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Homenaje a Julio García Espinosa en “La Gaceta” de la UNEAC

10 de noviembre de 2016

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La Sala Martínez Villena de la UNEAC acogió este miércoles 9 de noviembre un numeroso público ávido por escuchar la presentación de la Gaceta No. 5 correspondiente a los meses septiembre-octubre de 2016.

En el auditorio predominaban los cineastas, pues este nuevo ejemplar de La Gaceta contiene un valioso Dossier dedicado a uno de los fundadores del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), Julio García Espinosa (1926-2016). Luego de las palabras de saludo del director de la revista Norberto Codina, el cineasta y entrañable amigo de García Espinosa, Manuel Pérez Paredes realizó la presentación de la Gaceta.

Las palabras de Pérez Paredes se centraron en el Dossier que este número gacetero dedicara al director de una de las películas más recordadas de nuestro cine: Aventuras de Juan Quinquín. Por supuesto, hizo una breve introducción acerca de su amistad y valoración de su compañero de trabajo, fundador, creador, cineasta, ensayista y ser humano, como nombró a García Espinosa. Recordó los años en que fuera Julio Presidente del ICAIC (1982-1991) cuando saliera de tal función Alfredo Guevara, y cómo en ese período puso en práctica la idea de convertir la producción de películas en una suerte de entidad más dinámica, más participativa, y dio vida en 1987 a los Grupos de Creación, integrado por tres  agrupaciones al frente de las cuales estuvieron los cineastas Tomás Gutiérrez Alea, Humberto Solás y el propio Pérez Paredes. Dentro de estos Grupos se juntaron, por propia voluntad, los restantes cineastas que discutían allí sus ideas, llevaban sus guiones, planteaban sus problemas y necesidades para la producción de sus trabajos, una manera muy original de dinamizar colectivamente la producción del Instituto.

Manuel Pérez Paredes exaltó una cualidad de Julio: la capacidad de observación, gracias a la cual pudo escribir esa obra ensayística que sigue vigente: Por un cine imperfecto, con la cual polemizó con muchos autores del patio y fuera de él. Luego de esas palabras comenzó su visión sobre los diferentes trabajos que integran el Dossier, con una introducción donde se aclara que este estaba previsto para realizarlo este 2016 cuando se hubieran cumplido –el 5 de septiembre– los noventa años de Julio, quien lamentablemente falleció el 13 de abril, suceso que no cambió la ya planificada idea de homenajearlo, y en colaboración con su compañera de vida, Lola Calviño, siguió adelante el proyecto que se materializa con la inclusión de cuatro trabajos: “Los legados de Julio”, de la cubana Ana M. López, profesora de Tulane University, ensayo que resalta las concepciones de lo popular en Julio. Así ella expresa: “la fascinación por las prácticas culturales populares fue muy evidente desde el principio de su carrera. Marcado por sus experiencias como adolescente en el teatro popular y la música, más tarde en la radio y en otros espectáculos…”

El director de cine Miguel Torres es el autor del segundo trabajo incluido en el Dossier. Aquí el autor acude a su memoria para regalar un testimonio que titulara “Julio Dông-chí”, una expresión vietnamita que se aplica a un “compañero muy especial”. Torres rememora el tiempo compartido con el cineasta amigo en Vietnam, donde filmaran un documental sobre la terrible guerra que Estados Unidos realizara en aquel país: “No llevó ningún diario, ni siquiera algunas anotaciones de los inolvidables días compartidos en aquella terrible situación de guerra, por eso mismo no se podía escribir nada”. Torres rememora entonces el estado emocional de Julio que al llegar al aeropuerto vietnamita y luego de las palabras de recibimiento de un alto jefe militar, Julio exclamó: “A filmar”, acción que no se pudo cumplir pues una voz de los militares dijo solamente: “¡Ahora a dormir la siesta!”. “Era el mediodía y el viaje en aviones había durado casi veinticuatro horas. Y los vietnamitas se preocupaban porque para ellos ‘la siesta obligatoria era también un arma de guerra’”. Recuerda como uno de los momentos más emotivos fue la llegada a un lugar donde una familia completa había sido quemada por el napalm.

“Julio estaba cada día más entusiasmado con las filmaciones –continúa Torres– y con unos mapas iba trazando rutas imaginarias”. Termina su rememoración agradeciendo a Julio García Espinosas por haberle permitido vivir “la experiencia humana más importante” de su vida.

El tercer trabajo “Ir al cine con Julio” es del poeta, narrador y ensayista cubano Enrique Sacerio-Garí quien deja constancia en su ensayo sobre dos cualidades para él fundamentales que integran al cineasta: “el artista y el ser humano”. Destaca fragmentos de una conversación con el amigo en la cual este le confiesa que “Yo no creo en la objetividad, creo en la honestidad /…/ Yo muestro personajes, no los juzgo/ ser fiel a uno mismo para mí es el mayor triunfo que puede tener alguien”. Dice Sacerio-Garí que “Julio no se dedicó a hacer películas para ganar premios. Su arte no lo concibió para competir sino para compartir ideas, su búsqueda era incesante, por eso era de aspecto imperfectivo; las palabras y las imágenes en un proceso incesante de identidad”.

 

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Cierra este Dossier el trabajo del crítico de cine cubano Juan Antonio García Borrero “Julio García-Espinosa: la soledad del corredor de fondo”. Desde el comienzo de su valoración el crítico califica al cineasta como “el pensador cubano que más lejos había llegado en el análisis del lenguaje cinematográfico, y de su vínculo con la tecnología que lo hace posible”.

Paredes reparó también como García Borrero supo ver en Julio su desvelo por combinar lo tecnológico en la construcción de una película, aspecto sobre el cual ahondó el presentador.

Este Dossier es, sin dudas, un magnífico homenaje a ese creador de películas y de ideas propias que responde al nombre de Julio García Espinosa, cuya obra fílmica seguirá caminando por los años aunque su presencia física no sea ya perceptible.

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