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Estreno mundial de la Cuarta Sinfonía en Si bemol Mayor, de Beethoven

29 de marzo de 2013

Se trata de una de las sinfonías menos favorecidas de la serie de nueve escritas por Beethoven, ya que, al igual que ocurre con la Primera y la Segunda, son obras que se tocan y se graban con mucha menos frecuencia que las seis restantes. Sin embargo, son obras a las que debió corresponderles mejor suerte pues, al menos la Cuarta, es una Sinfonía cuya paz y serenidad, nobleza sonora y riqueza de imágenes es capaz de impactar a cualquier oyente. Escuchándola no es posible quedar indiferentes, por ejemplo, ante el humorístico empleo del fagot en el primer movimiento; el hermoso lirismo del Adagio; el irresistible impulso del Allegro vivace; o ante ese puro divertimento sonoro que es el movimiento final.
Para los críticos de las últimas décadas, esta partitura constituye, en la evolución de Beethoven, una especie de “regreso” al espíritu clásico, después del monumental estallido de la Eroica. Sin embargo, la Cuarta Sinfonía y, sobre todo, el Adagio que ocupa el segundo movimiento, podría considerarse como un antecedente del sentimiento romántico, tal como lo concibieron en sus obras orquestales compositores como Schubert, Mendelssohn y Schumann.
Mucho se ha escrito también acerca del estado de ánimo que fue capaz de generar en Beethoven esta página feliz. Y no son pocos los que coinciden en atribuirlo a la estancia del compositor en el castillo húngaro de los Brunswick, donde disfrutó de la constante compañía de su amada Teresa en numerosos paseos y confidencias.
La Cuarta Sinfonía en Si bemol Mayor, que ocupa el opus 60 en el catálogo de Beethoven, fue estrenada en un concierto organizado en beneficio del compositor por el príncipe de origen checo Joseph Franz Lobkowitz. Y eso ocurrió en Viena, hace doscientos años, UN DIA COMO HOY.