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Semblanza de Remedios

20 de agosto de 2013

Por: Gólgota

Centro histórico urbano de la ciudad de Remedios

A Remedios se llega desde el oeste por la carretera de Camajuaní; ya desde la antigua loma de Canteras, en los límites, el olor cambia de súbito. Hay que estar atento.Para los que no son de allí, quizás pase como algo inadvertido, pero para quien vuelve, el olor cambia. Es como si Remedios estuviera en una dimensión diferente, con un clima y una atmósfera diferentes. Luego, detrás de la única curva que tiene la carretera, aparecen en la lejanía las torres del alumbrado del estadio de pelota.
La entrada a Remedios siempre fue para mí la entrada a la magia y la diversión,los patios del callejón del Hacha y las muchas aventuras que los niños saben fabricar. En eso Remedios es prolífica, puesto que casi en cada casa hay un misterio.En las más viejas hay túneles que evocan los tiempos de los piratas, y en todas, los patios sombreados con mangos y mameyes, son paraísos individuales para las más disimiles creaciones de la mente infantil.

Remedios

La casa de la abuela está en medio del callejón; es una de las más antiguas, aunque aquí todas las casas parecen antiguas tras el bautizo del polvillo colorado que lo envuelve todo. En el piso de la cocina mi abuelo grabó una fecha que ahora no recuerdo pero que conserva la sensación de antigüedad que me despertaba el orgullo. Hoy ya no hay matas en el patio y la cuadra toda está renovada con casas nuevas. Tampoco está la abuela, ni el abuelo, aunque sí está todavía su bicicleta recostada en la sala.
En la manzana del fondo, más allá de la calle del Carmen, está la casa de Cuco Albares, un enorme caserón al que se entra por una calle y se sale por la otra, símbolo del brillo colonial de antaño.

Iglesia San Juan Bautista

Subiendo por Jesús Nazareno, hoy Antonio Maceo, se llega al centro urbano, donde impera en su belleza la parroquial de San Juan Bautista, patrono de Remedios. Una vez pinté a San Juan de los Remedios, a partir de la imagen de un joven conocido, pero la obra se quedó en el museo de historia y nunca llegó a la parroquial que era donde yo pretendía que luciera. El interior de la iglesia es dorado, reminiscencia del barroco criollo que despierta el confuso sentimiento de un cambio de época que ocurre al entrar en la iglesia vacía. Como si atravesáramos un portal del tiempo para contemplar la urna donde luce orgullosa la única imagen de la virgen María embarazada que existe en esta parte del mundo. Al salir por la puerta lateral que da a la plaza se puede ver, al fondo, la otra iglesia, la del Buen Viaje, hoy desmantelada, sin su virgen original, aquella que pudo ser la Patrona de Cuba pero que no lo fue, porque los remedianos nunca la llevaron a Roma, como hicieron los santiagueros con la Caridad del Cobre.
En las noches se puede oír el susurro de las casas más antiguas, el olor de los patios, el murmullo de los árboles que aprovechan la soledad para confesarse los secretos de las familias. Andar por las calles de madrugada presume convertirse en cómplice de milagros que bien podrían confundir al caminante.Quizás sea este el inicio de las leyendas de todo tipo que surgieron en esta Villa cuando los piratas merodeaban con confianza por estos lares, y hasta el demonio firmó un acta de conformidad con el cura de la parroquial. Eran los tiempos en que Remedios era el centro político y económico de toda la comarca, y su autoridad se extendía hasta Sancti Spíritus.

Remedios

Claro que hablo del Remedios de las parrandas, pero eso lo conoce mucha gente. Yo quiero contar del pueblito orgulloso que se convirtió en ciudad por la voluntad de sus gentes valientes, que no permitió su desaparición al nacer Santa Clara. Donde ocurrieron las cosas más tremendas, hasta poner a un hijo suyo en la presidencia del gobierno de la metrópolis, cuando el General Berenguer, remediano, sustituyó a Primo de Ribera en España. Las historias que saben los llamadores de las puertas claveteadas, las rejas en las ventanas, y las calles.
¡Algo pasa! Por la esquina un grupo de niños juega a la parrandita. Casi me quedo petrificado. Aquel niño es idéntico a mí, con los pantalones cortos y el pelo revuelto corre agitando en la mano un volador que guarda desde las fiestas; lo harán estallar para salir corriendo luego en medio de risas y regaños de las abuelas.
Son las cosas que Remedios dice en un susurro a los oídos de quienes tenemos la piel de otras ciudades pero en el alma, adentro, todo está cubierto por el polvito colorado.

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