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Afganistán: no hay aún nada seguro

3 de marzo de 2020

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Cuando todo hacía suponer el éxito de los acuerdos suscritos en Qatar por parte del gobierno imperialista de Estados Unidos que hoy encabeza Donald Trump con el Emirato Islámico de Afganistán (nombre oficial utilizado por los talibanes) ha surgido una imprevista dificultad que pudiera hacer naufragar el entendimiento entre las partes suscribientes pues –como algunos ya anunciaban– el gobierno afgano actual, aunque tambaleante y en precario, insiste en mantener una influencia siquiera mínima en el desarrollo y cumplimiento de tales acuerdos, en cuya firma no participó.

El primer obstáculo que recién aparece concierne a la liberación de los cinco mil prisioneros talibanes que mantiene encarcelados el gobierno afgano y que los negociadores yanquis se comprometieron a liberar, a cambio de que los talibanes hicieran lo mismo con los mil prisioneros de las fuerzas gubernamentales que tienen en su poder.

En un repentino arranque de soberanía que no deja de sorprender, el actual gobierno afgano alega que con ellos no se contó para semejante transacción y, por tanto, ellos no están obligados a cumplir ningún acuerdo en que no hayan participado.

Para Trump sería un durísimo tropiezo tener que volver atrás y ver frustrados por el momento sus aires pacificadores, que pretende utilizar como un elemento a su favor dentro de la campaña por la reelección presidencial.

El hecho cierto es que Estados Unidos, tras casi 20 años de guerra infructuosa e injusta –impuesta al pueblo afgano por el régimen de Bush hijo como supuesto culpable de los aún inaclarados atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra las torres gemelas de Nueva York y otros objetivos– tiene que salir con el rabo entre las piernas y abandonar derrotado el territorio afgano, que pretendió ocupar durante la guerra de agresión más larga librada por los yanquis en el exterior.

El inquilino de la Casa Blanca trata ahora de mostrarse como un heraldo de la paz y ocultar el bochornoso revés; trata así de ganar puntos para la reelección presidencial y ello lo obliga a emplearse a fondo para evitar un eventual fracaso de los acuerdos.

Tal es el interés de Trump que hasta la cabeza de su ex asesor de seguridad nacional y actual adversario John Bolton rodó por los suelos al oponerse abiertamente a la negociación con los talibanes, traicionando así la confianza y la estimación que el Presidente aparentemente le deparaba.

No hay nada seguro en Afganistán y Trump está apurado por aparecer como cumplidor de una de sus promesas electorales de 2016.

El presidente afgano Ashraf Ghani ha jugado fuerte pero tendrá que atenerse a las consecuencias. Una nada sorprendente alianza entre Trump y los talibanes pudiera hacerlo saltar del sillón presidencial.

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