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“Mensajero entre el filme y el espectador”

9 de agosto de 2018

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índiceUno de los atractivos de la presente edición del proyecto cultural de verano Rutas y Andares 2018: Para descubrir en familia, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, es la Ruta Especial “Patrimonio y Memoria: de Cuba para el mundo”.
El espacioso salón de actos de la Casa Víctor Hugo resultó insuficiente para acoger la cantidad de participantes que se dieron cita dentro del contexto de esta Ruta, y asistir a la conferencia “Los carteles ICAIC, Memoria del Mundo”, impartida por la licenciada en Historia del Arte Sara Vega Milche, especialista de la Cinemateca de Cuba, el pasado 3 de agosto en horas de la mañana.
Sara Vega inició su intervención con un breve bosquejo sobre la incipiente producción cinematográfica cubana antes de la creación en marzo de 1959 del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), y cómo los carteles promocionales de esos pocos filmes se circunscribían a la reproducción de uno de los fotogramas de la película, el más atractivo para llamar la atención. También enfatizó que el cine que se veía en aquel entonces procedía de los Estados Unidos, México, España y Argentina, cuyas producciones venían acompañados de sus carteles respectivos dentro de los cánones gráficos anteriormente señalados
A partir de la fundación del ICAIC es que se produce el despegue de un cine con una industria verdaderamente nacional y el primer cartel del cine cubano revolucionario es de Eduardo Muñoz Bach, y data del 31 de diciembre de 1960; fue impreso en offset para el film “Historias de la Revolución”.
En 1964, con la creación del Taller de Serigrafía del ICAIC, surge el actual cartel cinematográfico cubano, convirtiéndose en el “Mensajero entre el film y el espectador”, pero impregnado de un verdadero talento artístico creador y completamente alejado del sentido comercial que caracterizaba a los que en nuestro país le antecedieron en la época pre revolucionaria y, al mismo tiempo, la política de exhibición cambió totalmente y el público cubano tuvo acceso al buen cine procedente de todas las latitudes.
El cartel cubano de cine, con su calado a mano, con su formato rectangular, en serigrafía, de 51 por 76 centímetros, con un margen blanco a su alrededor, es una creación estrictamente artesanal, cuyas diversas tintas de colores, según la diversidad seleccionada, se impregnan una a una a través de una malla, sobre la superficie del papel en dependencia de los que cada obra posea.

 

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Los diseñadores – alrededor de 30 emplantillados en la época fundacional y los artistas plásticos, en calidad de colaboradores, como René Portocarrero (“Soy Cuba”), Raúl Martínez (“Lucía”) y Servando Cabrera (“Retrato de Teresa”), después de ver la película asignada, como guía para su inspiración, plasmaban en no menos de seis bocetos en versiones artísticamente elaboradas las ideas que más le llamaron la atención y que consideraban que eran los elementos más movilizadores para ver el filme.
El uso de las tramas (“Historia de un ballet”), del papel recortado (“El cuchillo en el agua”), de la fotografía trabajada (“La última cena”), la preponderancia del efecto óptico (“El robo”) y el Pop Art (“ICAIC Décimo Aniversario”), fueron los diferentes estilos empleados por los diseñadores siempre acompañados de las tipografías informativas, que en el momento de la concepción del cartel, estaban en la palestra.
La sustitución del papel en blanco, debido a su carencia, por hojas de periódico (“Muerte al invasor”), la mezcla de rojo acetil con harina de maíz, en ausencia de la tinta escarlata (“Harakiri”) – por cierto, este último fue el primer cartel premiado en un certamen internacional –, demuestran la inventiva recurrente ante las dificultades económicas, para que no se detuviera un proceso de creación, puesto en marcha por iniciativa de Alfredo Guevara, Primer Presidente de la institución.
El cartel no se limitó solamente al filme que en su momento se ponía en circulación, pues divulgó a la vez: las semanas de cine de diferentes países que se llevaban a cabo en nuestro territorio, homenajes, retrospectivas, exposiciones, los Festivales Internacionales del Nuevo Cine Latinoamericano en Cuba, otros eventos relacionados con el séptimo arte y los ciclos especializados de la Cinemateca de Cuba.

 

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Sara Vega expuso finalmente que en un momento de ausencia de temas a tratar, se convocó a los jóvenes y actuales diseñadores a que ofrecieran su visión sobre un grupo de cintas importantes que ya poseían su cartel para, a su lado, exponer la nueva versión, logrando como resultado una rica, valiosa y novedosa producción. “Fresa y chocolate”, “La muerte de un burócrata”, “Memorias del subdesarrollo”, son fieles ejemplos de cómo se puede nuevamente echar a volar la imaginación sobre algo establecido, logrando un loable resurgir.
Una vez concluido el encuentro, todos los asistentes se trasladaron a la Galería “Rubén Martínez Villena”, colindante con la Biblioteca Pública de igual nombre, para asistir a la inauguración de la muestra “Carteles Cubanos: de la Isla para el Mundo”, tras su exhibición en el Centro John F. Kenedy, en Wshington D.C., organizada por el grupo CartelON, en el que emblemáticos diseñadores de las décadas de los 60 y 70, así como importantes pintores unen su obra a la de un grupo de jóvenes diseñadores gráficos que le han sucedido y le dan continuidad a una tradición. De esta forma se exponen 28 obras de 3 000 producidas por el ICAIC y 12 de gran formato inspiradas en “From the Island to the World”.

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