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Museo, Comunidad y Raíces Africanas

18 de diciembre de 2013

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Por Juan Páez Costa

En el marco del XXII Festival de Raíces Africanas WEMILERE, donde las raíces hablan, el Coloquio Presencia, organizado por el Museo Municipal de Guanabacoa, resultó el evento teórico de esta tradicional fiesta del rico patrimonio de la cultura cubana.
Forjada a golpe de hierro candente, látigo, sudor y sangre, símbolos, creencias enmascaradas y rebeldía surge la nacionalidad cubana como emergencia de estas raíces nutricias, para crear el bosque de la identidad cubana.
Dedicado a la impronta de la cultura Bantú y al aniversario 50 de la creación de la Unión Africana, WEMILERE movió a la comunidad guanabacoense y de otros municipios a golpe de música en la calle, y diversas actividades representativas de nuestro patrimonio material y espiritual.
Su evento teórico fue un manantial de conocimientos, las más de 15 presentaciones entre ponencias, paneles y conferencias magistrales mostraron la diversidad de la presencia Bantú en Cuba y la importancia general de las diversas culturas africanas para la identidad cubana, caribeña y latinoamericana e incluso, la influencia posterior que estas han tenido en los propios países originarios.
Que se hable de culturas y no de cultura, pues no hay una sola, cada pueblo, etnia, país, región, a partir de sus características naturales y sociales han desarrollado la impronta de su cosmovisión, de sus costumbres, de sus normas y, en general, del conjunto de las complejísimas relaciones entre sus propios individuos y en la sociedad. Y, bienvenido que así sea, las sociedades mientras más diversidad cultural autóctona posean, son más ricas, más fuertes y más resistentes. La diversidad cultural es tan importante como la biológica.
El legado Bantú en la cultura cubana, las armas africanas, los cabildos, el arsenal de armas, las de combate y las de curación del cuerpo como las yerbas, o del alma como sus mitos y rituales, así como las costumbres y tradiciones funerarias católicas y de origen africano, fueron de los temas tratados en el primer día de sesiones, cuyas palabras de apertura estuvieron a cargo del Dr. Miguel Barnet, presidente de la UNEAC y de honor del evento.
En este primer día de reconocimientos, el homenaje a la Dra. María del Carmen Barcia resultó una nota de estímulo a una vida entregada a la cultural  nacional y al estudio de sus raíces.
También, fue inaugurada una interesante exposición fotográfica que recoge momentos de la cotidianidad de seres humanos de piel negra: ritos y piel negra, ritmo y piel negra y andar piel negra, y surcos y huellas del tiempo en la piel morena como homenaje y agradecimiento a esos padres e hijos de la idiosincrasia cubana.
La segunda jornada y final versó sobre nuevas fraternidades de Ifá, el uso de la flora de origen cubana con características similares a las que se emplean en África y también otras propiamente africanas, traídas de aquel lado del Atlántico. Un tema con presencia inmanente en el Coloquio fue la influencia del azúcar como actividad económica en todo este fenómeno afrocubano. También fue abordada las características de algunas Casas Templo y la firmeza y la moral de los hombres que profesan esas religiones fue destacada por varios oradores. La defensa de una edificación para la tradición Orisha y una síntesis sobre la posición de José Antonio Saco en su época, resultaron otros de los temas que provocaron debates e intercambio en el evento.
Algo singular destacado por varios de los presentes, fue el desconocimiento de muchos de que todas estas formas de religiones no son solo para personas de piel negra, tampoco se conoce mucho acerca de las normas de estas religiones en que en las relaciones con sus semejantes son muy importantes la lealtad, el no maldecir y el no agredir, entre otros principios de conducta, aunque algunos escudados en ellas y de manera oportunista desarrollen conductas socialmente inadecuadas y censuradas por los verdaderos practicantes.
El colofón del Coloquio del XXII WEMILERE en su aspecto teórico culminó con sendas conferencias magistrales, regalo para los presentes; una la del Embajador de la República de Mozambique, Excmo. Sr. Miguel Costa MKaima y la otra, la del Ministro de Cultura de Guinea Conakry, Excmo. Sr. Ahmed Tidjani Cissé.
El Sr. Costa MKaima disertó sobre las relaciones sociales, y en particular la trascendencia de la sociedad de adultos y sus normas entre las que está la definición de quienes no pueden pertenecer a ella, como los niños y las mujeres. En la etnia Bantú la sociedad de adultos surge para el individuo cuando deja de ser niño y se convierte en candidato a la misma, pero su inclusión no es automática, es de obligación desarrollar ritos de iniciación y realizarlos exitosamente. La educación tradicional comienza cuando llegan a esta etapa y van a sitios aislados donde se le practica la circuncisión a los varones y todos deben seguir normas específicas, normas de adulto, para aprender a vivir con el padre y la madre y con el resto de la sociedad. El rito del bosque sagrado y su cuidado es trascendente para su cultura. En el caso de las hembras tienen que aprender cómo actuar como esposas.
Otro aspecto importante en esta sociedad es el de la creación artística, el acto de mascarar (tapar, esconder). La máscara es un objeto religioso artístico usado por todos los batús, cuyos materiales fundamentales de fabricación son la madera y el barro. Solo pueden hacerlas profesionales, tienen que estar autorizados y aceptados por la sociedad, ya que la máscara lleva en sí poderes espirituales y mágicos. El secretismo y la religiosidad es lo que le confiere ese poder mágico. La variedad de representaciones simbólicas en las máscaras es amplia, así pueden estar representadas plantas, antílopes, macacos o el espíritu de los ríos y de los bosques. De todo ello y mucho más habló el Sr. Costa MKaima, embajador de la República de Mozambique, en un lenguaje sentido, salido de un claro sentimiento por su cultura, por sus raíces que conmovió a los que tuvieron el lujo de escucharlo, habló, un hijo de África.
La segunda conferencia magistral estuvo a cargo del  Sr. Ahmed Tidjani Cissé, Ministro de Guinea Conakry, el cual profundizó sobre la trascendencia de la cultura para los pueblos y como a cada paso las potencias occidentales tratan de imponerles a los pueblos la cultura occidental.
Las culturas Bantús no son solo alimento, danza o religión, es necesario ver su historia, sus movimientos migratorios, sus asentamientos, las influencias, árabe, europea o china, sus aspectos mercantiles y el intercambio, entre otros elementos. La mayor parte de las culturas subsaharianas pertenecen a la cultura Bantú, hay más de 400 tribus y más de sesenta lenguajes, aunque con elementos lingüísticos comunes.
La cultura es un arma y es una herramienta, el desarrollo de los pueblos pasa por ella. Hay toda una cultura de los símbolos, de la trasmisión de conocimientos, creencias, costumbres y normas, en cuyo proceso la oralidad es significativa; la palabra y cuerpo son sus representantes principales. Existe una gran diversidad de culturas, cada una con sus peculiaridades, pero también comparten muchos elementos comunes como la danza, la alfarería y aspectos religiosos. Es precisamente la religión el centro de las culturas de los pueblos Bantús y es a través de esta que se obtienen respuestas a sus problemas.
No existe un único Dios central, cada familia Bantú tiene su Dios, la felicidad de cada familia o tribu depende de su relación con ellos. La prosperidad o calamidad son esencia de evocación o agradecimiento a los espíritus de los antepasados de la familia o tribu. Estas fueron algunas de las ideas expresadas por el Sr. Ahmed Tidjani Cissé, brotadas en ameno diálogo con los presentes.
El tiempo pareció solo minutos, se sucedieron momentos de especial respeto, el auditorio concentrado al máximo y los ponentes trasmitiendo cultura de manera didáctica y sentida, espacio de inclusión, de necesidad de unión. África y Cuba volaron, se abrazaron, se hermanaron en su condición de ser una y diversa a la vez.
Para terminar esta magnífica jornada de enseñanza y aprendizaje no faltaron canciones, bailes y ritos cubanos y africanos, la canción angolana estuvo presente en la voz de la Agregada Cultural de ese nación, así como tambores hechos de tronco de aguacate, los conocidos como yuca, caja y mula, que transportados desde la provincia de Pinar del Río dieron ejemplo de la sonoridad de las raíces africanas en manos cubanas.

 
Tomado de CUBARTE

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