Un centenar de motivos para recordar a Julio Girona
29 de diciembre de 2014
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Julio Girona fue un amigo del Centro Pablo, llegaba a él y se sentía como en su casa. Quienes lo conocieron en dicha institución no olvidan esa amistad transparente y sonrisa cómplice. Nunca aparentó la edad que tenía porque desbordaba a todos con la maravilla del talento humilde y la simpatía cotidiana.
Por eso el Centro Pablo, desde el cine y la literatura, decidió sumarse a las actividades que por estos días se han realizado en recordación a Julio Girona, uno de los más importantes artistas cubanos del siglo XX que hoy estaría cumpliendo cien años.
La Fábrica de Arte Cuba (F.A.C) fue el lugar escogido para la presentación del libro “La corbata roja y otros poemas girondinos” y la exhibición del documental “Rumor del tiempo”. Con la presencia de sus hijas,Annie e Ilse Girona, transcurrió la celebración en vísperas del centenario de este manzanillero de trazos provocadores con una vida llena de aventuras, que expresó en su obra.
Nacido en 1914, Girona es considerado un artista integral, pues alternó etapas figurativas y abstractas. En su obra se perciben las vivencias que recogió en ciudades como París, México o Nueva York. Se inició en el mundo de la escultura, pero fue evolucionando hasta convertirse en un maestro de la pintura, el dibujo y el grabado. Además, su creatividad se extendió también a la novela y la poesía.
En “La corbata roja y otros poemas girondinos”, el lector puede deleitarse con el fino humor criollo y el humanismo de este artista que participó en la Segunda Guerra Mundial luchando contra el fascismo. Se sabe que se alistó como voluntario del ejército norteamericano, y que un día recibió la orden de pintar las paredes de un local para oficiales, pero al llegar se sorprendió que las paredes ya se encontraban pintadas toscamente como un magnífico mural primitivo. Cuentan que Girona permaneció inmóvil, admirando esta obra que había sido realizada por un pintor negro, y pretendían que él la cubriera y pintara otra cosa encima. Entonces, se presentó ante el oficial y le dijo que no podía cumplir sus órdenes, porque era “incapaz de pintar otro mural mejor que ese”. El militar yanqui quedó atónito y lleno de cólera castigó a Girona. Así de especial son las historias que se narran en el documental “Rumor del tiempo” realizado por Lourdes Prieto y producido por el Centro Pablo en colaboración con la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.
En 1998 Girona recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas por la obra de toda la vida, la cual ha sido catalogada como un enorme iceberg, porque “vemos erguirse, imponente sólo aquello que el artista ha dejado asomar. Colores, líneas, formas, signos. A veces es bien poco. Acaso rostros, cuerpos. Apenas nada. Y sin embargo, todo está allí. Un cuadro suyo es siempre ese mínimo octavo prodigioso. No queda nada sino tirarse de cabeza y abrir los ojos bajo el agua”, expresa el crítico Orlando Hernández.
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