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La obra de Eusebio Leal siempre nos convocará

2 de agosto de 2021

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El Doctor Eusebio Leal Spengler, junto a jóvenes trabajadores de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana en el Capitolio Nacional . Foto: Alexis Rodríguez

El Doctor Eusebio Leal Spengler, junto a jóvenes trabajadores de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana en el Capitolio Nacional. Foto: Alexis Rodríguez

 

Evocar el legado de amor por La Habana y por Cuba de Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana, a un año de su partida física, llevó a Ciudad Viva a convocar a varios jóvenes, quienes desde labores muy diversas continúan hoy la impronta de una institución cultural que ya cuenta con ochenta y cinco años de fundada.

Uno de ellos, Álvaro Verdes Tribons, historiador y director de la Casa Simón Bolívar, tuvo a bien compartir sus reflexiones como homenaje póstumo a un hombre de sabiduría infinita, que nos deja una obra a la que siempre tendremos que volver en busca de esencias.

 

Álvaro Verdes, Director de la Casa Museo Simón Bolívar del Centro Histórico habanero

Álvaro Verdes, Director de la Casa Museo Simón Bolívar del Centro Histórico habanero

 

Como historiador ¿cómo valoras a Eusebio Leal, esa persona culta, sabia, que siempre tenía un conocimiento oportuno a la mano?

 

Es una de las personas imprescindibles, no solamente para la Oficina del Historiador sino para Cuba entera. Imagínate, yo vengo de provincia y ese acercamiento a la obra de la Oficina y al Historiador de la Ciudad me viene desde lejos, y fue un acercamiento paulatino, que vino una vez que me trasladé hacia La Habana, hacia la Universidad, que me gradué.

En la medida que se fue acercando me fue siendo más familiar esta obra que se estaba ejecutando en el Centro Histórico y que cuando niño solamente venía a pasear, a disfrutar, pero que una vez que me gradué y vine a trabajar aquí a la Oficina, ya hace prácticamente una década, comienza uno a tomarle el pulso a las luces y a las sombras de esta obra humana que enamora. Una obra en la que realmente Leal tuvo la capacidad de desplazarse en todos los ámbitos, de hacer un eje de coordenadas y moverse de norte a sur y de este a oeste, de compartir con el jardinero, con el especialista, con el director, siendo siempre un hombre de una sabiduría infinita y que a todos daba de acuerdo con su medida, de acuerdo con su nivel de conocimiento, una palabra no solamente de aliento para el alma, sino también para la constancia y la fidelidad en el trabajo.

 

Álvaro Verdes junto a Eusebio Leal en acto por el 193 aniversario de la independencia del Estado Plurinacional de Bolivia

Álvaro Verdes junto a Eusebio Leal en acto por el 193 aniversario de la independencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Foto: Alexis Rodríguez

 

Creo que la obra de Leal será como una campana que siempre nos convocará cuando estemos perdiendo el rumbo, cuando nos sintamos inseguros, confundidos; cuando a veces el norte se nos pierde, sobre todo en estos momentos en que llevamos un año de su partida, porque antes lo teníamos como el consejero, cuando ante cualquier problema que surgía íbamos a su oficina, nos sentábamos y sabíamos que un sabio consejo íbamos a tener. El padre ahora mismo no está, entonces se nos ha convertido como una especie de campana de templo que tocará siempre para que nosotros no perdamos el rumbo y el sentido de esta obra en que cada uno desde sus direcciones y oficinas, desde sus puestos de trabajo, se desarrolla.

 

Tanto en la oratoria como en la obra de Eusebio estuvo siempre el mensaje de dicha, esperanza, perseverancia, de sacrificio, de humildad…, pilares de su fe habanera…

 

Realmente Leal se nos constituye como un peregrino de la trascendencia, un hombre que se convirtió en una especie de evangelio vivo en medio de una realidad que parecía imposible transformar, y de la noche a la mañana, con una confianza ―que uno se pregunta: “¿En qué confiaba este hombre?”―, logró hacer tanto y escribió libros, y le puso a uno, justamente, Para no olvidar, para que viéramos la destrucción y luego el renacimiento de inmuebles que se convirtieron en escuelas, en centros para ancianos, en centros para niños discapacitados, en museos, en una serie de instalaciones donde el ser humano fuese a recrear su espiritualidad, que era importante.

Yo creo que ha sido ese amor, esa entrega, esa crucifixión de Leal hacia La Habana, porque La Habana ha sido la cruz de Leal, que la llevó y en ella murió; o sea, no fue este un camino fácil para transitar y él lo hacía, y lo decía y lo repetía, y no era retórica, era la concientización para nosotros los que hoy podemos tener menos de 35 años, pero lo fue para otros que hoy son nuestros superiores y también escucharon la misma enseñanza. Esa era la semilla: “Busquen lo trascendente, no se pierdan en que si la iluminación no aparece ahora; no se pierdan en que no hay pintura; ustedes insistan y vuelvan y repónganse, y vean más allá, vean el horizonte, vean el sol”; o sea, no paren de luchar, y en eso, evidentemente, su formación cristiana tiene un valor raigal. Leal ve al hombre como hermano, al hombre lo ve como prójimo, al hombre lo ve como ayuda, pero detrás del hombre ve algo sobrenatural que viene de su formación de hogar, de su familia, de su fe católica; era para él su fuerza y su talante, su impulso, y eso fue también una manera de conquistar a los que estamos hoy aquí.

 

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El Historiador de la Ciudad de La Habana comparte con la juventud cubana. Foto: Alexis Rodríguez

 

Los que nos leen dirán, pero esto es una retórica apologética de Leal, lo que pasa es que para qué nos sirve quedarnos con las oquedades de Leal, las oquedades de Leal son humanas como las de cualquiera, pero las oquedades de Leal son efímeras, se van. ¿Qué es lo que nos queda de nuestro padre, de nuestra madre, de nuestros abuelos cuando los perdemos y qué tenemos que utilizar para proyectarnos para el mañana? Esa es la esencia de una persona que se sienta a reflexionar para qué queda, y de Leal nos queda eso: buscar lo trascendente cada día ante cada una de las dificultades y de los obstáculos, y por supuesto esa manera de compartir, de crear un espacio que no se convirtiera solamente en edificios pintados y lujosos, sino donde la persona fuese realmente el bien patrimonial a rescatar, fuese el fin porque si construimos y mantenemos lo construido, ¿para quién lo mantenemos?; si la persona vive en la indecencia y en la miseria, no lo va a entender, por tanto, la persona también tiene que edificarse a la par que se restaura el edificio, que se rectifica todo, y esa ha sido la impronta de esta realidad pequeña.

Por suerte ha sido una obra inacabada, como toda obra humana, para que entonces nosotros con esa semilla de trascendencia que él logró ponernos, y desde nuestra creatividad podamos seguir ampliando esa obra, a nuestro modo, con nuestras dificultades, con nuestras oquedades, pero seguir también ese camino.

 

Leal habla a los estudiantes de la Escuela-Taller “Gaspar Melchor de Jovellanos”

Leal habla a los estudiantes de la Escuela-Taller “Gaspar Melchor de Jovellanos”

 

¿Qué no podemos perder del legado de Eusebio Leal?

 

Creo que estamos ante un escenario desafiante. Leal se nos fue en un momento inusual, atípico; seguimos en ese momento inusual y atípico, la normalidad sigue siendo para nosotros un horizonte, sigue siendo un futuro. Seguramente cuando llegue, los desafíos van a aumentar. ¿Qué nos queda de Leal que no se puede dejar pasar? Que no se nos quede en palabras lindas como esencia, fidelidad, legitimidad, trascendencia, constancia…Eso lo decimos así pero se prueba a fe de obra, eso hay que hacerlo fe de vida; no es reunirnos y entre amigos conversarlo, luego cuando vayamos a nuestros escenarios ahí es cuando realmente se va a hacer patente esa fidelidad y esa lealtad que hemos tenido al Historiador de la Ciudad.

En mi opinión, el punto de partida es volver a la fuente, ante el momento de orfandad lo primero que hay que hacer es volver a la fuente. Él nos dejó vastísima obra para volver, volver a escuchar sus alocuciones; volver a leer sus palabras; volver a revisar sus libros; volver a pasear La Habana; volver a reinterpretarla y releerla más allá de los edificios, sino también meterse en la vida de la gente, eso es importante: volver a los orígenes, y allí encontraremos la esencia que yo no viví, que mis colegas no vivieron. Hay una esencia guardada en el origen de todo que solamente pudieron vivir aquellos que nos precedieron y que nosotros tenemos que beber de ahí para entonces hacerla florecer con experiencias nuevas.

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