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Olguita Sanz León: “El locutor tiene que tener conciencia de la palabra”

1 de diciembre de 2016

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Olguita-Sanz

 

Licenciada en Comunicación Social, locutora de primer nivel y directora de programas de radio, todo eso y muchísimo más es Olguita Sanz León a quien cualquiera puede identificar con tan solo escuchar su voz, esa que la distingue donde quiera que se encuentre.

“Pero hay algo que debo señalar, y es que lo llevo muy dentro: soy de la Cuna de la Nacionalidad Cubana, cuna del Padre de la Patria; porque me siento muy orgullosa de ser una gentil bayamesa, y entonces ardo como un sol refulgente cuando tengo que hablar ante un micrófono, y eso era lo que quería señalar. Son quizás boberías mías, pero es que lo llevo dentro, muy dentro”.

 

No fue exactamente la locución, ni tan siquiera algo cercano a ello lo que la condujo al medio radial, sino la fonoteca. ¿Cómo sucedió esa transición?

Sí, por accidente. Yo siempre he oído decir que Dios escribe recto en líneas torcidas, ¿no?, y parece que en líneas torcidas estaba la entrada a la emisora, porque yo terminaba el preuniversitario y no me gustó la carrera que me llegó; realmente yo lo que quería era estudiar Filología, y no me llegó. Entonces una tía mía trabajaba en la emisora, en el Departamento de Contabilidad, me dice que hay capacidad para trabajar en la fonoteca, y me presenté y me quedé ahí. Era un contrato temporal por alguien que estaba con licencia de maternidad. Después el director de la emisora en esa época me dio la posibilidad de pasar al Departamento de Redacción de Notas de Programas de Radio.

En ese tiempo no había tantos directores de programas como ahora, sino solamente había tres directores que se dedicaban a todo el cúmulo de la programación diaria. Y esos después se evaluaron; yo no me pude evaluar en esa oportunidad porque estaba enferma, y entonces seguí de redactora de notas.

Un buen día un compañero mío, Rafael Lapinell, veterano en la radio, hacía un programa, Granma, ustedes y nosotros, y este programa tenía varias secciones, entre ellas había una sección de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), y me dice: “Ay, Olguita, sácame del apuro”, digo: “Dime, camaroncito duro”. Dice: “Grábame esta sección aquí de la FMC, que la muchacha no pudo venir, pero me mandó la nota”. Le dije: “Bueno, vamos. Yo no soy locutora, yo jamás he hablado ante un micrófono”. Y dijo: “No, no importa”. Y se lo hice. Dice: “Ay, qué voz más bonita, qué bien tú lees”, muchos halagos. Y me fui quedando, hasta que me fueron utilizando en otras cosas, en las guardias de cabina y en “programitas” así, que uno dice boberías, pero no lo son porque el micrófono es algo muy serio. Yo tenía mucho miedo, pero mucho, mucho miedo, de sentarme ante un micrófono.

 

¿Cómo asume esto de ser la locutora más popular en una ciudad donde emergieron, existen y existieron tan buenos locutores?

Bueno, déjame decirte que lo asumí de una manera digna, tratando todos los días de trabajar con la mayor calidad posible, entregándome a esos amigos que nunca piden nada, pero siempre dan, como dice el español Víctor Manuel: incluyo un corazón tendido al sol. Así, tiendo mi corazón al sol todos los días, porque el poder de la palabra es muy importante. Y entonces, superarte para comenzar un nuevo día también es muy importante.

Y yo doy gracias a Dios porque tuve muy buenos profesores. Yo tuve de profesor de locución a quien es hoy día el presidente de la Cátedra de Locución en Cuba, a Luis Alarcón Santana, que en esa época trabajaba aquí en Bayamo; tuve también el honor de trabajar por muchos años juntos, en unos cuantos programas, con Marlon Alarcón Santana, el papá de Marlon Marlon.

A los directores que teníamos, Magdalena Casate y otros directores más, pues yo les decía: “Exíjanme, exíjanme, no me dejen siquiera una muletilla, exíjanme con todo el rigor del mundo. Y así te vas enderezando. Y entonces, sobre todas las cosas, siempre traté de ser muy natural, tratar de acentuar mi personalidad, que el que me escuchara dijera, a distancia: “esa es Olguita, la que está hablando”. Ese respeto, ese rigor que merece el oyente, y el pensamiento en los seres que lo hacen parte de su vida donde estén, aun sin conocerte, debe ser constante. Parece que eso fue lo que me hizo despertar en toda la audiencia, ese amor tan grande, principalmente en los niños.

 

Olguita Sanz junto a locutores de la planta radial CMKX Radio Bayamo

Olguita Sanz junto a locutores de la planta radial CMKX Radio Bayamo

 

¿Acaso involucrarse en el mundo infantil respondía exactamente a la ausencia natural de los niños?

A la ausencia natural de los niños y a la ausencia de que no pude ser madre. Lo intenté cinco veces y las cinco veces fueron fallidas. Pero tengo sobrinos que son como hijos.

Los niños me fascinan. Los niños para mí son como una bendición. No concibo un maltrato ni de palabra, ni de mirada, ni de gesto ni de nada hacia un niño, porque es que son tan frágiles y es que son tan dados al amor, que no me permito nada de eso. Por más de veinte años hice Cuentalinda. Les narraba cuentos, y los cuentos tenían personajes, y a cada personaje Olguita Sanz le ponía una vocecita distinta para animarlo. Eso ahora se utiliza mucho en radio.

 

¿Hablar en pasado no entristece a la profesional que es Olguita Sanz?

Sí, sí me entristece. Nadie sabe cuánto. Yo no me concibo sin los micrófonos delante. Me duele mucho, es como perder a un familiar; es algo muy, muy triste, nadie sabe cuánto dolor siento de no poder hacer esto.

Yo comencé a los 18 años, y me fui de la radio a los 53. Desde un principio yo entraba a las seis y media de la mañana, y eran las ocho y media de la noche y yo no había llegado a mi casa. Y tú sabes que cuando a uno se le introduce el virus de la radio, pues ya no se puede desprender más. Digo, a los que les gusta de verdad; a los que no, andan buscando el enriquecimiento, la moneda. A los que lo sienten por pasión, porque la radio es un arte; al que lo siente de corazón no le importa que le paguen tres pesos, sino que su obra salga bien. Claro que el dinero es importante, no lo voy a negar, pero mi pasión era más que mis cosas quedaran perfectas o casi perfectas, agradables al oído de quien me escuchaba, que realmente la remuneración.

 

Algunos ven la voz en los locutores como un arma, por supuesto, le dan prioridad esencial a la voz como sello que identifica a cada profesional de nuestros medios; otros ven la voz como un escudo, diciendo, por ejemplo, que cualquiera puede ser locutor, que lo importante es “comunicar”.

Para una mujer que se dedicó 35 años al medio radial, haciendo locución y evaluando a locutores, examinando a profundidad a cada uno de esos profesionales, ¿qué conceptos y qué consideraciones nos da?

El locutor tiene que ser un líder natural, no solamente en su comunidad, sino por dondequiera que se mueva. Ese liderazgo natural es muy importante.

Siempre he considerado que todas las voces son lindas, lo que hay es que saberlas educar. Puede que unas sean más lindas que otras, o que transmitan menos que otras; pero el hecho de decir que no importa tener voz agradable sino saber comunicar, yo no estoy de acuerdo con eso, porque una voz ronca, sin dicción, sin buena articulación, sin buena fluidez; sin personalidad, por mucho que quiera comunicar, no transmite nada, no lleva nada.

El locutor debe comprender, tolerar, escuchar, armar; el locutor debe entender su sentimiento, expresar su pensamiento. Claro, todo esto con mucha, pero mucha cultura. El locutor tiene que ser un modelo, el locutor tiene que tener conciencia de la palabra, de todo lo que dice, y solo puede haber conciencia si la palabra es el conocimiento de lo que se sabe.

Debe hablar correctamente. Algunos siguen nuestras formas de hablar –la de los locutores–, hasta la forma de vestir, como hace la juventud con los cantantes. El locutor tiene que tener personalidad, y muy importante, seguridad en lo que dice. El locutor es el que se consagra en su profesión, al servicio de todo, sin esperar nada; porque su voz se diluye de sí mismo. Locutor es el que se consagra a su profesión, al servicio de todos sin esperar nada.

 

Y la locución de hoy en Cuba ¿cómo la evalúa?

Satisfactoria. Digo satisfactoria porque cada región tiene su estilo propio de hacer locución. Aunque siempre hay quien se acerca con fines de ganar popularidad, y yo diría hasta con fines de lucro, siendo un ignorante, porque no tiene cultura, y eso sí me preocupa: que a la hora de hacer la selección de las personas que van a integrar, a ser miembros, alumnos de un curso de locución, o van a presentarse, por parte del Consejo Artístico deben ser muy exigentes a trabajar para luego recibir un nivel profesional como locución, deben tener eso en cuenta. Hay quien se acerca con el ánimo de lucrar.

La radio es barata, en la radio no se gana mucho dinero, para ganar bastante dinero en radio hay que trabajar como loco; y entonces a veces esa caída del locutor viciado, que existe, existe en Cuba.

¿Y quién tiene la culpa? El mismo que se presenta como candidato a locutor. Tú mismo tienes que superarte. Yo no hago noticias, pero tengo que saber leer noticias; yo no narro, pero tengo que saber narrar; yo no hago una mención ni una promoción, pero tengo que saber hacerlas. Los directores de programas muchas veces también tienen la culpa, por amiguismo, por comodidad, no sé, por ética no voy a decir más cosas; pero los dejan ahí.

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