ribbon

Los inicios de Cuba olímpica

17 de junio de 2016

|

 

ramon_fonst

Ramón Fonst (1883- 1959)

El primer atleta cubano que participó en una Olimpiada fue un joven de 17 años que inscribió su nombre entre los más grandes de todos los tiempos: Ramón Fonst. En la capital francesa, sede de los Juegos de 1900, los más largos y posiblemente lo de peor organización en la historia, Fonst se sobrepuso a las decisiones arbitrales y conquistó la primera medalla de oro para Cuba.

El jueves 14 de junio de 1900 el cubano enfrentó, en la final de la espada, al local Louis Perreé. Para llegar a la discusión del título, tuvo que vencer a seis rivales, incluido su profesor Albert Ayat. El duelo contra Perreé era a un solo golpe y Fonst lo propinó con rapidez, de acuerdo con el libro “Famosos y desconocidos”, de los autores Ana María Luján, Irene Forbes y Juan Velázquez; sin embargo, los jueces obviaron ese y el siguiente toque de Fonst.

A la tercera fue la vencida y la punta de la espada del cubano golpeó directamente el pecho del francés. Los jueces tuvieron que declarar a Fonst como campeón olímpico. Poco después también alcanzó la medalla de plata en la espada para maestros de esgrima, una modalidad que solo se realizó en aquellos Juegos.

Cuatro años después, en San Luis, Estados Unidos, tomaron parte tres cubanos. Ramón Fonst unió sus esfuerzos a los de Manuel Dionisio Díaz y el norteamericano Albertson van Zo Post, descendiente de alemanes y radicado en La Habana, y juntos ganaron el torneo de florete por equipos. Además, Fonst venció nuevamente en la espada y el florete individual, para totalizar cuatro títulos en dos Olimpiadas. La cuarta presea de oro cubana en San Luis la aportó Dionisio Díaz, con su triunfo en el sable individual.

El tercer representante de nuestro país fue uno de los héroes sentimentales del deporte cubano: Félix “El Andarín” Carvajal. Este hombre era un cartero en La Habana y apenas pudo reunir los fondos necesarios para trasladarse hasta la ciudad de San Luis y competir allí en la maratón. El “Andarín” encabezó la carrera durante una gran parte del trayecto. El hambre lo hizo desviarse hasta un manzano y los frutos verdes le produjeron cólicos tan fuertes que le hicieron perder valiosos minutos. Carvajal terminó en el cuarto puesto, pero su nombre será siempre recordado.

En Londres 1908, Cuba no estuvo presente y la ausencia olímpica se extendió a los Juegos de Estocolmo en 1912 y Amberes 1920; aunque por el medio estuvo la interrupción provocada por la primera Guerra Mundial entre 1914 y 1919.

La participación cubana se reanudó en la cita de París, en 1924. En esta ocasión la cifra ascendió a nueve atletas. Los Juegos de París marcaron la despedida de Ramón Fonst quien avanzó hasta las semifinales del torneo de espada, aunque se marchó sin medallas.

En la cita de Ámsterdam, en 1928, regresaron Alemania y Austria, dos de los países derrotados en la Primera Guerra Mundial y Cuba apenas tuvo un atleta: José Barrientos. Como curiosidad, recogida en “Famosos y desconocidos”, Barrientos ni siquiera pudo llevar la bandera nacional en la ceremonia de apertura, porque tenía que competir minutos después y su lugar fue ocupado por el cónsul cubano.

 

021185388f7b529659610c26e6a405de2a800a19

 

Barrientos era conocido como “El Relámpago del Caribe” y sobrepasó con éxito la primera fase clasificatoria. En su segunda carrera concluyó en la cuarta plaza y así terminaron los sueños olímpicos.

Las ausencias cubanas continuaron durante las citas de Los Ángeles, 1932 y Berlín, 1936. La segunda Guerra Mundial canceló los Juegos de Tokio, en 1940, y Londres, 1944.

La Olimpiada de Londres en 1948 marcó el regreso de Cuba a la tabla de medallistas. La delegación aumentó a 52 deportistas, todos hombres, en 12 disciplinas, un récord para el país hasta ese momento. Por primera vez tuvimos un representante en un deporte colectivo: el baloncesto masculino cubano hizo su debut y no le fue mal, porque ocupó el puesto 13 entre 23 naciones, con cuatro triunfos y cinco derrotas.

En el atletismo resaltó la figura de Rafael Fortún quien participó en los 100 y 200 metros planos. En los 100 avanzó hasta la semifinal y terminó en la quinta plaza. En los 200 también fue eliminado en la semifinal.

Lo más destacado por Cuba en Londres fue la medalla de plata obtenida en el yatismo por Carlos de Cárdenas Cumel y su hijo, Carlos de Cárdenas Pla, tripulantes del yate Kurush III.

En Helsinki, 1952 Cuba descendió hasta los 28 atletas, distribuidos en 8 modalidades. No hubo preseas esta vez, ni siquiera con una nueva incursión del yate Kurush IV, comandado por padre e hijo quienes concluyeron en la cuarta posición. Fortún volvió a correr en los 100 y 200 metros y en ellos, al igual que en Londres, quedó en las semifinales.

Los Juegos de Melbourne, 1956 marcaron la tercera participación consecutiva del yate cubano Kurush, integrado por Carlos de Cárdenas Pla, aunque su padre cedió el puesto a otro hijo suyo, Jorge de Cárdenas Pla. El Kurush tampoco pudo subir al podio y concluyó sexto. En la ciudad australiana intervino la primera cubana, la corredora Berta Díaz, quien llegó hasta la semifinal de los 80 metros con vallas. Nuevamente Cuba se fue sin medallas y la mejor actuación se le puede acreditar al abanderado de la delegación, el nadador Manuel Sanguily, séptimo puesto en la final de los 200 metros pecho.

La actuación de la pequeña delegación nacional que intervino en los Juegos de Roma, en 1960, fue discreta. De lo 12 participantes, nueve hombre y tres mujeres, el más destacado fue Enrique Figuerola, cuarto lugar en los 100 metros y segundo finalista cubano en el atletismo olímpico, después del “Andarín” Carvajal en 1904.

 

ramonfonst_cubahora

 

En Roma debutó el boxeo cubano y el inicio no fue muy alentador, porque en los 60 kilogramos Esteban Aguilera resultó eliminado en su primer combate. Por cuartos Juegos consecutivos, Cuba intervino en el yatismo, en esta ocasión con el “Vesania”, tripulado por Carlos de Cárdenas Pla y su hermano Jorge. Ellos finalizaron en el lugar trece. La familia Cárdenas Pla nunca más participó en una Olimpiada y sus nombres suelen ser olvidados; pero, sin dudas, es la familia de deportistas cubanos con mayor participación en citas estivales.

La capital nipona fue la sede de los Juegos de 1964. Cuba llevó una pequeña delegación de 27 deportistas, de ellos solo dos mujeres y, después de tanto tiempo ausente del podio, alcanzó otra medalla, gracias a las veloces piernas de Enrique Figuerola, plata en los 100 metros, con un registro de 10,2 segundos.

Esta vez el número de boxeadores aumentó a seis, aunque ninguno pudo ganar dos combates; mientras el pesista Ernesto Varona, abanderado cubano, se ubicó en la decimoquinta plaza. Los Juegos de Tokio marcaron el debut del remero Roberto Waco Ojeda, uno de los más destacados en esta especialidad y que tiene un récord en su poder: participó en dos Olimpiadas consecutivas, 1964 y 1968 y reapareció 24 años después, en Barcelona, 1992.

Galería de Imágenes

Comentarios