al europeo y con más de la mitad de su población por debajo del umbral de la pobreza.
Sin embargo, mucho interesó al mandatario francés y a sus colegas, tener el control del oro, el coltán y otros minerales de las ex colonias.
Otro territorio donde la nostalgia de la metrópoli francesa hace al actual mandatario usar la fuerza como forma de garantía de sus intereses, es Níger, país más pobre aún, con un ingreso por habitante 100 veces menor al de Europa, y donde la transnacional francesa Areva, es dueña del uranio que hace a esa nación la mayor productora a nivel mundial.
También en Chad, país cuyos ricos yacimientos de petróleo son explotados por la compañía estadounidense Exxon Mobil; la presencia occidental lejos de contribuir a mitigar hambre y mejorar salud, lo que provoca es más dependencia externa.
Las más recientes operaciones militares francesas, ya sea como parte de la OTAN contra Libia en el 2011; o independiente como las emprendidas en Costa de Marfil en 2011; en Malí, en enero del 2013; y en la República Centroafricana en diciembre del 2013, son exponentes claros de una política cada vez más presente en la actual administración de París.
No resulta extraño que ahora el presidente Holande haya viajado de urgencia a Irak para asegurar al gobierno de Bagdad que Francia está lista para enviar aviones de guerra y fuerzas militares para combatir al llamado Estado Islámico de Irak; cumpliendo así el deseo del mandatario norteamericano Barack Obama al lanzar lo que llamó “su nueva estrategia” y que va directamente dirigida contra Siria.
Todavía el gobierno francés no ha tenido tiempo para responder al reclamo internacional para acabar con el ébola en África. Prioridades son prioridades; y la balanza del mandatario galo se inclina por poner en primer lugar el poder servir completamente a los designios de Estados Unidos.
El ébola que espere…

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