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Advertencia real

14 de noviembre de 2016

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La guerra en Siria está delineando el panorama político y militar internacional.

Dos posiciones, totalmente opuestas, inclinan la balanza a uno y otro lado. Estados Unidos, con su caracterizado doble discurso, dice combatir el terrorismo y lo que hace es financiarlo y armarlo, además de bombardear territorios sirios donde operan esos grupos terroristas, pero las bombas lanzadas desde la aviación del Pentágono, caen sobre poblaciones civiles.

Rusia, que se siente desafiada con la prepotencia norteamericana, ha dado pasos valientes y seguros en pro de acabar con los grupos terroristas y no abandonar a su aliado sirio a la suerte de Occidente.

La situación se tensa por momentos y la cifra de muertos debido a la guerra ya llega a las 300 000 personas.

¿Qué hacer entonces?

Los rusos, con un poderío militar muy fuerte, mueven sus fichas en las aguas cercanas a Siria, y este sábado anunciaron la llegada allí del portaaviones Almirante Kuznetsov, con aviones y helicópteros a bordo.

“Los barcos del grupo del portaviones ruso llegaron a la zona señalada (…) en el este del Mediterráneo. Están cumpliendo sus tareas de forma conjunta, navegando en las aguas al oeste de la costa siria”, declaró el mando ruso al canal de televisión pública Rossia 1, según la agencia Reuters.

El despliegue de este portaaviones, del crucero “Piotr Veliki”, del destructor “Amiral Kulakov” y de buques antisubmarinos permitirá “responder a toda nueva forma de amenaza contemporánea, como la piratería y el terrorismo internacional”, explicó el poder ruso.

Moscú dispone, además, de una base aérea en Hmeimin.

La situación de hoy ha transitado por muchos momentos en los que, incluso, se llegó a pensar que la paz era un tema cercano para la nación árabe.

Las conferencias internacionales celebradas en Ginebra poco aportaron a que se encontrara a través del diálogo, el cese de las hostilidades.

Una cosa se decía en los fríos salones donde se reunían los representantes rusos, norteamericanos, del gobierno sirio y de algunos grupos opositores y otra se escenificaba en ciudades como Alepo y otras, donde el llamado Estado Islámico (EI) practicaba una verdadera cacería humana.

Los compromisos de aquellas reuniones se convirtieron en pretensiones políticas por parte de Washington, que siempre ha querido –y así lo ha hecho– separar al grupo terrorista de Al Nusra, de los también terroristas del EI.

Hoy el mundo observa con estupefacción la forma en que el escenario sirio se ha ido convirtiendo en un punto neurálgico en las relaciones entre Rusia, China, Irán, Estados Unidos, Turquía y algunos países del Golfo.

En aquel país árabe, el conflicto traspasa fronteras y tensa la cuerda de una posible confrontación mayor.

El polvorín del terrorismo ya estremece a la vecina nación iraquí y a la cercana Libia.

En todos los casos el llamado al diálogo y la contención no ha impactado los oídos de quienes desde Occidente, allende los mares, incentivan la guerra y la confrontación como vía de imponer gobiernos y apoderarse de recursos energéticos.

Hoy, la presencia del portaaviones ruso Almirante Kuznetsov, se convierte en una advertencia real para los instigadores de la guerra.

 

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