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Premier mundial de la ópera Lohengrin, de Ricardo Wagner

29 de marzo de 2013

Hay dos óperas de Wagner estrechamente relacionadas por su ambiente, su sonoridad y su argumento. Esas óperas son Lohengrin, escrita en 1848, y Parsifal, terminada por el compositor alemán en 1882, es decir, un año antes de su muerte. Ambas responden a la vertiente más mística e idealista del pensamiento wagneriano.
Según las leyendas medievales en que se inspiró Wagner para realizar el libreto de esas óperas, tanto Parsifal como su hijo Lohengrin, son Caballeros del Santo Grial. Esos Caballeros, pertenecientes también a la Tabla Redonda del legendario rey Arturo de Gales, dedicaban sus vidas a la custodia del Grial que, como se sabe, es el vaso que según la tradición literaria medieval, fue utilizado por Cristo en la última cena, y en el que también José de Arimatea recogió la sangre del maestro cuando el soldado Longinos le abrió el costado con su lanza.
No es raro, por lo tanto, que esos relatos de raíz religiosa hayan inspirado a Wagner partituras de intención extática y contemplativa.
Por ejemplo, el Preludio del Acto primero de Lohengrin es una de las páginas más excelsas del arte sonoro de todos los tiempos. En ese Preludio de Lohengrin, Wagner lleva la reiteración de una entidad melódica hasta los mismos límites de sus posibilidades expansivas. Es lo que hizo Ravel, años más tarde, cuando llegó al paroxismo en su famoso Bolero.
Todo el Preludio wagneriano está basado en un solo elemento temático: el leit-motiv del Grial. Y ese núcleo temático, cargado de extática exaltación, es sometido a una magistral orquestación que otorga al Preludio la mayor parte de su fuerza evocadora, a través de un lento y gradual crescendo.
En la búsqueda de su objetivos artísticos, de naturaleza francamente extramusical y, al margen de la realidad sonora, Wagner utilizó en Lohengrin y en Parsifal, temas de origen religioso, como el famoso Amén de Dresde, y realizó una orquestación llena de sutiles efectos tímbricos, a base de largos acordes, extensos ligados en la cuerda y una gran transparencia en las líneas del tejido polifónico.
Y otro momento orquestal significativo de la ópera Lohengrin, es el Preludio del Acto Tercero, esa especie de Aleluya musical que tan magistralmente manifiesta el júbilo del séquito nupcial de Elsa y Lohengrin.
Y la premier mundial de la ópera Lohengrin, de Wagner, tuvo lugar en Weimar, bajo la dirección de Franz Liszt, hace 157 años, UN DIA COMO HOY.