ribbon

Acceso a los medicamentos: otro escenario de la inequidad

18 de octubre de 2013

|

La Carta Universal de los Derechos Humanos, refrendada por todos los estados que componen el sistema de Naciones Unidas, reconoce el derecho a la salud como un principio inalienable para todos los seres humanos.

Pero de la letra al hecho hay un gran abismo, que se expresa en múltiples injusticias y desigualdades entre hombres y mujeres discriminados por su condición económica.

Entre ellas la inequidad en el acceso a los medicamentos, un problema global que en opinión del doctor Agustín Lage, director del Centro de Ingeniería Molecular, es un problema global de la que poco se habla y a la que los políticos deberían dedicar más atención.

Así lo expresó durante una conferencia en la I Conferencia de Estudios Estratégicos, que sesionó en el hotel Riviera, de nuestra capital, con la asistencia de académicos y expertos de más de una treintena de países.

Resultó un evento en el que estuvieron representados numerosos centros de estudio, universidades, ministerios y otras instituciones cubanas y de diversas latitudes.

Ante ese auditorio, el científico cubano indicó que datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestran que el 15 por ciento de la población consume el 90 por ciento de los medicamentos.

Subrayó que en los países más pobres los pacientes pagan más por su tratamiento de salud, mientras que en las naciones ricas los ciudadanos reciben más subsidios públicos.

La OMS encontró que los precios de los fármacos son muy altos, la disponibilidad es de apenas el 30 por ciento y los tratamientos son frecuentemente impagables para los pacientes.

Veamos como la pirámide se invierte y expresa la irracionalidad del mundo en que vivimos.

Según Lage, en los países subdesarrollados los medicamentos erogan hasta el 70 por ciento de los gastos de salud. Claro que para muchas de esas naciones, los fármacos tienen que ser importados y escapan a políticas soberanas para el desarrollo de programas sanitarios.

El problema, expresó, no se limita a la inequidad del consumo, sino que se extiende a los medicamentos que se investigan.

La propia OMS en un estudio del año 2008, reconoció que menos del 10 por ciento de los recursos para nuevos medicamentos se dedican a enfrentar enfermedades que causan 90 por ciento de la mortalidad.

Si en los países ricos las principales causas de muerte residen en enfermedades no transmisibles, del otro lado la pobreza cobra víctimas con la malaria, la disentería y otras pandemias que para el llamado Primer Mundo resultan enfermedades del pasado.

Sucede incluso con el SIDA, que tiene una alta sobrevivencia en las naciones más favorecidas, pero que en países africanos afecta a gran parte de la población, condenada a morir.

La conclusión es que los sistemas políticos de los países ricos trabajan bien para impulsar la investigación y financiar la salud, pero solo para sus propios ciudadanos.

También que el mercado funciona bien para dirigir al sector privado hacia la investigación científica y las intervenciones de salud, pero solo para quienes pueden pagar.

El director del Centro de Ingeniería Molecular definió cuatro barreras que separan a las personas de los medicamentos: las políticas de precio, de propiedad intelectual (patentes), las barreras regulatorias y las insuficiencias científico-técnicas.

Basta este ejemplo: el Tercer Mundo, con el 80 por ciento de la población, tiene el 30 por ciento de los científicos y apenas el cuatro por ciento de las patentes.

Resultan evidentes las fallas en los mecanismos de mercado para poner los recursos donde hacen falta.
Incluso en los países de mayor Producto Interno Bruto, la competencia feroz crea barreras que presionan el ciclo de investigación, producción, comercialización y refinanciación de la investigación.

Es lo que se llama el ciclo cerrado, y que en Cuba tiene una experiencia en sentido contrario, con el Polo Científico, que agrupa a más de una veintena de instituciones y a miles de científicos, interconectados en el proceso de investigar, producir, poner los productos en el mercado y volver a financiar el proceso investigativo.

De ello dan fe, no solo en la isla, sino en otras partes del mundo, las vacunas, medicamentos y otros avances que redundan en la salud de los cubanos, pero también de otros pueblos.

Comentarios