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Madeleine Sautié: “Sin lectura no hay crecimiento pleno”

25 de enero de 2018

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No olvida la periodista Madeleine Sautié que, en una entrevista que, hace unos años, le concedía el poeta y ensayista español Luis García Montero, una de las voces más significativas de las actuales letras hispanas, afirmaba, categóricamente, que “soy lo que soy, por los libros que he leído”.

Opinión que también comparte quien, desde hace más de una década, ejerce el periodismo en las páginas del diario Granma, pues –como me asegura– “le tomo prestada esa frase a García Montero, ya que no puedo negar que una gran parte de lo que soy, como ser humano, como persona, tiene que ver con los libros que he leído”.

Desde su más temprana infancia, Madeleine Sautié se relacionó con los libros y la lectura. Un padre profesor y un abuelo poeta –quien le dejaba recados, a ella y a su hermana, escritos en décimas– influyeron, indudablemente, en ese vínculo que, con el paso de los años, se ha convertido en razón de ser de su vida.

Tengo varios recuerdos –rememora–, todos sublimes, de mi interés por la lectura. Además de querer devorar siempre los libros de lectura de la escuela, recuerdo mis libritos de cuentos, esos no me faltaron nunca. Entre ellos, recuerdo un libro de Fábulas que aún conservo; también Oros viejos, de Herminio Almendros, y Cuentos de Grimm. También Ismaelillo y Versos sencillos, de Martí. No entendía mucho los versos de Ismaelillo, pero había un trato tan singular que me atrapaba. Pero son muchos, muchos más esos libros inolvidables.

 

No resulta insólito imaginar que la lectura determinará el rumbo de su futura vida profesional. Primero estudió Licenciatura en Español y Literatura, luego ejerció la docencia por más de dos décadas –en los niveles secundario, preuniversitario, universitario y postgraduado– y, más tarde, se dedicó definitivamente al periodismo.

La influencia de la lectura en mi desarrollo intelectual fue total. Junto a los libros ya mencionados, están también las lecturas de poemas de Miguel Hernández y Antonio Machado, por los que me interesé a partir de la musicalización que les hizo a algunos de ellos Joan Manuel Serrat. Después, en la Secundaria Básica, cuando di literatura española, me los sabía y eso agudizó mi gusto por la literatura. Los profesores me animaban y yo me esmeraba. Para entonces ya mi condición de lectora era un hecho. En sexto grado me había leído Las mil y una noches, que eran tres tomos, y no me asustaba el grosor de los libros. Después la literatura se me enquistó y quise enseñarla.

 

En varios temas relacionados con el libro y la lectura, que resultan polémicos en el mundo contemporáneo, reflexiona ahora Madeleine Sautié. Uno de ellos es el decrecimiento del interés por acercarse a las páginas de un libro, realidad que, indudablemente, preocupa –y ocupa– a autores, editores, libreros, lectores…

Tal vez haya disminuido el leer literatura, pero leer como tal, leer la combinación de las letras, eso sucede todo el tiempo. La nueva tecnología, en cuyos hombros muchos cargan la culpa, lo exige. Pero sin dudas cuando se habla de leer se trata de leer libros, y eso debe y tiene que ser un imperativo de todas las épocas. Sin lectura no hay crecimiento pleno. Y el hombre está destinado a crecer espiritualmente. Curiosamente he visto a muchos, muchos extranjeros, preferir la lectura a otros entretenimientos. Acompañan un buen baño de mar o en la piscina con la lectura de un libro. Eso me ayuda en las referencias de lo que pasa en otros países, aunque ahora mismo no maneje cifras ni estrategias de lectura.

 

El vertiginoso desarrollo de las nuevas tecnologías, otra problemática que incide incuestionablemente en el acercamiento de las más jóvenes generaciones al libro, es también abordado por quien no renuncia, a pesar de su devoción por el libro en soporte de papel, a las bondades de la vida moderna.

Pensando en el tipo de soporte, mi experiencia me dice que el digital es magnífico también. Más allá de los beneficios afectivos que se establecen con el libro impreso, de los que nadie podría dudar, es también muy cómodo leer en un tablet electrónico. A mí se me ocurre que esa comodidad, ese disfrute, de leer en las noches sin tener que apagar o encender la luz es algo muy digno de estimular. Y como los jóvenes están tan cerca de las nuevas tecnologías, ese podría ser un gancho. Pero es importante precisar que hablo de un dispositivo donde aparezca un programa de libros electrónicos, que no es lo mismo que leer un texto en PDF. Creo, y ya lo hemos hablado, que es pronto aún para saber si el libro, en soporte de papel, va a morir. La era digital no pasa de tres décadas, si es que llega. Lo que no debe morir es la lectura, y ojalá tampoco el libro de papel, pero ni siquiera es lo más importante.

 

¿La lectura es un hábito o una necesidad de enriquecer la espiritualidad del ser humano? He aquí otra de las interrogantes que se plantean hoy quienes conocen, y valoran, el alcance y trascendencia del libro, ese antiguo instrumento del saber de la humanidad.

No hay que separarlos. El hábito de la lectura prende porque se disfruta. Los profesores tenemos que conseguir la pasión, el goce… que a la gente les reporte leer. En mi caso lo siento como una necesidad primordial. Puedo estar limpiando o fregando y me viene alguna señal hallada en un libro o que me remite a él y suelto al momento, me seco las manos y busco a ciegas la página. Entonces se me entonan los pensamientos. También me pasa en las conversaciones cotidianas, la literatura me llama. A veces me salva de los malos momentos. Antes podía decir con los ojos cerrados dónde estaba un libro mío, en qué lugar del librero. Hoy no, ahora son muchos y la vida de un periodista de un diario es muy agitada. Pero sé que están ahí. “Están conmigo, ahí están”.

 

De acuerdo a su experiencia profesional –y a propósito de que, desde el año 2009, escribe, fundamentalmente sobre temas literarios, en el periódico Granma–, Madeleine Sautié se indaga en cómo la prensa puede colaborar en la necesaria promoción de la lectura.

Claro que sí, los medios de comunicación pueden contribuir a promover la lectura y mucho. Pero el texto periodístico, para eso, tiene que ser atractivo. No exento de belleza, la belleza es necesaria, es vital y no está reñida con el periodismo. Si no seduce, la lectura no funciona. Además, la misma naturaleza de su objeto social así lo exige. Se escribe para ser leído.

 

Se me antoja formularle dos últimas preguntas a Madeleine Sautié, pienso que imprescindibles a alguien que, por décadas, desde el ejercicio del magisterio y del periodismo, ha contribuido a incentivar, en muchos otros, el amor por los libros y por la lectura.

¿Qué es para mí un libro? Es la oportunidad de entrar en muchas intimidades, no para curiosear, sino para palpar otras vidas. Y como todo protagonista de un hecho, experimentar vivencias, y guardarlas para sí.

¿Y qué es la lectura? Literalmente no puedo vivir sin la lectura. No concibo un espacio de descanso que la excluya. Suelo ver el televisor con un libro en la mano, para cuando me deje de motivar lo que veo, enriquecer ese tiempo con algo leído, aunque sea un fragmento, un pedacito de un libro. Eso es aparte de las veces en que prefiero el libro a la televisión. Son indescriptibles las buenas emociones que me provoca, el buen sabor que me deja. Eso en lo personal. En general, creo que es el único modo de crecer intelectualmente, de cultivarse, de separarnos de la media para personalizar nuestro espíritu. La lectura, una vez enraizada, no se seca, dura para siempre.

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