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A propósito de las inundaciones

25 de enero de 2016

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Mientras observaba cómo crecían por momentos las inundaciones en el Malecón habanero en estas noches invernales, una motivación periodística me llevó a revisar sitios en Internet donde aparecen los primeros reflejos del cambio climático en este primer mes del año 2016.
De lo más divulgado mediáticamente, las nevadas de fin de semana que tienen afectados a 20 estados norteamericanos y unos 85 millones de personas; mientras decenas de miles de hogares de Nueva Jersey y Virginia han quedado sin electricidad, según reportes de AP.
Se conoció que al menos 13 personas habían muerto debido a las grandes nevadas.
El Servicio Nacional del Clima de Estados Unidos ha dicho que la tormenta (una masa arremolinada de nieve que se ha extendido a lo largo de 6 000 kilómetros) tiene el potencial de ser extremadamente peligrosa.
Las escuelas y las oficinas del gobierno federal cerraron temprano el viernes, igual que el sistema de transporte público. Las aerolíneas también cancelaron más de 7 000 vuelos el viernes y el sábado, refirieron las agencias de prensa.
En otro extremo de la situación climática, los reportes de estos mismos días de mediados de enero del 2016 se refieren a enormes incendios forestales debido a las altas temperaturas que afectan a Argentina, Chile, Ecuador, así como a Sudáfrica.
Por ejemplo, en Chile se producen entre 5 000 y 7 000 incendios forestales cuando la nación padece de carencia de lluvias, mayor temperatura del aire y flujos de los vientos del Sur. La superficie afectada en cada período promedia las 52 000 hectáreas quemadas.
En este contraste adverso de la situación climática, vale recordar un muy reciente informe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) y de la Agencia Espacial estadounidense (NASA por sus siglas en inglés) en el que aseguraron que la temperatura promedio de la superficie terrestre y oceánica el año que recién concluye fue la más alta desde que comenzaron sus mediciones en 1880.
Aunque las zonas más afectadas fueron América Central, Sudamérica, parte de Europa y hasta Siberia y el este y sur de África; también el calor se dejó sentir en el centro del Pacífico; el oeste del Atlántico Norte; la mayor parte del Océano Indico y el Ártico.
El llamado fenómeno El Niño, que ocurre aproximadamente en intervalos de unos siete años, causa el calentamiento de las aguas de la zona central y oriental del Océano Pacífico, y produce una reacción en cadena que termina afectando todos los factores climáticos del resto del mundo. El Niño de 2015 se convirtió en uno de los más fuertes de la historia.
Los científicos coinciden en advertir los efectos de la concentración de CO2 en la atmósfera, que es ahora la más alta y alcanzó su máximo histórico en el año 2015.
Con estos antecedentes –cercanos y lejanos– hemos llegado a un año 2016 donde no solo se inunda el Malecón habanero, se llenan de nieve ciudades, carreteras y avenidas en Estados Unidos o se queman grandes extensiones de bosques en diversos países afectados por olas de calor.
Todo ello parece una advertencia a los seres humanos para no demorar ni un día más la urgente tarea de hacer frente al cambio climático, no con retóricas y promesas, sino con acciones seguras que hagan irreversible lo que se pueda avanzar.

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