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Nace Franz Schubert

29 de marzo de 2013

Hijo de un humilde maestro de escuela, Schubert inició sus estudios musicales en plena infancia, y a los once años de edad fue admitido como cantor en la Capilla de la corte de Viena, al mismo tiempo que asistía como alumno al Konvikt o Seminario imperial, donde fue alumno de Antonio Salieri.

Las necesidades económicas y las recomendaciones paternas, llevaron al joven Franz a realizar durante un tiempo trabajos como maestro. Pero su vocación musical lo hizo abandonar todo lo que le impidiera dedicarse por entero a la composición. Sus dotes creadoras se habían revelado desde los primeros años de adolescencia y fue, hasta su muerte, un compositor muy prolífico.
Schubert vivía pobremente, su salud era delicada y sólo disfrutaba del placer de las reuniones en los cafés y de los paseos campestres con un grupo de jóvenes cantantes, poetas y aficionados al arte. El grupo era conocido como “los schubertianos”, y sus miembros tenían como característica común la de confiar en el talento y las obras de su joven amigo.
El arte de Schubert como compositor encontró su expresión artística más depurada en sus lieder o canciones para voz y piano. El compositor vienés escribió en total más de seiscientas de estas canciones, basadas en textos de Goethe, Schiller, Heine y otros poetas románticos alemanes. En ellas, tanto la melodía como el acompañamiento pianístico, refuerzan las imágenes plásticas y sicológicas del poema mediante recursos tímbricos, armónicos y ritmicos que servirían de base a todo el desarrollo posterior de la canción artística de concierto.
Otro importante sector de la creación schubertiana está integrado por su música de cámara. Al igual que en sus canciones, Schubert llevó a sus obras de cámara toda la emotividad sentimental que caracterizó su espíritu romántico. Los tríos, cuartetos y quintetos de Schubert presentan una indescriptible nobleza melódica, una armonía fuertemente expresiva y una impresionante belleza lírica.
Y el hecho de que Schubert sea el autor de una serie de los mejores lieder y de una abundante producción de cámara, ha opacado con mucha frecuencia la restante creación del compositor vienés, entre la que se encuentra también una buena cantidad de magníficas obras para piano y nueve sinfonías. Incluso, hasta hace más o menos medio siglo, sólo la llamada “Sinfonía Inconclusa” había logrado salvarse del inexplicable abandono en que se vieron sumidas las restantes. Afortunadamente, en las últimas décadas comenzaron a salir de nuevo a la luz esas obras, provocando un súbito y creciente interés en los aficionados y, también, en los directores que habrían de interpretarlas.
Las más eminentes batutas de nuestros días han cuestionado la supuesta debilidad del genio sinfónico de Schubert y están redirigiendo sus miradas hacia la integral de las nueve sinfonías de ese autor, por considerarlas una importante muestra del sinfonismo romántico.
La “blandura” melódica, el ingenuo lirismo y la sencilla orquestación de Schubert ya no constituyen hoy un “pecado por defecto”, sino una auténtica manifestación del múltiple y variado espíritu del romanticismo europeo. Y, para la crítica moderna, es tan genuinamente romántica la solidez dramática de Brahms, como la inocente jovialidad de Schubert.

Las condiciones precarias de la vida de Schubert determinaron la muerte prematura del compositor a los 31 años de edad. La lápida que señala su tumba lleva inscrita el siguiente epitafio: “La música ha enterrado aquí, no sólo un rico tesoro sino también sus mejores esperanzas”.
Ese texto refleja una indiscutible realidad artística, ya que Schubert, con sus obras, había sentado muchas de las premisas técnicas y estéticas del romanticismo musical.
Franz Schubert nació en Himmelpfortgrund, otrora un suburbio cercano a Viena, y actualmente parte de dicha capital austríaca, hace 211 años, UN DIA COMO HOY.