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Entrevista al profesor Salomón Gadles Mikowsky

20 de junio de 2013

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Salomón Gadles Mikowsky / Foto: Alexis Rodríguez

Quisiera que habláramos sobre la génesis de este primer Encuentro de Jóvenes Pianistas y fundamentalmente el por qué en escenarios del Centro Histórico habanero. Quizás la idea surge por la relación que usted ya tiene anteriormente con la Oficina del Historiador y con el Centro Histórico.

Hay que empezar por el hecho de que yo nací frente al Capitolio Nacional, y en el año 1955, teniendo 18 años, tuve la oportunidad de continuar mis estudios de música – era alumno del maestro César Pérez Sentenat y de otros músicos cubanos – y obtuve una beca en la Juilliard School de Nueva York. Y después desarrollé un problema neurológico de un nervio pinchado en la nuca que me afectó la mano derecha y tuve que dejar de contemplar una carrera pianística. Por eso, me dediqué a la pedagogía y uno de los elementos es que al ver que no iba a tener una carrera pianística decidí hacer un doctorado en la Universidad de Columbia y tuve el placer de dedicar mi tesis a la música cubana del siglo XIX. Eso lo escribí en el año 1973 y en el año 1988 se descubrió que había un libro en inglés extenso sobre la música cubana y Cervantes, y entonces a Odilio Urfé y a otros músicos cubanos les pareció muy importante traducir al español una porción pequeña del libro, lo que era de más interés, y lo publicaron en el año 1988 y ahora tengo la idea de que volverán a republicarlo.
Yo soy muy cubano, yo tengo un nombre europeo. Mis padres eran judíos que emigraron a Cuba desde Bielorrusia y de Polonia. Entonces he hecho una carrera internacional como profesor y he tenido festivales en muchas partes del mundo dando conciertos en conjunto. Ellos tocan por su parte, hacen su carrera, pero además nos hemos reunido periódicamente en los veranos a hacer un festival. Y yo pensé que ya estoy llegando al momento de la retirada y quería que esos festivales fueran en mi patria, en La Habana. Ya yo tenía contacto con la oficina del Historiador, con Eusebio Leal, a quien conocí por mediación de Raúl Roa, y entonces en ese momento yo había estado aquí para el concurso Ignacio Cervantes y había escuchado un concierto de jóvenes estudiantes de piano y me había quedado muy impresionado con el nivel y entonces averigüé y parecía que no había una sala idónea para que esos jóvenes muchachos pudieran dar sus recitales de graduación. Entonces hablé con el Historiador de mi deseo de contribuir para reformar un edificio, una sala, alguna parte que fuera adaptable y él contempló durante varios años varias posibilidades y ninguna era la idónea, hasta que por fin hace tres años o algo así ya me dio la buena noticia de que iba a convertir la antigua sala de matrimonios del Casino Español en una sala de conciertos y creo que por la sugerencia de uno de los importantes pianistas cubanos – en este momento se me olvida el nombre – se le dio el nombre de Ignacio Cervantes, y como mi tesis es sobre Ignacio Cervantes me parece fabuloso.
El Historiador me dijo que no necesitaba nada de mí, excepto el piano, y entonces fue cuando yo compré un piano Steinway de gran cola en los Estados Unidos pero era un problema muy grande por el embargo poder traerlo a Cuba, y entonces fue una odisea pero logré que el piano llegase a La Habana a través de Canadá. Contemplé mandarlo por México, por China, por Alemania, pero salió por Canadá por fin. Y estoy muy contento con los resultados.
Y entonces todo esto ha conducido a que el Historiador, que dio un viaje hace un año a Nueva York invitado para dar una conferencia, pues estuvimos juntos y después da la casualidad de que el vuelo de él de regreso a La Habana coincidió con el vuelo mío de venida a La Habana y entonces estuvimos sentados juntos en el avión y durante esas dos horas – que son preciadas para mí porque él está tan ocupado – pudimos planear esto, saber exactamente de qué se trataba y él le dio el visto bueno y puso a Miriam Escudero a la cabeza de un equipo fabuloso que me ha apoyado y que ha sido muy efectivo. Entonces acordamos que se llamaría no Festival sino Encuentro, porque en realidad mi intención era que mis alumnos internacionales, incluyendo a una cubana que estudia conmigo, Willanny Darias, que se familiarice con la escuela cubana de piano, que existe y que es de alta calidad.
Después de todo Cuba tuvo la suerte de poder enviar a sus mejores pianistas a estudiar en Moscú, a estudiar en Polonia, pero los principios musicales pianísticos son los mismos. Entonces a mí me da mucho placer venir y que un segmento importante del festival… Claro, en el festival la mayoría de los pianistas son los internacionales porque son los que no se oyen aquí. Yo no tengo por qué venir a Cuba a organizar un festival de pianistas cubanos porque eso se puede hacer aquí fácilmente, pero yo he apoyado a un par de los pianistas cubanos que van a participar para que puedan venir, uno está en Portugal, y han sido recomendados por diferentes personas. Yo no estoy aquí y no sé a quién escoger, pero a uno lo escuché, a otro lo oí en el Carnegie Hall y, claro, si esto continúa, como son las intenciones del Historiador, pues tendremos la oportunidad de que otros pianistas cubanos participen y yo traiga a otros alumnos que no se repitan.
Pero creo que lo principal es la oportunidad de escuchar a jóvenes que han hecho grandes logros internacionales, que se escuchen unos a los otros y que sea un signo de amistad entre la escuela pianística de donde yo vengo y la escuela pianística cubana.

 

Hay algo que usted mencionaba que me parece muy interesante y es la confrontación entre los pianistas cubanos y los pianistas jóvenes de otras partes del mundo que participan en el Encuentro. ¿Esa confrontación, aparte de ser provechosa, la siente usted como necesaria no solamente para Cuba, sino para el mundo con Cuba?

Yo no lo llamaría confrontación, es simplemente un intercambio. Yo creo que Cuba, por supuesto debido a la política estúpida de los Estados Unidos, está ahí, y sola, está aparte. En los Estados Unidos hay un movimiento musical extraordinario. Yo vivo en Nueva York, y uno piensa que todos estos jóvenes tienen la oportunidad de escuchar, no voy a decir a los más grandes del mundo, porque aquí ha tocado Barenboim, que ha querido venir a Cuba y demás, pero los alumnos míos no son consagrados de este tipo sino que son jóvenes que han tenido éxitos y de todas maneras tienen mucho que ofrecer y creo que es una oportunidad para los jóvenes estudiantes cubanos y el público de escuchar a pianistas que nunca se escuchan aquí en una cantidad, uno detrás del otro, en una cosa muy intensa, en un repertorio increíble, lo más importante que se ha escrito, obras completas. La Iberia completa, nunca se ha tocado La Iberia completa en Cuba, premiéres de obras contemporáneas que nunca se han escuchado. Entonces es una cosa muy positiva.
Lo que pasa es que ya han tenido lugar dos conciertos: en la sala Cervantes una niña de 15 años tocó un recital de música internacional y después tocó música cubana. Y ya yo expliqué, y trato de que mis colegas comprendan que es muy difícil para una niña china tocar la música cubana como nosotros la sentimos. Verdaderamente yo vivo fuera de Cuba y no estoy al tanto de las interpretaciones de Cervantes, de Lecuona, que mis colegas tienen. Cada uno tiene su opinión. Entonces, claro, se le puede criticar desde el punto de vista de que si alguna cosa aquí y otra cosa allá, que si muy rápida la danza, si está muy lenta, que si el ritmo de Lecuona. Pero de todas maneras yo creo que lo importante no es que toque tan bien a Cervantes y a Lecuona sino que lo toque en su país, porque ella ha dado un recital en Pekín, la capital de China, y ha tocado a Cervantes y a Lecuona y los estudiantes del conservatorio de allá y los profesores se han quedado fascinados y nunca habían oído esta música. Entonces a mí, como tengo alumnos en todas partes del mundo y todos tocan música contemporánea y música cubana y española y francesa, de todas partes, lo que me interesa no es venir aquí a que si es la perfección absoluta del estilo cubano, lo que me interesa es que se aprecie el que estudiantes extranjeros la toquen. Los pianistas cubanos que fueran a China y quisieran tocar música china seguro no lo iban a poder hacer tan bien como los pianistas chinos porque no entienden esa música, no es parte de su tradición, pero lo que sí me preocupa es que vi mucho público, estaba lleno, pero no vi suficientes estudiantes. Vi a los profesores, algunos, pero no vi a sus estudiantes. Eso es lo que no comprendo. No comprendo cómo es posible que haya esta oportunidad y que los estudiantes no se enteren, porque yo sé que ellos vendrían. No sé cómo explicarlo. Me entristece. Espero que esto cambie, espero que desde hoy en la Basílica yo pueda ver lo que me interesa: a la gente joven. Todo se inició a base de mi deseo de que haya una sala de conciertos para los jóvenes que yo escuché en el año 2000, hace trece años, y ahora quisiera también en el futuro que este tipo de actividad tenga un elemento pedagógico.
Para darle un ejemplo, yo he tenido festivales, y en estos festivales los alumnos no solamente estudian sino que estudian en el conservatorio y hay diez o doce sillas alrededor del piano y los alumnos del Conservatorio de Tenerife, de Madrid, de las Palmas de Gran Canaria, de París, ¿qué están haciendo? Sentados escuchando a los alumnos estudiantes. Si los alumnos estudiantes cubanos escucharan a cualquiera de estos jóvenes pianistas o a esta niña de quince años estudiar, de una forma cuidadosa, repitiendo, tratando de obtener los valores más bellos, aprenderían muchísimo y verían cuál es la dedicación necesaria para lograr lo que estos chicos han logrado.
Todo eso es muy positivo, pero hace falta la cooperación del mundo musical cubano.

 

Usted ha sido profesor durante muchos años, y muy reconocido, y además ha tenido alumnos de diferentes partes del mundo que participaron en este Primer Encuentro de Jóvenes Pianistas. Ya usted lo decía, cada país tiene sus características incluso a la hora de ejecutar música, sea en el piano, sea en cualquier instrumento. Pero como profesor, ¿cómo ha sido ese proceso de darles clases a diferentes culturas y a diferentes caracteres, cómo ha sido eso?

Yo creo que es muy importante en la formación de un maestro tener la oportunidad de tener alumnos de diferentes nacionalidades y ese background, pues tienen historiales diferentes. Entre los valores míos primero que nada está la belleza, la belleza del sonido, la belleza de la interpretación, la fidelidad al autor, pero sin dejar de entender que el papel que hace el intérprete es muy importante y que hay que tener imaginación para poder recrear estas grandes obras de una forma que le permita al pianista
– estamos hablando ahora del piano, porque soy profesor de piano, puede ser de cualquier instrumento – poder interpretar y al mismo tiempo demostrar su personalidad. Y yo creo que mi labor se centra en poder encontrar en cada alumno su personalidad. Y eso se puede ver, por ejemplo, en figuras internacionales. Por ejemplo Brendel, un pianista que es famoso por tocar Mozart, por tocar Schubert, por tocar Beethoven. Él cuando joven estudió todo, pero él no toca a Rashmaninov, no toca a Chopin, no toca a Prokofieff. Se ha dedicado a su especialidad. Él estudió con profesores como Elvin Fisher y otros que compaginan con esa característica de Brendel.
Ahora, yo me imagino que si los padres de Brendel cuando vieron que tenían un niño muy talentoso hubieran dicho: “Vamos a llevarlo a que estudie con Rachmaninov”, Rachmaninov es lo opuesto de Brendel. Es el virtuoso, la libertad interpretativa, el rubato, cosas totalmente ajenas al estilo de Brendel. Es posible que Brendel nunca hubiera podido desarrollar su arte si el profesor no tenía la capacidad de poder adaptar su gran genio al de Rachmaninov, a enseñarle a alguien con un temperamento diferente. Entonces lo mismo ocurre de lo contrario.
Entonces yo eso lo entiendo muchísimo y me doy cuenta de que mi papel tiene que ser el profesor que es todo al mismo tiempo y descubrir y darles a los alumnos la oportunidad de escuchar diferentes versiones.
Yo tengo una discoteca que es muy importante. Desde que tengo 18 años he estado colectando interpretaciones importantísimas, cosas históricas, y los alumnos cuando tienen sus clases tienen oportunidad de comparar. Y por ejemplo yo recuerdo cómo una vez estábamos por España, yo estaba produciendo un mini-voz con doce alumnos y puse el radio y estaban tocando una mazurca de Chopin y no habían anunciado quién era el pianista, y entonces yo les dije a mis alumnos que sugirieran quién podía ser el pianista y por qué. Y es fascinante ver la cultura que habían adquirido muchos de ellos al poder decir: “Debe ser Freedman”, y el otro decir: “No puede ser Freedman porque la mano izquierda hizo esto y lo otro”, y otro decir; “Yo creo que es Miguel Angelli”, y el otro decir: “Sí, puede ser Miguel Angelli, pero date cuenta de que Miguel Angelli no haría esto ni haría lo otro”. Ese conocimiento intenso de las cualidades interpretativas de los grandes artistas es como ir a un museo y poder reconocer las diferencias entre Velásquez, entre Durero, entre Monet y saber que este es este y aquel es el otro.
Esa cultura que se puede obtener en Nueva York, que se puede obtener también en grandes ciudades donde hay la posibilidad de comparar Cuba no la tiene. Y por eso este pequeño esfuerzo les da la oportunidad a los estudiantes – si vienen – de poder decir: “Mira, esta niña toca a Prokofieff de esta manera, esta toca a Liszt de aquella manera”.

 

Usted hablaba de que ha tenido alumnos cubanos.

Solamente una.

 

Una alumna cubana, y antes hablaba también de la escuela cubana de piano.

Sí.

 

Sabemos que hay una larga tradición en Cuba de autores de música para piano y de ejecutantes de piano, ¿pero se puede hablar de una escuela cubana de piano?
Yo creo que sí, porque Cuba, una pequeña isla, ha producido grandes talentos, y muchos cuyos nombres han desaparecido por la mala suerte de las circunstancias de sus vidas, pero de un talento extraordinario. Yo tengo un poco de problema de memoria ahora, pero por ejemplo pensar que José White, un violinista negro, era catedrático del conservatorio de París en pleno siglo XIX es un lujo, y había otro gran pianista cubano negro que fue catedrático del conservatorio de Hamburgo. Es decir, es un amor al piano. Cervantes mismo, por lo que he podido leer, por los datos que he recopilado lo demuestran, y por su música, la música de las danzas, que es mucho mejor que la otra música donde él trata de imitar a los compositores europeos contemporáneos que es un poco superficial.
Pero el hecho de que Cuba después de la Revolución haya podido enviar a sus mejores talentos a estudiar en Europa, en el conservatorio de Moscú… Yo no voy a mencionar nombres, porque como no vivo aquí creo que voy a dejar fuera a algunos pianistas que se merecen ser reconocidos, pero sí creo que Cuba tiene en Cuba y fuera de Cuba grandes pianistas y han sido reconocidos, admirados. Y quiero mencionar a uno, porque no vivió aquí, que fue coterráneo mío en el sentido de que él también era de origen judío y se fue a estudiar al Curtis cuando era joven, Jacob Lateiner, que es un gran músico profesor de la Juilliard, gran beethoveniano. Entre los que están fuera, a Horacio Gutiérrez, que tiene una gran carrera – menciono los de fuera, de los más reconocidos –, Jorge Golet, Golet ha sido una gloria de Cuba.
Porque no importa dónde vivan ni dónde estén ni cómo piensen ni cuáles son sus actitudes políticas, somos todos cubanos y tenemos que honrar a nuestra Patria. Así es que creo que sí existe una escuela cubana, que se pueda decir que es como la escuela rusa o la escuela francesa no, Cuba es una isla. Estamos hablando de los logros de los músicos cubanos que han tenido la oportunidad de tener grandes maestros y de poder demostrar con su talento lo que han aprendido y lo que son capaces de hacer.
Usted tiene una amplia experiencia y un profundo conocimiento sobre el piano. En su opinión, ¿hay muchos jóvenes interesados en el mundo en estudiar este tipo de instrumento, este tipo de música, a pesar de otras fuertes sonoridades que nos invaden actualmente?
Bueno, uno de los grandes problemas es que se ha puesto de moda la competencia. Los datos biográficos míos indican que mis alumnos han ganado más de 150 concursos. Es un número ridículo que me da pena que aparezca en mis datos biográficos porque es una exageración, ya 100 es bastante. Pero da la casualidad que se acaba de escribir una biografía, una alumna doctoral mía su tesis ha sido mi vida y mi contribución pedagógica, y ella decidió poner la lista de todos mis alumnos en todos los concursos que han ganado y la verdad es que son más de 150. ¿Y qué pasa? Que vienen alumnos del mundo entero y tocan a mis puertas y yo les pregunto: “¿Por qué tú quieres estudiar conmigo?” Y me dicen: “Sus alumnos han ganado muchos concursos, y yo quiero ganar un concurso”. Y yo les digo: “Tú tienes que estudiar  por otra razón, no por ganar.” Los alumnos podrán ganar concursos pero los ganan no porque quieran ganar un concurso sino porque aman el piano, aman la música, y entonces pues yo les digo cuando están listos por qué no vas aquí, por qué no vas allá. Pero esa no es la meta, la meta es la belleza. Yo he tenido grandes alumnos que no han ganado concursos ni les interesa ir a concursos. Quizás son hasta mis preferidos. Pero el problema principal es ese: los valores.
En este momento China tiene una fuerza extraordinaria, porque mi gran amigo, el gran pianista Lang Lang, que es muy criticado porque hace muchos gestos cuando toca, pero él se ha ido madurando y tiene un talento extraordinario, se le pueden criticar muchas cosas, pero hay un talento extraordinario, y él me invitó a darles clases a los profesores de un conservatorio de donde él nació y él está muy interesado en la educación musical de la juventud china. Entonces la popularidad de él es tan grande que cada padre y madre en China quisieran que su hija o hijo fueran otro Lang Lang. Y tengo entendido que hay 30 millones de estudiantes de piano en China y en la clase mía ahora casi todos son chinos. Y al trabajar con estudiantes chinos, los buenos, los mejores son buenos de cualquier nacionalidad, pero he encontrado que en realidad los chinos tienen más flexibilidad interpretativa que por ejemplo los japoneses y los coreanos. Es una cuestión cultural. A los japoneses les gusta estudiar no en Nueva York, les gusta estudiar en Europa, porque piensan que Europa es la fuente de la cultura, y lo que ocurre es que cuando van a estudiar a Alemania o a estudiar a Francia no adquieren el suplemento que necesitan para que su pianismo sea más redondo y más completo. Nueva York ofrece eso, todas las escuelas. Los refugiados judíos que vinieron de Rusia, de Alemania, de Francia, todos, y otros que no son judíos, han asentado en Nueva York todas las posibilidades, y la mente de los críticos neoyorkinos es también muy abierta, no es pedante para nada.
Entonces lo principal son los valores. Aquí en Cuba me imagino que los jóvenes pianistas quieren tener la posibilidad de aprender lo más que puedan y de tener expansión, de poder ver el mundo, escuchar, y a veces eso es muy difícil políticamente, económicamente, y entonces yo creo que lo que venga de fuera hay que aprovecharlo. Sería fantástico que un alumno pudiera estar en Nueva York, pero mire: esta niña que acaba de subir las escaleras va a tocar en el Museo Metropolitano de Nueva York creo que en octubre, las entradas valen 60 dólares y está todo vendido; entonces va a tocar aquí y a lo mejor la gente ni va a escucharla o no tantos y en Nueva York los discos de ellas han sido best seller, las grabaciones de lo que va a tocar ha estado durante tres semanas como en el número cinco y en el número uno de los discos clásicos más vendidos en todo el mundo.

 

Es decir, que la música clásica, música de concierto, se sigue consumiendo.

Sí.

 

Maestro, ¿cuál ha sido su mayor satisfacción en esta carrera tan ardua y tan difícil de enseñar y dedicarse al piano?

Son dos. La mayor satisfacción la tuve cuando escuché a Yuan Sheng, el alumno chino que va a tocar el viernes, ganar el primer premio en el Cervantes, no es que ganara el primer premio sino que tocó el concierto de Chopin No. 2 con la Orquesta Sinfónica Nacional.  Yo estaba arriba en el teatro Amadeo Roldán y la última vez que estuve ahí antes era cuando era un niño. Ahí escuché a Rubinstein, a Branowski, a Renata Tebaldi, a Mario del Mónaco, y para mí estar sentado en ese mismo teatro 50 años después y oír a mi alumno tocar de esa manera, eso no tiene precio. Y ahora, de todos los festivales que he tenido, nada se puede comparar con la oportunidad de hacerlo en mi patria.

 

¿Cuba sigue siendo su patria?

 

Absolutamente.

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