Manolo Micler y la lucha contra lo efímero
27 de julio de 2018
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Dice el Premio Nacional de Danza 2017, Manolo Micler, que la vida de un bailarín es muy efímera. Y tiene razón. Todo el mundo sabe que la vida, al menos profesional, de los bailarines y los deportistas, es un soplo de viento. Sin embargo está la perpetuidad a la cual pueden aspirar todos los hombres y mujeres que se entregan al magisterio. La enseñanza es como ese bote que zarpa del barco a punto de hundirse, y aunque no debe acercarse uno a ella como último recurso, asegura que la mente y el espíritu del bailarín adopte nuevos cuerpos, nuevas formas y maneras de bailar. Es una sucesión casi divina la del maestro hacia sus alumnos, que fueron brotando poco a poco de sus manos para luego salir danzando tal, o mejor, que como el creador los imaginó.
Esa ha sido la estrategia de Manolo Micler: desde el magisterio y la coreografía ganó la batalla a lo efímero de ser bailarín. Su cita con la periodista Magda Resik Aguirre, conductora del espacio “Encuentro Con” -que en su capítulo estival acoge el Salón de Mayo del Pabelló Cuba-, permitió a los presentes este jueves conocer mejor a una figura cimera de la danza cubana.
Confiesa que creció en un barrio humilde, aledaño a la Virgen del Camino, y rodeado de un etorno pleno de manifestaciones rituales. Sin embargo, la danza no estuvo tan cerca hasta que se vinculó al Movimiento de Aficionados. Su primera ocasión sobre las tablas fue en el Liceo de Guanabacoa bailando, como suplemente, La Troika, una danza rusa que le sugirió un amigo. Entusiasmado con cambiar de tajo su vida, dejar la escuela y entregarse a la danza completamente después de la experiencia, llegó a casa y le contó a su madre quien solo atinó a preguntar: “Pero no es ballet, ¿verdad?”, recuerda Micler refiriéndose a los prejuicios existentes en aquel entonces.
Entra al Conjunto Folclórico Nacional en el año 1966, un sueño hecho realidad para el joven aficionado. Desde 1983 fue designado a partir de sus resultados en la creación coreográfica, (más de 40 obras) como Coreógrafo Principal del Conjunto. “Asumí los valores de la cultura popular tradicional, y eso fue lo que me abrió las puertas y lo que me permitió luego crear, improvisar, enfrentarme a los ensayos, encarnar los personajes, sin ser practicante, por ejemplo, de la religión yoruba acuyas expresiones también nos acercábamos”.
“La danza requiere de muchas cosas: ritmo, vocación, pero sobre todo investigación. Conocer el fondo cultural que sostiene esa música, ese baile, esos cantos, ese movimiento, ese vestuario tradicional. Luego está la preparación técnica, el entrenamiento físico, el desarrollo de una serie de habilidades que solo se adquieren en el esfuerzo diario y que van posibilitando luego la interpretación”.
Del bailarín en que se convirtió, ese hombre que supo manejar su instrumento corporal con todas las de la ley, también empezó a surgir un coreógrafo, un hombre que podía colocarse de frente al escenario y contemplar, imaginar y llevar a la práctica coreografías ¿Eso cómo fue?
“Desde que entré al Conjunto Folcrórico siempre pensé que la vida de un bailarín era muy efímera. Para poder darle continuidad a lo que uno comenzó, hay que superarse desde el principio, estudiar, investigar, reunir elementos para luego enseñar. Esa fue mi preocupación desde un inicio”.
“Comencé por aprenderme todas las obras del repertorio, todas las coreografías. Eso despertó en mí una necesidad de crear, y luego de enseñar a otras personas lo que había aprendido”, comenta Micler, quien el próximo 2019 celebrará 15 años al frente del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba.
“Cuando uno prepara una coreografía de danza folclórica, lo primero que hay que conservar es la escencia, que al final es lo que se reconoce. El Conjunto no hace folclor sino representaciones teatrales inspiradas en él, en la tradición, en las manifestaciones populares, no solamente africanas; hay que ser fiel a ellas, a las historias, al acervo, pero no es más que una devolución pulida, elaborada, artística de la cultura popular”, confiesa Micler.
“No es un repetidor de heredades sino un reservorio”, dice Magda Resik. “Así es, nuestro deber es devolver las tradiciones con grandeza para que el pueblo se sienta identificado, orgulloso”, confirma el entrevistado.
Es precisamente esa necesidad de contar la que inspiró la creacion del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba en 1962, por el etnólogo Rogelio Martínez Furé, con la colaboración del coreógrafo mexicano Rodolfo Reyes. La misión fundacional de la institución es la de recoger las tradiciones populares y llevarlas a la escena con todas las exigencias de la danza y el teatro. Tal como reza una refrán africano “No olvidemos jamás nuestros orígenes porque el mundo está lleno de imprevistos”, cita el también Fundador de la Facultad de Arte Danzario de la Universidad de las Artes.
¿Qué tiene Cuba que no puede estar lejos de ella?
Ese calor, el que viene de la gente, el que viene de las calles. Me encanta estar rodeado de la gente que quiero, mi casa. Y ese a veces insoportable calor es el que yo necesito.
¿Es cierto que los cubanos somos seres danzantes? ¿Encuentra inspiración en la gente para sus coreografías?
Por supuesto. Tanto hombres como mujeres tienen esa candencia. Nuestras danzas tienen esa gestualidad cotidiana. Hay hombres que son arquetipos del orisha Changó, y mujeres con la sensualidad de Oshún. La manera de moverse del cubano es intrínseca a la gestualidad en las danzas populares, es el sabor de la rumba, por ejemplo.
¿Usted considera la dirección del Conjunto Folclórico una obra de creación?
Pienso que sí. Para estar al frente de una compañía de danza, de cualquier tipo, hay que dedicar alma, corazón y vida. Y de esa forma hay que dirigir a los otros a hacer arte.
“Siempre estoy transmitiéndoles a los jóvenes este amor hacia la cultura, hacia la tradición, que al final es el amor hacia Cuba. Les insisto además que se preparen para el futuro, para mañana, para cuando ya no tengan fuerzas, ni puedan pararse en la escena como yo dejé de hacerlo una vez. Hay que prepararse. Además, hay que preparar esa cantera que garantice la continuidad, que se ponga en función de que haya desarrollo, de todo tipo, en la compañía”.
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