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Primera interpretación en Cuba de la Sinfonía No. 15. de Dimitri Shostakovich

29 de marzo de 2013

Escrita en 1971, la Sinfonía No. 15, de Shostakovich, continúa la línea planteada en la inmediata anterior, o sea, la número 14, en la cual el compositor se alejaba de las grandes masas sonoras que habían caracterizado sus sinfonías anteriores, para acudir en estas últimas a un formato orquestal más bien reducido, con abundantes pasajes solísticos y un estilo casi concertante.

Por otra parte, la atmósfera estética e intelectual de esas dos últimas sinfonías de Shostakovich plantean una nueva realidad en la trayectoria artística del compositor soviético. Y es que, si en la No.14, Shostakovich exploraba poéticamente el tema de la muerte en una especie de cantata sinfónica, en la No. 15 el compositor expone un raro universo de citas y referencias musicales, a veces francamente irónicas, y otras a modo de profunda reflexión histórica.
La cita del final de la Obertura de la ópera Guillermo Tell, en medio del Allegretto del primer movimiento de la Sinfonía, parece pura ironía; mientras que la reiterada presencia de largos pasajes de El crepúsculo de los dioses, de Wagner, en el movimiento final, parece aludir a la destrucción de un orden caduco y su consecuente sustitución por una nueva concepción ideológica y humana.
Ese final lento, dramático y meditativo, recuerda la estructura aplicada por Chaikovsky a su Sinfonía “Patética”, aunque en Shostakovich la desesperación chaikovskiana es superada por un espíritu de confianza en las perspectivas del futuro. Se trata, por lo tanto, de una obra cuya proyección rebasa el ámbito estrictamente nacional de su autor, para erigirse en un monumento sonoro de dimensión universal.
Y al evocar hoy el vigesimonoveno aniversario de la primera interpretación de esta obra en nuestro país, les diré que ese hecho ocurrió en la Sala “García Lorca”, del Gran Teatro de La Habana, en un concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida en esa ocasión por el maestro invitado Roberto Sánchez Ferrer, en 1978, UN DIA COMO HOY.