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Estreno mundial del Capricho italiano, de Chaikovsky

29 de marzo de 2013

Dicen los estudiosos de la música que no resulta difícil saber, con muy poco margen de error, a qué países viajaron o desearon viajar los compositores románticos, pues esas experiencias o aspiraciones quedaron registradas casi siempre en sus obras. Y, por supuesto, Chaikovsky no fue la excepción de la regla.
Durante un viaje a Italia a principios de 1880, el compositor ruso tomó apuntes para lo que sería un Capricho italiano, que concluyó y estrenó en Moscú a fines de ese mismo año. El Capricho, como casi todas las obras de ese tipo, no responde a un esquema formal establecido, sino que presenta una estructura de gran libertad en su organización interna. Sus temas fundamentales, aunque italianos por su origen, proceden de fuentes muy diversas. Por ejemplo, hay una fanfarria copiada de un toque del Cuartel de Coraceros de Roma; también una melodía apasionada y melancólica; luego, un aire de serenata popular y callejera; y, por supuesto, la inevitable tarantella napolitana. Todo eso, manejado por Chaikovsky y revestido de una orquestación fulgurante, hacen de este Capricho italiano una partitura agradable y siempre placentera para los oídos de conocedores y novatos en la experiencia musical.
Y todo parece indicar que el propio compositor estaba convencido de los hábiles resortes que sostenían su Capricho, cuando escribió a su protectora Nadezhda von Meck, lo siguiente: “Pienso que esta obra tendrá un brillante futuro, ya que es muy efectiva a causa de las hermosas melodías que he recogido en las calles y en las colecciones italianas”.
El Capricho italiano, que ocupa el opus 45 en el catálogo general de Chaikovsky, se estrenó en Moscú, bajo la dirección de Nicolás Rubinstein, hace 127 años, UN DIA COMO HOY.