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Un palenque entre descargas

18 de septiembre de 2017

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 Los poetas Rito Ramón Aroche, Caridad Atencio; Antonio Armenteros, Ismael González, Julio Mitjáns y el Maestro Rogelio Martínez Furé, en Casa de las Américas. Foto: Racso Morejón

Los poetas Rito Ramón Aroche, Caridad Atencio; Antonio Armenteros, Ismael González, Julio Mitjáns y el Maestro Rogelio Martínez Furé, en Casa de las Américas. Foto: Racso Morejón

 

Poderosas razones tuvo el espacio Presencia Afroamericana en Casa de las Américas para invitar al Maestro Rogelio Martínez Furé y a los poetas miembros del grupo literario El Palenque al más reciente de estos encuentros dedicado en esta ocasión a la oralidad y la poesía.

Zuleica Romay Guerra, directora del Programa de Estudios sobre Afroamérica en la Institución y coordinadora de la cita, elogió a esa figura del folclor nuestro que se hace llamar cimarrón de palabras en su 80 cumpleaños y respecto a la tropa que integran los poetas Caridad Atencio, Rito Ramón Aroche, Ismael González Castañer, Antonio Armenteros, Julio Mitjáns (presentes en el encuentro), Dolores Labarcena y  Julio Moracén, anunció que por primera vez protagonizaban al unísono una lectura de sus poemas.

Para Rogelio Martínez Furé, diestro en oralidades, fue la primera palabra. La ejecución del Maestro adoptó las formas de sus conocidas descargas, haciendo mover los cuerpos y cantar a los presentes. Entre esas revelaciones que suele remarcar la voz de Furé dejaron emotivas huellas las que lo  anuncian como «río de agua siempre renovada, puente y río, y río y puente, pero jamás frontera», y también las que lo reconocen como un ser habitado por un  hambre insaciable de universos.

Los cantos y presencias que comparte dejaron en el ambiente hondos sentimientos en torno a la identidad cubana y universal, como herederos de un origen común  y dueños exclusivos de esa riqueza planetaria que es la voz humana.

Con las resonancias de la descarga a flor de piel, los poetas compartieron con el auditorio un segundo momento no menos apasionante.  Echar a volar sus poemas desde la palabra hablada, con los valores agregados de una lectura cada vez más intensa puso en el auditorio una cálida temperatura, medida por el aplauso espontáneo que no se hizo esperar, tras el cierre de cada vate.

Entre las voces se mezclan los temas, las intenciones, los silencios a gritos, los sordos alaridos que habitan casi siempre esos trozos hechos de palabras donde cabe la poesía. Cada uno va por su lado, en los textos escogidos para compartir  esa corta oportunidad que la Casa les ofrece, limitada por un tiempo finito, pero que se agradece. Unidos por la belleza, en unos la fuerza interior domina: He llegado a esta hora arrastrando mi cuerpo por todos los momentos./Sirvo la sangre herida sin huella material./ La historia que me arranco. ¿Cómo la tomarás? / Si ya se ha impuesto el agua que yo he unido. En otros,  la instancia o la nulidad de los sueños: He practicado
el ritual de los obedientes y nada. / He practicado el ritual de los iletrados y nada. /

He practicado el error de los sin nada… y nadie. / Como esas provincias que nada esperan enarbolo / el alma.

Quienes los escuchan consiguen desdoblarse  y vivir la experiencia que propone cada texto, lo mismo la duda, la ironía, la resistencia, la pérdida: Una botella vino a dar en el centro, otra en la caja. (…) Gritos. Ruido de sillas. Vidrios. La voz del mesero: Nadie podría socorrerte dijo. Golpeábame, junto a la barra. La voz del mesero, el puño.

Penurias, duelos, reclamos… zigzaguean algunos de los textos ofrecidos por el Palenque en esta gala de  insospechados indicios.  Pero el  grupo es mucho más. Su innegable voz propia sabe de refugios más cálidos de lo que tal vez suponen. Hay que buscar los libros. La palabra leída es, tratándose de  poetas, un convite nada despreciable. Aunque nadie niegue, menos quien allí estuvo, la pujanza de la oralidad, con creces probada entre descargas y poemas.

 

(Tomado de Granma)

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