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Acecha la derecha

1 de junio de 2015

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Por estos días el legislativo brasileño avanza en el implemento de reformas políticas propugnadas por la presidenta Dilma Rousseff, una de las cuales establece la prohibición a empresas de financiar a candidatos o partidos en las elecciones y, aunque ello tiene gran importancia, no es suficiente para detener a quienes han estado saqueando a Brasil durante más de 500 años, y hoy presionan a favor de medidas económicas que pondrán en peligro la importante política social.
Rousseff ha ido cediendo ante las demandas del gran capital que enseñorea todavía en Brasil, el cual pretende una austeridad que significaría el retroceso en las políticas de justicia aplicadas y cumplidas tanto en su primer mandato como en el anterior del Partido del Trabajo, encabezado por Luiz Inácio da Silva, Lula.
Cierto que la situación externa no es favorable: Brasil debe entrar en recesión este año, sufre un estancamiento en la producción y la caída de los precios de importantes productos de exportación, como la soja y el hierro; solo mejora su situación con la estable, pero insuficiente, integración al grupo de países emergentes BRICS, junto a Rusia, China, la India y Sudáfrica.
Recordé en un anterior comentario en “Granma Internacional”, que, en este contexto, el nombramiento del economista liberal Joaquim, Levy como Ministro de Economía se consideraba una mala señal, porque ya había anunciado recortes en los beneficios de pensiones y desempleo para ahorrar anualmente 6 700 millones de dólares anuales, sin que se vislumbrara una carga tributaria mayor a quienes más tienen.
Así, Dilma Rousseff tendrá que enfrentarse a una situación en la que debe escoger por una política que evite el descontento social y le restituya el apoyo popular que tenía, y otra de los entes poderosos que tratan de restaurar la confianza de los mercados, mediante el ajuste fiscal y estímulos para acrecentar la rentabilidad empresarial, en detrimento de la inversión social.
Es decir, frente al estancamiento están adoptando políticas que favorecen al gran capital, pero las cuales no van a acelerar las esperadas inversiones, porque cuando más disminuye el mercado interno menos posibilidades hay para las ganancias ambicionadas por el neoliberalismo.
Recuerda el politólogo James Petras que, con esta situación, los banqueros se sienten satisfechos, pero no así los sectores productivos, lo cual se agrava con el déficit multimillonario de la empresa Petrobras, la principal de la Bolsa en Brasil, debido al deprecio de sus acciones y juicios iniciados por inversionistas que se sienten defraudados por la corrupción de sus jerarcas.
También hay que decir que todo ello conspira contra el amplio plan educativo y de salud que lleva a cabo la mandataria, quien ha enfrentado regularmente multitudinarias manifestaciones que evidencian la necesidad de combatir la corrupción y la impunidad de una manera firme y decidida, demostraciones aprovechadas hasta la saciedad por los mayoritarios y opositores medios masivos de comunicación para denigrarlas.
En anterior comentario en esta página web, alertamos sobre las técnicas de la “guerra psicológica”, dirigidas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y, en este caso, apoyadas por sectores del Departamento de Estado, complementada con la ayuda de la Atlas Economic Research Foundation, de los ultraderechistas hermanos Koch, al Movimiento Brasil Libre y Estudiantes por la Libertad.
Toda una situación de inestabilidad aprovechada por una derecha que acecha para consolidar políticas neoliberales, que conlleva la debilidad a la gestión de una presidenta quem reitero, debe poner en práctica consecuentemente su anunciada politica contra la corrupción y la impunidad, ser proclive a la voz de la calle, con el fin de evitar el sentimiento generalizado de desesperanza, y exigir firmeza a unos aliados partidistas que no acaban de tenerla.

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