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Eusebio Leal Spengler: La novia de Martí y Fidel es Cuba

28 de diciembre de 2016

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Transcripción de la entrevista a Eusebio Leal Spengler en la Mesa Redonda

 

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Entrevista a Eusebio Leal realizada por el periodista Randy Alonso para la Mesa Redonda. Foto: Roberto Garaycoa

 

 

Randy: Muy buenas tardes estimados televidentes y radioyentes. De mi interlocutor de esta tarde escribió en una misiva Fina García Marruz: “En su sacrificio humilde, en la entrega tenaz de sus horas, en la vehemencia prometeica con que ama a La Habana, Eusebio Leal— como en otras tantas cosas—, es donde está su huella. Cuando lo olviden los hombres, todavía lo recordarán las piedras”.

Los hombres lo siguen amando, las piedras están ahí para contar esa historia, pero nuestra última Mesa de viernes del 2016, viernes que hemos dedicado a hablar de valores, de la historia de nuestros héroes y también de historias de vida de esos héroes cotidianos del trabajo que tenemos en nuestro país, queremos dedicársela a Eusebio Leal, para que hable un poco de todo eso, de historia, de historias de vida, también del presente y del futuro, de los valores que necesita defender este país.

Gracias Eusebio por concedernos esa deferencia y también por recibirnos acá, en su patio, en La Habana Vieja, en esta antigua Lonja del Comercio, hoy sede de Habana Radio y de la Dirección de Comunicación de la Oficina del Historiador. Le doy las gracias, lo invito a que nos acompañe usted con su verbo durante esta casi hora de programa, y a nuestros televidentes a que estén esta tarde para conversar con Eusebio Leal.

Eusebio Leal: Muchas gracias.

Randy: Conversar con Eusebio Leal implica sobre todo comenzar hablando de la Habana Vieja, de sus pasiones, de La Habana toda, en definitiva, que está en su alma.

La restauración de la Habana Vieja usted dijo alguna vez que es un capítulo de la Revolución Cubana. Cincuenta años o más de trabajo para esta ciudad, más de 20 después de aquel decreto de Fidel diciendo cómo acometer esta restauración de la Habana Vieja. ¿En qué momento estamos de ese capítulo de la Revolución que es la preservación de La Habana Vieja? ¿Cómo ha avanzado en este 2016 esa preservación del patrimonio de Cuba que es este lugar?

Eusebio Leal: Pienso que avanzó en lo visible y en lo que por lo general no apreciamos porque está lejos del contacto cotidiano, de nuestra presencia. Se restauraron obras muy valiosas, algunas de ellas están todavía en proceso de restauración. Creo que el ejemplo más elocuente es el Capitolio Nacional, una obra muy complicada donde ahora estamos enfrascados en la cúpula, que es como su corona. Lo que nos parece pequeño desde abajo, arriba es muy alto. Los riesgos del trabajo y la osadía de los trabajadores a esa altura cuando hay viento, cuando hay sol, es realmente muy fuerte y se viene ya dominando ese capítulo de la linterna, con las lámparas y la cúpula.

Posteriormente, otro equipo de trabajo joven, formado por graduados de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, enfrenta los desafíos del techo del gran Salón de los Pasos Perdidos. Tengamos presente que ese techo está pintado o retocado con hojas de láminas de oro de 24 quilates; entonces hay que limpiar cuidadosamente todos esos metales y llegar al interior de la cúpula desde el gran salón. Al mismo tiempo, en la base de la sala y al pie de la gran estatua de la República, se ubica la cripta donde estará la lámpara votiva al soldado mambí desconocido. En estos días se trabaja fuertemente para terminar el 2 de diciembre toda esta parte de la cripta, que es como el fundamento del esfuerzo por la creación de una nación. Es una obra muy bella y ya podemos decir que la Asamblea Nacional tiene como sede institucional al Capitolio.

Randy: Desde hace ya casi un mes.

Eusebio Leal: Es muy importante esta reubicación pues le devuelve el contenido al conteniente. Otro paso inmediato será la apertura de la biblioteca, de los grandes salones de protocolo y estancia. Otras obras de gran importancia se han hecho abajo, en lo que podríamos llamar la plataforma de la ciudad antigua. Ahí se trabaja calladamente en la digitalización de una documentación enorme, que forma parte del archivo de la Ciudad de La Habana, una ciudad capital que tiene un archivo que no solamente se refiere a su propia historia, sino a la historia de los forasteros que han habitado aquí. Es uno de los yacimientos documentales más importantes. Para eso, a lo largo de cada año se hacen adquisiciones valiosas.

También se trabajan y concluyen obras muy importantes en el Centro de Interpretación de las Relaciones Europa-América, Cuba-Europa, que es el otrora Palacio del Segundo Cabo. Es un edificio muy bello, posee dentro magníficas instalaciones para el fomento del conocimiento, utilizando las tecnologías 3D y 4D. Tiene bibliotecas digitales estupendas.

Se trabaja y casi está concluido, en el antiguo Palacio del Marqués de Arcos, en la Plaza de la Catedral, también dotado de una alta tecnología para el trabajo de los jóvenes poetas, artistas, creadores; un centro de información avanzado cuyos equipamientos han sido donados por el gobierno de Japón y resultan ser muy novedosos dentro de la docencia cultural en nuestro país.

Y nos empleamos a diario en un trabajo invisible que es el de los restauradores quienes van lentamente poniendo en valor pinturas, documentos, libros, textiles… y que forman un yacimiento creciente sobre el cual se levantan los valores de una nación y un pueblo, pues son en definitiva sus símbolos.

Hay trabajos que se han concluido en la Avenida del Puerto, se sigue avanzando en esa dirección.

Randy: Ha cambiado totalmente la Avenida del Puerto, el Prado también creo que tiene otra dimensión.

Eusebio Leal: Desde el Castillo de la Punta, hasta el Embarcadero de Regla; desde la Punta hasta la Casa de las Tejas Verdes; en la línea del Prado, los grandes hoteles que se levantan sobre la base de los estudios realizados por el Plan Maestro, las aprobaciones de la Comisión de Monumentos, el respeto de las alturas, el respeto aún a muros que es lo que se ha conservado de algunos edificios perdidos y que yo diría que románticamente se preservaron esos muros cuando algunos decían “¿por qué no demolemos esa basura, eso no tiene ya ningún sentido?”. Creo que hay que tener mucho cuidado siempre; para demoler y para derribar hay hachas y mandarrias, y para construir faltan manos. Hace falta multiplicar las segundas y disminuir las primeras.

Randy: Eso me lleva a otra pregunta, porque este año que estamos terminando ha sido difícil en lo económico, en lo social; ha sido un año difícil también para usted en lo personal ¿Cómo hacer esta obra tan monumental en medio de tantas dificultades? ¿Cómo enfrentarse también a la pérdida de identidad?

Eusebio Leal: En el combate fiero de Naranjo, en Camagüey – fueron cuatro acciones militares las llevadas a cabo por Máximo Gómez entre Las Tunas, un poquito más allá del Jobabo, en Palo Seco y después en tierra de Camagüey, – hieren a un joven oficial cubano, le dan un balazo en la pierna. Cuando lo llevaron allí al vivac donde estaban los médicos trabajando en las condiciones en que se podía en medio de una campaña heroica como aquella, el médico estaba ya con los instrumentos en la mano y al lado él se percató, herido y adolorido, de que estaban los serruchos. El médico le preguntó con frialdad: ¿cómo quiere que le deje la pierna, encogida o estirada? Y le respondió fríamente: “como me sirva para montar a caballo”.

En relación con lo primero que me dijiste la respuesta es esa: como me sirva para montar a caballo. Salí para montar a caballo y fue muy difícil montarlo en los primeros meses de este año; pero creo que todo mi pensamiento ha estado puesto en la obra, porque la obra llenó una parte tan grande mi vida que no sé si algún día me arrepentiré lo suficiente de haber olvidado otras. Pero esta, que fue como la vocación, ocupó el centro.

Y volví rodeado, claro está, porque nadie hace obras solo. Vine rodeado, porque el poeta necesita una musa, el pintor una visión y a los que no han visto o ya no ven pero vieron alguna vez, les queda una luz por dentro. Mi fuente de inspiración motivó a otros compañeros, a otros colaboradores, y regresé con ellos. Hemos recomenzado o continuado la labor en pro de restaurar y reunir, siempre con la idea de que no coleccionamos cosas viejas, y que de ninguna manera esto es el culto del pasado por el pasado, de que sin pasado no hay futuro, que hay que someter a crítica todo, pero también hay que preservar y sacar, como alguien le corta a la flor de tallo largo las pavorosas espinas para que no ocurra un accidente. Así hay que hacer con las cosas de pasado, quitar las espinas inútiles y dolorosas y salvar la rosa, que es lo más importante; y la rosa es el patrimonio cultural, el patrimonio espiritual, el patrimonio moral de un país que va desde la posesión individual de una foto que lo liga a su madre, a su padre, a su pasado, a su familia, a sus raíces; hasta cosas que son de carácter superior y entran en el mundo de los recuerdos imponderables, de los intangibles, de lo inmaterial que flota sobre las aguas como un espíritu.

Para eso trabajamos. Para eso me formé y trabajé. Tú aludiste al Decreto y a la ley. Está en bronce colocado el texto a la entrada del Museo de la Ciudad porque me di cuenta de que se trataba de algo trascendental para el patrimonio cultural a escala mundial. Como asistente a múltiples congresos y manteniendo correspondencia con expertos en todo el globo, ninguno dispuso jamás de un instrumento tan actual y tan previsor como ese Decreto ley 143, defendido una noche ante el Consejo de Estado bajo la presidencia del compañero Fidel. Él como letrado reformó, cambió y puntualizó consultándome durante varios días y noches, hasta que lo consideró terminado, dándole un carácter moderno a la proyección y buscando que no se convirtiera en una fantasía la utopía.

Fidel fue un gran defensor de la utopía. Creía firmemente en la noble idea de que se podía aspirar a lo imposible y por eso logró tantas cosas. La defensa a la utopía fue el lema escogido. Una defensa rabiosa de la utopía en medio de ciclones, de penurias económicas, de limitantes, de decepciones, de incomprensiones, para después obtener como resultado primero el reconocimiento de los cubanos, porque para mí lo más importante ante todo siempre es mi gente, mis compatriotas. Segundo, que desde Baracoa hasta Pinar del Río hayan surgido proyectos originales como los de Cienfuegos, Camagüey, Sancti Spíritus, Trinidad, Santiago… en donde quiera que fuera posible surgió un proyecto. En Bayamo, en Remedios… Son proyectos que tratan de tomar lo valioso y útil del nuestro. Lo acabo de comprobar en Santiago de Cuba viendo los frutos del trabajo de la Escuela Taller, el entusiasmo de los que rigen el Plan Maestro. Lo he visto en Camagüey donde ahora cumple 20 años la Oficina del Historiador. Lo he visto en Cienfuegos, admirablemente interpretado y hecho a la medida de la ciudad, que es lo importante.

Fidel nos enseñó que ni calco ni copia como decía Mariátegui, todo tiene que ser una creación heroica dadas nuestras circunstancias, y así ha sido.

 

Foto: Roberto Garaycoa

Foto: Roberto Garaycoa

 

 

Randy: El privilegio de haber conocido a Eusebio Leal hace ya algunos cuantos años me lleva a pensar que su espada más importante es la perseverancia. De un joven que apenas tenía 6to grado, entró a la universidad y se convirtió en Doctor y en unos de los intelectuales más reconocidos de nuestro país. De apenas un joven ayudante de Emilio Roig, llegó a ser el Historiador de la Ciudad, siguiendo su tradición y ampliando su obra ¿De dónde le viene esa perseverancia a Eusebio?

Eusebio Leal: Mi mamá fue la gran perseverante, fue la piedra angular, fue una madre romana en ese sentido. Su educación no era tanto en admoniciones, como en ese ejemplo práctico día y noche, mostrando cuál era el camino, bajo un lema que siempre repetía: “que tú no pases lo que yo pasé”. Ella no pudo ir a la escuela, tuvo que trabajar, y decía: tú no debes dejar de estudiar. Ella fue honrada, virtuosa y me dijo siempre: la honradez es el símbolo de la verdadera virtud, de ahí nacen todos los demás valores.

Después decididamente me tocó vivir el acontecimiento más glorioso de la historia, no me tocó vivir en el 68, – tiemblo pensando qué habría hecho -, no me tocó vivir en el 95, pero me tocó vivir la epopeya del 59, y recuerdo perfectamente – porque viejo soy – desde el asalto al Cuartel Moncada hasta los acontecimientos posteriores. Recuerdo mi vida en ese tiempo, a los compañeros que perdí en la lucha, que conocí o vi de lejos y de pronto un día desaparecieron en vorágines de la Revolución, de la insurgencia, y después los años de la Revolución consumada.

Vino la ruptura absoluta, fue como un gran cataclismo, una cosa que se derrumbaba por todas partes y de pronto iba apareciendo otra con una fuerza volcánica. Se levantó la tierra y nos vimos arrastrados por esa marea de la Revolución de la que hablaba Henry Reeve a Máximo Gómez, “iremos a donde la marea de la Revolución nos lleve”, a Manga Larga en Camagüey a cortar la caña en medio del agua y de los mosquitos insaciables, a los barrios periféricos de La Habana con la Alfabetización, a otras movilizaciones infinitas, a las brigadas sanitarias, a la milicias revolucionarias, y vivimos todas las rupturas personales, familiares o con las amistades.

Se cumplía aquel principio de que era sí o no, estábamos o no estábamos, y todo eso con su gran poder de generación de fortaleza, y al mismo tiempo con su gran capacidad de generar dolores y sufrimientos. Ver partir padres, amigos, parientes y poder ver después la estabilización, la victoria de la Revolución, haber asistido a la supervivencia de la única Revolución.

Cuando miro hacia atrás me pregunto: ¿A qué edad murió Bolívar? ¿A qué edad murió Martí? ¿A qué edad Gómez, García, Céspedes, Maceo? ¿Qué es esto? Nos tocó el privilegio de poder vivir y ver a los hombres de la Revolución; vivir y sobrevivir a ella, cambiarla, retomar el camino, analizar los necesarios extravíos, rectificar errores, cometerlos que es de humanos. Es una Revolución hecha por hombres, no por arcángeles disfrazados de seres humanos; y en medio de ese vorágine vivir, y de pronto, conmovidos por el resultado al vivir tanto, poder afirmar como el filósofo – tranquilos ahora ante este paisaje, sin que hayan desaparecido las inquietudes y zozobras, pero más tranquilos porque tenemos la experiencia necesaria: “Pienso, luego existo”. Quiere decir que si pensamos es que vivimos.

Randy: Estamos conversando hoy en la Mesa Redonda de Viernes con Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad, uno de los más importantes intelectuales de nuestro, sobre lo que cada viernes nos convoca a este programa: sobre valores, historia, de la vida también, de un hombre que ha visto la Revolución a lo largo de los años y que ha sido partícipe importante de las transformaciones que la Revolución ha provocado en nuestro pueblo.

Ha sido el 2016 también un año de contradicciones y de debate ideológico y creo que eso por supuesto también es parte del panorama que vemos cuando miramos hacia atrás este año que está terminando. Me gustaría entrar quizás en dos de las polémicas importantes que hubo este año. Primero: ¿para usted qué cosa es la cubanía, el ser cubano, el ser patriota?

Eusebio Leal: La cubanidad perdió un poco su sentido cuando se mal utilizó para englobar en ella el accidente de la cuna y de las conductas. La cubanía es otra cosa: la cubanía es la aceptación plena de lo que somos, con orgullo que no ofende a otros, porque siempre nos consideramos parte de la humanidad y parte de la América nuestra.

La cubanía es no fragmentar el pensamiento de los fundadores, sino comprenderlos en su tiempo. Me refiero concretamente al pensamiento de Martí, o al de Varona, o al de Heredia, o al de Luz y Caballero o al de Varela. Hay que poseer el conocimiento culto del por qué y para qué. A partir de ahí uno se siente más seguro y no una criatura que cayó de casualidad en una isla, que es como una barca que navega por el Caribe.

Esta isla tiene sus fundamentos, está anclada en lo profundo del mar y este es un archipiélago. El otro día le escribí a un amigo diciéndole que cuando Tomás Moro pensó en una isla utópica, en esa latitud del mundo, pensaba en la nuestra. Siempre he creído en eso firmemente. No deben estar desesperados ni angustiados los sembradores, porque si hasta ahora lo que se lanzó como semilla en tierra fértil no se ha visto florecer, florecerá. Aquí no hay que estar tratando de precipitar; hay que tener confianza, porque entre otras cosas ya no habría tiempo para volver a decir que la siembra que hicimos se echó a perder por esto o por aquello. Creo mucho en eso, en la parábola del sembrador: uno siembra y otro recoge.

Como Fidel, tengo una formación bíblica y una formación martiana, son dos elementos importantes. He estudiado profundamente a los clásicos del pensamiento revolucionario moderno y cada día me convenzo más de que las fuentes nuestras nos llevaban como dice Cintio Vitier en su maravilloso ensayo “Ese Sol del Mundo Moral”, de una manera directa e inequívoca, de la raíz al presente.

Si nosotros somos capaces, de verdad, de trasmitir no como consigna, sino con pasión sincera, con una devoción que no sea edulcorada, que no sea manida, que no sature, sino que crea de verdad en lo que dice… nadie da lo que no tiene Randy, cuando dices lo que tú no crees, algo hay de falso en tu palabra, y todos los días lo apreciamos en la vida real.

Te voy a poner dos ejemplos: una colaboradora mía muy querida se iba del país. Si mi colaboradora valoró que su destino como su familia estaban en otra parte y quería ir, que vaya. Hemos conseguido con mucho esfuerzo el disfrute y goce de nuestra libertad, pero ella lloró amargamente y me dijo: aprendí mucho y donde quiera que vaya llevaré el recuerdo de mi país y de usted.

La segunda fue una sorpresa hace unas horas. Se presentaba en todos los lugares, hablaba con mucha energía y de pronto sobre su mesa apareció el teléfono, la llave, unas pequeñas notas dejando cerrado el buró y desapareció al día siguiente. ¿Qué debo creer? ¿Más en lo primero o en lo segundo? Resueltamente creo en lo primero más que en lo segundo. No quiero falsas promesas, no quiero palabras de devoción circunstanciales. A mí me gusta la vida, como le gustaba decir a Fidel cuando mencionaba la poesía en la cual se refugiaba. En momentos difíciles recordaba a los poetas clásicos españoles y cubanos que tanto quería. “La vida que tenía ya la di”, decía un poema y es verdad. Nuestras vidas han decursado no en otra cosa que no sea en el servicio de nuestro país, y no porque seamos buenos… Muchas veces afirmo, como dijo honestamente un buen amigo cuando alguien le preguntó ¿y usted por qué se quedó?, y respondió: “No, yo me fui quedando, lo fui dejando para el día siguiente, para el otro, para el otro, y de pronto me quedé”

Porque las revoluciones son duras, son fuertes, en la UNEAC una vez me preguntaron y respondí en aquel congreso que fui como el Abate Sieyès cuando le preguntaron qué hizo durante la Revolución y confesó: “sobreviví a ella”. Ahora sobrevivir a la Revolución no es ir escapando por una esquina o por la otra. Sobrevivir es ir militando en ella, es no temer al soldado, es serlo.

En ese sentido creo que el decálogo de Fidel en el momento supremo de su madurez política, que está contenido en el concepto de Revolución, hay que desgranarlo y penetrar en cada una de esas conceptualizaciones para entender. Algunas abren unas incógnitas tremendas, las fuerzas externas las conocemos ¿y las internas cuáles son?, ¿cuáles son esas contradicciones?, ¿cuál es la verdad a la que debemos seguir?

El principio evangélico de la verdad os hará libres, es veraz, pero ¿cuál es nuestra verdad? Nuestra verdad tiene que ser creer profundamente en la solidaridad, creer en que todo pobre de la tierra es nuestro hermano, porque es creer en el principio cespediano de que Cuba quiere su libertad para extender una mano generosa a todos los pueblos del mundo; quiere decir no mentir nunca, ni omitir, porque hay veces que lo grave no es que te mientan, lo grave es que omitan y después te digan “no, no le dijimos eso Randy, para no darle un terrible disgusto”. No, ahora me lo van a dar dos veces, porque el omitir es también una forma de traicionar, sobre todo a los que dirigen. Hay que decirles siempre la verdad, aunque se corra el riesgo de que no la comprendan en el momento. Entonces así voy analizando el concepto y es cuando Fidel me parece más grande y más importante que nunca.

 

Foto: Roberto Garaycoa

Foto: Roberto Garaycoa

 

 

Randy: Sobre Fidel me gustaría retomar un poco más adelante en esta entrevista; pero hablando de polémica, usted que es un constructor de símbolos, porque la Habana Vieja es todo un símbolo para este país: Los símbolos nacionales han sido parte también de la polémica de este año. Usted ha sido uno de los polemistas más agudos en medio de ese debate. ¿Qué le preocupa sobre el uso de los símbolos?, ¿cuál es su pensamiento sobre cómo debemos usar los cubanos nuestros símbolos nacionales?

Eusebio Leal: Todo tiene su momento. Un día siendo joven entré en el cine del barrio chino, donde estaban poniendo una película. No sé porque me gustó la ópera china en blanco y negro, es extraño, y me gusta todavía; de vez en cuando pongo la televisión china y la veo. Pero en el cine pasó algo asombroso, una persona de pronto empezó a reírse y uno que estaba allí, que evidentemente era chino, le dijo: “oiga, esto no es pa lei, esto es pa llolá” y le dio una lección. Quiere decir que cada cosa tiene su lugar y tiene su momento.

Comprendo que no hice bien hoy, porque creo que, ni aún en la singularidad debe imponer uno sus costumbres. Tú has venido como debes venir y yo vine con mi ropa de todos los días al programa; pero hasta cierto punto le he dado dignidad a esta ropa, aunque sé que no debo ponérmela en todo momento. Pero comprendo, Randy, que cada momento tiene su propia exigencia y te diría lo mismo en relación a los símbolos nacionales.

Ahí está el paredón de los estudiantes del 71, lo que pasó ahí no tuvo nombre. ¿Acaso fue uno de los crímenes más odiosos que se cometieron en todo tiempo? Martí habla de que esa pared se convirtió en un día para Cuba en un baño de sangre, en un manantial, y te diría que es muy duro ver de pronto una cumbancha frente a ese monumento. Allí hay que ir con la cabeza descubierta, allí hay que ir con los niños y contarles que hubo un día funesto en que – no como aparecen en el cuadro, todos juntos, sino de dos en dos – fueron fusilados por un crimen que no habían cometido.

Algunos afirmaron que aquellos jóvenes habían cometido el crimen de la profanación de una tumba pero habían cometido “un crimen” más importante que era el de su cubanía, que brotaba en flor en sus rostros juveniles. Entonces a mí no me gusta ver la bandera cubana, ¡qué tanta sangre ha costado! vituperada. Martí pide que la pongan en su tumba. Cuando las señoritas de Camagüey le entregan la bandera bordada por ellas a Maceo él dice estas palabras: “Yo llevaré esta bandera hacia Occidente o volveré envuelto entre sus pliegues”.
Entonces, no quiero verla en el atuendo de un rumbero o en una rumbera, no quiero verla en una ropa interior, no quiero ver la estrella que iluminó a Heredia en una ropa impúdica. Quiero que se aprenda a valorar lo que la bandera significa. De lo contrario, ¿qué sentido tiene que el ejército esté dispuesto a morir por ella, y que se cuadre ante ella, y que le toque signos de clarín cuando se levanta y cuando desciende?

Creo que no puede denigrarse a la bandera y que eso está más allá de la ley. ¿Por qué llevan las naves de combate la bandera de Céspedes en el palo Bauprés? Porque hubo un valiente como el peruano Leoncio Prado que en Centroamérica se apoderó de una nave española y le puso Carlos Manuel de Céspedes y allí, en el palo Bauprés va la bandera de Céspedes. ¿Y por qué razón llevan la otra de las cinco franjas y el triángulo equilátero, lavada con la sangre de tanto sacrificio, la de Cárdenas, la que trajo el General Narciso López en momentos en que la corriente ideológica no era clara y algunos de buena fe creían que la estrella cubana debía pasar por el sur de Estados Unidos, no como un sentimiento, sino como un cálculo?

¿Cómo es posible entonces que los cubanos estemos dispuestos a decir que “en nombre de que el pueblo asuma lo que es suyo” la bandera puede emplearse vulgarmente? No, el pueblo que asuma lo que es suyo; pero cuando se toque el himno hay que levantarse. Cuando se está cubierto, hay que descubrirse. Solo los militares tienen el privilegio de estar cubiertos, porque saludan la bandera de Cuba. Entré en esa batalla por eso, y díganme lo que me digan, ese es el principio: ni colgada de mantel en ningún lugar, ni puesta en un mostrador, ni utilizada como vestuario ridículo. De ninguna manera. Pero la ley no lo puede contener todo, la ley no puede ir hasta el detalle, la ley tiene que ser flexible. ¿Es acaso malo que un deportista de Cuba en su uniforme lleve en el hombro el anagrama de Cuba? ¿Es imposible que un niño lleve en su pañoleta el escudo de su patria o el perfil de Martí? ¿Es punible que a un atleta que llora cuando ve su victoria olímpica le ofrezcan la bandera, para que la coloque sobre su hombro y corra emocionado? No, de ninguna manera. Hay diferencias, he ahí la cuestión.

Randy: Leyéndolo y también escuchándolo en varias ocasiones, tengo dos frases que me gustaría unir. Usted decía que “el subdesarrollo genera como mal terrible el olvido” y también ha dicho que “hay que ir a los jóvenes” ¿Cómo combinar en la acción de todos los días ese preservar la historia, los monumentos, nuestras propias vidas y, por otro lado, creer en los jóvenes que es creer también en el futuro?

Eusebio Leal: Empecemos por ahí, primero no creer que “tenemos” a la juventud cubana. A la juventud cubana siempre hay que conquistarla, los jóvenes son siempre nuevas generaciones, nuevas, nuevas y nuevas…Hay jóvenes que nacen viejos, tú los ves y actúan como viejos mentalmente. Es una cuestión genética. Y hay jóvenes para toda la eternidad. No muestran una actitud juvenil ridícula, sino una actitud juvenil consecuente: arresto, carácter, esfuerzo, sonrisas, capacidad creativa. Esa es la juventud, poder, energía, fuerza, voluntad de conquista.

Ahora, a eso hay que darle un contenido y una ética. Sabemos por el propio Fidel, en la amplitud de su doctrina política, que en ese concepto caben todos, porque debemos llamar a los virtuosos y a los que no lo son y atraerlos a nosotros y conquistarlos. Porque si no, ¿qué podríamos decir de algunos hombres que entraron en la historia por el camino equivocado y se transformaron luego en otros?

San Pablo, perseguidor de cristianos a las puertas de Damasco, se convierte en lo que luego fue: el Apóstol de los gentiles. Máximo Gómez, quien combate contra los suyos en la Guerra Civil Dominicana y no ve claro que el camino era el de Gregorio Luperón, se convierte en un libertador y muere como un gran libertador de América, despreciando todo poder que no fuera el de la gloria conquistada al conocer las contradicciones esclavistas y la sociedad brutal que había instaurado España en Cuba. O Braulio Coroneaux, quien se había alistado en el ejército de Batista y luego dispara en el Moncada y muere luchando por la Revolución.

Siempre hay una posibilidad y eso es válido para todos los jóvenes y para todo el que quiera venir y seguirnos. Ese debe ser el llamamiento ¡vengan todos a nosotros! Con sus singularidades, con sus características. En un mundo tan pluralista como el actual, nadie tiene el monopolio absoluto de la razón, por eso Fidel previó que en esta Revolución debía caber todo aquello y todos aquellos que tuvieran la posibilidad de construir con ella y de hacer con ella. Ese fue el espíritu de Mella, el fundador. Ese fue el espíritu de Frank y de Abel, de los cuales hay que hablar más.

Entonces, para mí no cabe duda, hay que conquistar y en esa voluntad de conquista entran todos los valores, los mejores valores cristianos, los mejores valores marxistas, los mejores valores de todos aquellos que luchan por un mundo mejor, que creen en la solidaridad, en el amor entre la gente, en la capacidad del sacrificio, en la utilidad de la virtud y el futuro, como decía Martí.

Randy: ¿Cómo combinar ese mirar al futuro con el preservar el pasado?

Eusebio Leal: No se puede ir al futuro sin el pasado. Hay que mirar atrás y ver de dónde vinimos. Cuando me refiero a que el subdesarrollo tiene como mal fundamental una especie de amnesia, es que siempre hay que comenzar de nuevo. Hay una especie de olvido de lo pretérito, un alzhéimer social. Se recuerda lo inmediato pero no lo pretérito, se vuelve a inventar lo ya inventado, se manifiesta como novedad lo que ya otro descubrió. No, un momento…Tengo que ir a José Agustín Caballero, el tío de José de la Luz que reformó la enseñanza en Cuba. Tengo que ir necesariamente a Heredia, porque así le dice Martí. ¿Acaso fue él quien sembró en nosotros ese amor a Cuba? Tengo que ir a Varona y a Luz y Caballero, tengo que acudir a ese sentido pleno de la educación y de la cultura. Tengo que apelar a la ciencia cubana.

Me pregunto: ¿Albarrán? ¿Cómo podemos olvidar a ese joven brillante o a Finlay por algo más que el descubrimiento del agente transmisor? Finlay era un gran médico, no descubrió eso por casualidad. A Poey, a Romay; y así podemos entender a los que han aportado, a los que han hecho hoy. Y entonces, sobre ese fundamento, Cuba es Cuba.

Cuba no es una improvisación de unas cabezas calenturientas, no es una invención de Martí como ha dicho un perverso. No se trata de una acumulación de anécdotas. Cuba es algo más que eso. Un fotógrafo vino ayer y me dijo: “he querido traerle mi carpeta”. La abrí y me quedé deslumbrado, porque estaba frente a un verdadero artista. Y me dijo: “Mire, esta la tomé en el Abra del Yumurí; esta otra en Oriente, con el ciclón, iba detrás con la cámara y el botero se detuvo para contemplar el paisaje y me dijo, muchas veces he visto esto, pero nunca lo he visto como hoy”. El deslumbramiento del país en un primer hecho; segundo, el concepto de la Patria. El concepto de que existe algo entre nosotros, una inquietud, una emoción, y que nos lleva a pensar que somos cubanos, y que como dice Martí, es ese dulcísimo misterio, esa ternura, que hacen que una palabra adquiera esa dimensión especial para nosotros en cualquier parte del mundo: cubano.

Y lo tercero, una nación, un estado de derecho, una búsqueda de la perfección, una búsqueda de la rectificación, del cambio, un ansia verdadera que no puede convertirse en consigna de que aquí sobrevenga como fruto del trabajo del cubano la necesaria prosperidad. Porque nadie da lo que no tiene, necesitamos prosperar, producir, para no depender de nada ni de nadie, para poder tener relaciones paritarias con todo el mundo.

Sobre todo somos herederos de una espada flamígera que se formó como la de Vulcano, en una fragua de dolor y sacrificio. Yo estuve con Fidel aquel día frente a la embajada estadounidense: los que vamos a morir te saludamos, era nuestro sentimiento. Y lo creíamos de verdad, que estaban ahí, pero no vinieron porque no quisieron. La espada está ahí, yo la levanto, créame. Pensaba anoche en un momento de insomnio en el día en que me trajeron la bella reproducción de la espada de Bolívar que está en la Casa del Libertador. Cuando comenzó uno de los eventos más vivos de nuestra historia y la presenté al público, tuve la tentación de desenvainarla, y levanté aquella hoja y me dije: “levanto esta espada, sé nuestro amparo contra el enemigo, álzate en medio del campo de batalla y defiende a nuestro pueblo”, recordando las palabras pronunciadas en el congreso memorable del Partido en Santiago, cuando bajo una lluvia torrencial se invocó a los muertos para que defendieran este suelo.

Creo, Randy que nuestros muertos defendieron este suelo, y que es verdad lo que está inscrito en el monumento a Antonio Maceo. Casi nadie comprende, pero en el monumento que mira a la tierra cubana hay una serie de figuras que se enmascaran en medio de velos y de las olas del mar, empujando un bote al agua. Ese bote es Cuba y los que llevan el bote al agua, según lo que quiso el escultor italiano Doménico Boni representar, son los espíritus de los muertos que la llevan al agua, dándole la promesa a Cuba de que esa barca llegue a su destino.

 

Foto: Roberto Garaycoa

Foto: Roberto Garaycoa

 

 

Randy: Eusebio, usted es un cubano universal, por su pensamiento, porque ha podido recorrer buena parte del mundo, y porque ha recibido también de ese mundo merecidas distinciones por todo su trabajo patrimonial. Hablaba de Cuba y la universalidad, este pequeño archipiélago que Martí dijo que sería el equilibrio del mundo, y que Fidel la convirtió de un país a un actor internacional. ¿Qué es lo que nos distingue a los cubanos dentro este universo? ¿Cuáles son las cosas que tenemos que preservar? ¿Cuáles son los desafíos que tenemos por delante?

Eusebio Leal: Es una pregunta realmente difícil, porque nunca puede llegarnos a nosotros la idea de que somos mejores, o que somos diferentes; pero en realidad diría que es un poco como cuando tú recorres Cuba de San Antonio a Maisí y constatas cómo el acento, nuestra forma de hablar, muta; vemos cómo la arquitectura y aun el paisaje cambia, y la isla es como una especie de maestra inicial de cómo debemos asomarnos al mundo en su diversidad y al mismo tiempo en su unidad. La naturaleza, la condición humana en todas las partes, las características singulares que son tan importantes, saber ir de lo general a lo particular y viceversa, es lo fundamental. Lo prueban los cubanos que regresan de otras latitudes y que han ido a prestar servicios desde el Himalaya hasta los bosques de América Central, o las selvas amazónicas, o los que prestaron misiones internacionalistas en África, en el Medio Oriente y son hoy cooperantes por los derechos de estos pueblos. Vuelven enamorados de la bondad, porque han chocado con lo mejor y lo esencial de la condición humana.

Dentro de esa diversidad los cubanos tienen sus características. Por ejemplo, la isla motiva una singularidad, porque la isla que antes fue separada por el mar, ahora está unida por el mar al mundo. Qué trabajo nos ha costado romper esa frontera. Recuerdo que cuando el cerco comenzó llegábamos a un puerto amigo, y nos fotografiaban de frente y de perfil, pero no subrepticiamente, sino a las claras. Era vejaminoso, era terrible; era una de nuestras salidas para poder ir a otra parte del mundo.

Cuando vemos cómo el mundo se abrió y cómo Cuba perseveró; cuando vemos entrar una blanca nave por el puerto rompiendo tantas y tantas ataduras; cuando vemos a los cubanos poseedores de su derecho de ir a cualquier parte del mundo, y comprobar que no es Cuba, sino que a veces la muralla la ponen los otros, nos damos cuenta de que el mundo es complejo, pero que al mismo tiempo vale la pena vivir.

Cuando salimos por la noche al Malecón habanero y vemos la multitud sentada en el muro nos damos cuenta de que siempre lo hemos esperado todo del mar, el fresco viento que llega del mar Atlántico; los indígenas que llegaron en sus armadías por el oriente de Cuba; los conquistadores y los descubridores; los asaltantes piratas; las expediciones de naciones enemigas: las expediciones libertadoras; las invasiones mercenarias, y al final de todo esto, nosotros somos y estamos.

Y somos gente hospitalaria, cuando vienen algunos que hacen una visita de una semana y después los veo frívolamente queriendo escribir un libro sobre cómo somos los cubanos confirmo que no han rebasado el límite de lo epidérmico. Les digo: penetren en la familia cubana, conozcan esa esencia que no se puede perder.

En mi casa recuerdo una visita muy amable de un amigo que llegó en momentos álgidos, y mi mamá era como un resorte, fue para la cocina, y de la exigua cuota de café que recibíamos vino con su tasa y se la puso en frente. Mi amigo, que era un hombre educado, le dijo “ay perdone, pero yo no tomo”. Mi mamá, un poco desconcertada, se la llevó, y le expresé a mi amigo: “Fíjate lo que te voy a decir, esto no es una taza de café, esto es una ofrenda, porque ella te está dando de lo que le gusta y de lo que no tiene, te lo está ofreciendo, acéptalo”, y aprendió la lección.

Quiere decir que debemos ser siempre hospitalarios. No le abrimos la puerta a todo el mundo, eso es mentira, quizás del mundo árabe por el que España nos introdujo, cuando ofrecemos la mesa tiene que ser que estemos convencidos de que el que se va a sentar es un amigo, de lo contrario lo recibimos en una salita protocolo, en el portal, en un taburete en el patio, o fuera de la casa. Somos además muy celosos de lo nuestro. Aunque queramos ser modernos, solamente la educación y el desarrollo nos ha llevado a ese sentido del compartir y en eso hay que profundizar.

El cubano es bueno por naturaleza, es más fuerte de lo que imagina, está más preparado para pasar trabajo que pocos en el mundo. Nada más que por una sonrisa o un malentendido con un estado poderoso se habría derrumbado una nación, y este país muerto de risa, con Liborio y su guitarra a la cabeza, se hizo cargo de su situación, la aceptó y sobrevivió.

Ahora nos queda el camino que lo ha trazado Fidel. En el momento en que se va le presta el último gran servicio en vida temporal al pueblo cubano, se acuesta en la trinchera y nos convoca: vengan y únanse, que la única forma de salvarnos es perseverar. Por último, deshace todas las concepciones que sobre su persona, su psicología y su espíritu han tenido sus detractores. No quiero busto, ni monumento, ni estatua, ni sello de correo, ni plaza, ni calle con su nombre, y hace un desafío a la frivolidad de los frívolos y se convierte en algo más importante.

Él sabe cuán difícil es la mente de los hombres y la evolución de las sociedades, y cree como Martí que lo más importante son las ideas, y eso es lo que hay que defender, las ideas. Esa es a partir de hoy la más importante joya de los cubanos, su legado martiano, su legado por ende cubano. Un legado íntegro en Martí, íntegro en Fidel, que se une creando una fuerza de pensamiento y de cultura, que aun en los necesarios errores y extravíos de los hombres y de los procesos políticos, emerge con una fuerza y vitalidad, para mí incontestable.

Randy: Fidel se nos fue físicamente, está reposando en esa piedra casi en forma de grano de maíz, en Santa Ifigenia, pero sus ideas andan volando por aquí, en todos lados. ¿Qué legado, además de ese profundo pensamiento martiano que usted nos hablaba, nos deja Fidel y qué tareas pendientes tenemos nosotros los cubanos con Fidel?

Eusebio Leal: La tarea es la obra de todos los días. Había una costumbre aquí el día de las madres de ponerse una flor roja por la madre viva, una flor blanca por la madre muerta. Para mí siempre fue todos los días en cuanto a la madre viva. En cuanto a la madre muerta, la recuerdo todos los días.

El mejor regalo a Fidel, le digo a mis colaboradores, es cumplir todos los días, que no haya reposo, que no haya un solo momento de reposo mientras exista una injusticia que reparar en este país o en cualquier lugar del mundo; mientas tengamos una lágrima que enjugar, un pan que llevar, uno al cual adelantar en el camino. En ese camino y en esa posición es como único admito la idea que se repite: “Yo soy Fidel”. No, yo no soy Fidel, yo quisiera ser como él, pero verdaderamente él fue excepcional. La única forma de perpetuarlo es hacer eso, y yo pienso que él nos dejó ejemplos suficientes.

Fidel fue un hombre, no lo olvidemos, y hay que admitirlo como un hombre y como un hombre cubano. Como tal hay que verlo y aceptarlo, y él se dio cuenta que como hombre era perecedero, y que como cubano en esta dimensión sería inmortal. Esa inmortalidad está metida en las palabras que no lejos del lugar en que le rendíamos tributo póstumo en el monumento de la Plaza de la Revolución, se inscriben con letras de oro, un pensamiento de Martí: “Si no existe un mundo a donde vayan los muertos la vida sería una mascarada bárbara”.

Pues bien, Fidel está para los que creemos en un mundo en el que nos encontraremos, está para los que no creemos y para los agnósticos en espíritu, pero está entre nosotros. Porque el espíritu es la palabra y es la obra, la obra que se hizo bien, la que no se pudo hacer mejor y la que se quedó por hacer. Ahí está el desafío, ver en cada cubano un cubano. Ver en cada uno toda la dignidad del mundo, extender la mano a todo el mundo y aun cuando la mano parece sucia, dar un abrazo; cuando nos piden caminar 100 pasos caminar diez cuadras. Quiere decir, para ser como Fidel hay que saber ir más allá, hay que saber trascender, y solamente así encontraremos el camino, el derrotero.

Decían en la Edad Media que en lo alto de una montaña crecía una rosa extraña, la rosa de Lil, y un enamorado para conseguirla tenía que subir al montículo, buscarla y traérsela a la novia. Hay que saber subir a la extraña montaña, lograr encontrar al amanecer la rosa de Lil, y traérsela a la novia. La novia de Martí y la novia de Fidel, la novia suya y la mía es Cuba.

 

Foto: Roberto Garaycoa

Foto: Roberto Garaycoa

 

 

Randy: Usted decía de Fidel en un emotivo homenaje unas palabras como estas: “Raras veces se puede reunir el esfuerzo de la mano; es decir la mano que empuña y al mismo tiempo las ideas que la gobiernan”. Tengo en la visual la linterna del Capitolio, la que se está restaurando, la que está siendo llevada a la posteridad por esa extraordinaria obra de restauración. Me gustaría pensar de usted igual que usted pensó de Fidel, porque usted ha sido al mismo tiempo pensador y creador, ha sido intelectual y ha sido constructor de una obra. ¿Está satisfecho con la vida, con su vida? ¿Cuántos sueños le quedan por hacer a Eusebio Leal?

Eusebio Leal: Francamente no, me obsesionan muchas cosas. Primeramente a mí me gustan mucho las cosas bellas, amo los libros, las esculturas, las cosas antiguas, amo las mujeres bellas, los niños. Aunque soy un poco herodiano después de mis relaciones con ellos, no quieras ver la cantidad de niños que saludo.

De pronto el tiempo pasó y se me fue con tanta rapidez que parece que todo fue ayer. Cuando cumplí 18, cuando cumplí 40, cuando cumplí 50. Esta vida en estas formas, en que se puede tocar, comer, vivir, recitar, mirar, es una. La otra es una incógnita. Para Fidel, que era agnóstico absolutamente, era una incógnita y siempre decía: si tuviera otra solución la vida me encantaría. Él no la veía, yo trato de verla, este es un bonito recuerdo de mis relaciones con él.

Sí me gustaría haber tenido otra vida. Es más, hace muchos años dije que para poder terminar las cosas que quería me haría falta una otra vida que ya había pedido prestada y desgraciadamente hasta ahora el prestamista no ha aparecido. El tiempo se va y hay dos cosas que quiero dejar terminadas. La primera: un raro y bello monumento a Martí que está en la ciudad de Nueva York, que fue un regalo de Cuba. Estoy contando día a día el dinero que me informan llega de manos diversas para lograr realizar la reproducción exacta, y lograr traer esa romántica, bella y exclusiva estatua de Martí a La Habana el próximo año.

La segunda: ver iluminarse la lámpara del Capitolio. Pero fíjate, hubo algo en el Capitolio que quedó inconcluso. El arquitecto Félix Cavarrocas ordenó sembrar bajo el Capitolio cientos de troncos de jiquí para sostener en un suelo al parecer poco resistente una cúpula de miles de toneladas. Creó una cripta y en el año 53 se hizo una parafernalia para llevar allí los restos de un mambí que nunca fue, porque el fundamento tenía que ser el soldado libertador, anónimo, que fue a combatir y a morir por una libertad con la cual soñaba.

Entonces, por voluntad del General Presidente Raúl Castro, se llevarán allí las cenizas del mambí y se colocarán en los cimientos del Capitolio. Mañana, cuando esta entrevista esté publicándose, habrán colocado la lámpara votiva maravillosa de mármol rojo y bronce, donde se va a encender en su momento la llama, y para marzo del próximo año estará colocado ya el cenotafio, y podrán venir las cenizas de un mambí desconocido. Ese lugar misterioso está rodeado de todas las banderas de las naciones latinoamericanas que arropan el sueño existencial de Cuba. Es en lo que creo con una gran fortaleza. Si como un pequeño grano de arena en el mar inmenso mi trabajo ha servido para algo así, habría valido la pena.

Randy: Como amigo y como cubano le deseo mucha más vida para que pueda hacer esos sueños, y para que pueda hacer otros muchos, que son también los sueños multiplicados de nosotros, que queremos que no solamente sea pan la vida, sino también belleza, como usted nos dice.

Muchas gracias por todo lo hecho, muchas gracias por lo que sé que va a seguir haciendo Eusebio, y muchas gracias sobre todo por haber terminado este 2016 con nosotros en esta Mesa Redonda.

A nuestros televidentes, feliz 2017, año nuevo, y nos seguiremos viendo por acá. Seguiremos hablando de Cuba y el mundo, de lo que tenemos que hacer, de lo mucho que nos falta, y también de ese nuevo mundo que tenemos que construir y que hay que hacerlo como dice Eusebio todos los días.

 

 

Transcripción: Yanet Muñoz, Maybel Potrillé, Dayana Lourdes Puertas y María del Carmen Ramón / Mesa Redonda / Cubadebate

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