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Eusebio Leal y la gastronomía

19 de agosto de 2021

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Foto: Alexis Rodríguez

Foto: Alexis Rodríguez

 

Hace un año, mi amigo Raulito Smith me pidió que escribiera esta nota. Se trataba de vincular en el recuerdo al recién desaparecido Historiador de La Habana con el tema de la gastronomía. Lo pensé mucho y hallé dos razones para posponer el intento. En primer lugar los recuerdos me llevaban a otros escenarios, y en segundo, temía, en mi torpeza, romper el encanto de las sentidas reseñas de tantas personas, simples o reconocidas, que en tropel habían resumido el dolor profundo de un pueblo agradecido.

Podía escribir sobre el momento (1976) en que el plan del centro laboral contemplaba una conferencia sobre Angola, cuando concluimos que ninguno de nosotros estaba en capacidad para cumplir la encomienda de discurrir sobre aquel aún desconocido país. Sin embargo, la intuición me llevó hasta mi compañero circunstancial de viajes mañaneros y solicitarle que nos ayudara en el intento. A la hora fijada del día anunciado, este cruzó los 100 metros entre la Plaza de Armas y Empedrado 113 donde radicaba la Empresa de Minería. Era la hora de salida y respetuosamente, pero con el deseo que no se hiciera muy extenso el ejercicio intelectual, ocupamos las butacas del salón de actos.

Sin mucho preámbulo el orador entró de lleno en el tema y mágicamente, gracias a su verbo y saber, en conmovedora intervención aquel lejano paraje se iba edificando, y veíamos surgir, inesperadamente, parte de nuestros antepasados. Las madres que debían recoger sus hijos de las escuelas posponían momentáneamente la acción e impactadas se quedaban en el dintel de la puerta, los apurados e indiferentes, olvidaron sus prioridades, fascinados todos, atendíamos cada palabra.

Cuarenta minutos duró la charla, y desde entonces, mucho cambió para nosotros. Habíamos asistido al nacimiento de un especial sentimiento de simpatía, respeto y admiración por aquel hombre que nos había embrujado y contagiado con su pasión ardiente. Aquel cierre no requería aplausos, apretadamente, emocionados aún, nos acercamos para ofrecerle un gracias lleno de espontaneidad.

Una década más tarde, se celebraría con todo la significación del caso, el 150 aniversario del ferrocarril en Cuba, primero de Iberoamérica y séptimo en el mundo. Como miembro del comité organizador, junto con directivos del citado medio, nos acercamos a la Oficina del Historiador de la Ciudad para formalmente invitarlo a los actos. Cortésmente nos recibió y poco duraron las explicaciones de oficio que llevábamos para justificar el empeño de la ceremonia, pues de improviso, comenzó a describirnos minuciosamente detalles poco menos que inéditos de la importancia que había tenido este modelo de transporte para la economía nacional desde su mismo inicio y la resonancia estratégica que tuvo para el ejército colonial, sobretodo en la época de las luchas independentistas y como los mambises lucharon por arrebatarles aquella ventaja. No se detuvo y entusiasmado disertó ampliamente sobre el papel de los trenes en la era republicana. Habíamos ido por lana y…. Con el inesperado y exhaustivo caudal de información, todos, incluyendo los ferrocarrileros, quedamos impresionados. Hacia el final de la amena y reveladora charla, significó la importancia de conservar con esmero el coche  presidencial conocido como El Mambí y la antigua locomotora La Junta, ambos reliquias únicas y museables del ferrocarril cubano.

Como apreciarán, tenía cosas que contar, pero con ello no complacía a mi amigo Raulito. Y buscando evidencias, encontré al Historiador en 2012 visitando el museo del antiguo central Reforma al norte de Villa Clara, donde a pesar de que ya allí no se producía ni azúcar ni melaza, él se interesaba por ambos productos, nutriente de los dulcísimos postres cubanos en un caso, o partida natural del espléndido ron criollo en el otro, quinta esencia de nuestros emblemáticos y afamados cocteles

Revisando mis papeles, volví a encontrarlo en el párrafo que tanto me gustó como para incluirlo como subtítulo de una aproximación personal a la historia del tabaco que aún no concluyo: “El tabaco es como la flor de Cuba, un orgullo, una dignidad, un sentido de la vida para muchos”.

En el libro Por los fogones de Cuba, que publiqué  en 2016, acudí nuevamente a sus palabras: “Clamo a los míos que nos ejercitemos en la comida cubana y a ganar el paladar del mundo con la civilización del maíz”. Mencionaba la singularidad del Panqué de Jamaica, las butifarras del Congo en Catalina de Güines, las papas rellenas de Guanabacoa “y los buenos batidos de plátano que estimulaban las visitas a la ciudad de Artemisa”.

 

Foto: Alexis Rodríguez

Foto: Alexis Rodríguez

 

 

En la práctica, definitivamente descubrí su influencia permanente en mis escritos. Desde la primera página de Fuego y humo en la Habana, una suerte de recorrido por los 500 años gastronómicos de la capital, es como un examen que rindo al eminente sabio. En un momento de la escritura mencionada, no encontraba palabras para de manera sincera y sentida reseñar la parte azarosa de la cruzada de nuestro proyecto social, lleno de limitaciones y escaseces materiales en el ámbito de la alimentación ciudadana y me sumía en reflexiones a veces incomprensibles y críticamente duras.

De pronto, como si respondiera a mi atoramiento, llegó la respuesta dentro de una entrevista televisada que el maestro rendía. Al día siguiente, como punto de enlace, introduje sus palabras que brillante y estremecedoramente, me permitían salir del trance.

“Recuerdo mi vida en ese tiempo, a los compañeros que perdí en la lucha, que conocí o vi de lejos y de pronto un día desaparecieron en vorágines de la Revolución, de la insurgencia, y después los años de la Revolución consumada. Vino la ruptura absoluta, fue como un gran cataclismo, una cosa que se derrumbaba por todas partes y de pronto iba apareciendo otra con una fuerza volcánica. Se levantó la tierra y nos vimos arrastrados por esa marea de la Revolución de la que hablaba Henry Reeve o Máximo Gómez: ‘iremos a donde la marea de la Revolución nos lleve’… y vivimos todas las rupturas personales, familiares o con las amistades. Se cumplía aquel principio de que era sí o no, estábamos o no estábamos, y todo eso con su gran poder de generación de fortaleza, y al mismo tiempo con su gran capacidad de generar dolores y sufrimientos. Ver partir padres, amigos, parientes y poder ver después la estabilización, la victoria de la Revolución, haber asistido a la supervivencia de la única Revolución”.

Después de respirar hondo, profundo, en ese extraordinario y elevado poder de síntesis encontré mis razones y pude modestamente continuar la narrativa aludida. Decididamente, tuve la certeza que para cualquier tema –gastronomía u otro– con el auxilio de Eusebio Leal  Spengler, siempre podríamos contar con la llave de la cerradura que de manera honesta, vibrante, elegante y precisa, nos abriera el camino hacia la respuesta deseada.

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Comentarios



raul gilberto smith mesa / 19 de agosto de 2021

Un sentido homenaje a nuestro Eusebio Leal Spengler de ese gran escritor Fernando Fornet Piña, amigo de mi padre, que tiene publicado más de una ventena de libros, en su mayoria dedicado a la gastronomía cubana Solo puedo decir que también soy de esos cubanos que siente una gran admiracion por nuestro Eusebio y por todo lo que hizo por la Habana y Cuba , Gracias Amigo Fornet

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