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En la muerte de Guillermo Rodríguez Rivera

19 de mayo de 2017

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Guillermo Rodríguez Rivera (Santiago de Cuba, agosto 21, 1943- La Habana, mayo 17, 2017 )

 

Murió Guillermo. Ya nadie más le oirá decir sus chistes, los epitafios que, junto a su entrañable amigo “El rojo”, inmortalizaran a poetas y trovadores.

Dijimos adiós a Guillermo. Para nuestra generación no hacían falta los apellidos. Decir Guillermo era lo mismo que El gordo, Guillaume de la Riviére, el Guille, Memo para sus familiares, El niño entre los más íntimos: otra vez Wichy, Conte, Jesús, El negro Fuentes.

Hace setenta y dos horas lo visité en su cama de hospital, sin saber que sería la última vez que lo vería. Estaba adolorido, entumecido, dependiente totalmente de Marlen, su amorosa mujer, la que lo ha acompañado en los últimos doce años, brindándole su apoyo, quien como una simple compañera le ha servido de bastón, de luz para sus ojos, de manos para escribir sus últimos libros, de medicina para calmar sus dolores, de madre para calmar su angustia.

Se fue Guillermo. Un enjambre de buenos amigos acudió a la funeraria donde acompañaran sus cenizas. No hubo discursos de despedida, solo flores, muchas flores junto a su retrato. Y en los pequeños grupos cada cual hablaba de un recuerdo, una anécdota, la vez aquella en que El gordo dijo, o cuando en Santiago nos reuníamos en casa de los suizos…

Hace poco menos de tres meses se presentaron sus últimos escritos. Un libro que calificara, con su acostumbrado humor, como su “Niagarita”, recordando a Rubén, el nuestro, el de los versos desvelados de su insomne pupila; o su best seller: Por el camino de la mar o nosotros los cubanos, en su tercera edición, gracias a la generosidad de Eusebio Leal, el magnífico historiador de nuestra capital, el amigo que le tendió antes la mano y le alivió la invalidez de los últimos meses.

 

Por el camino de la mar... (Small)

 

Por el camino de la mar recibió también el elogio del inolvidable poeta Cintio Vitier y Guillermo, agradecido convirtió esas palabras del Poeta Mayor en la presentación de su libro. El otro título fue Las crónicas de segunda cita, una selección de artículos escritos a propósito de los más variados temas, tantos nacionales como internacionales, estos referidos fundamentalmente a aspectos como la guerra, el neoliberalismo, la violencia; y del plano nacional los conflictos sociales, económicos o culturales, de esos que casi todos hablan en la calle pero son ignorados por los medios de comunicación. De ahí que fueran publicados en el blog de su amigo Silvio Rodríguez de donde son sacados al libro impreso por Ediciones La Memoria, en su colección Coloquios y Testimonios.

En el gran salón donde estábamos reunidos apareció un viejo amigo santiaguero, que hacía casi medio siglo no veíamos. Y empezamos a recordar aquellos años, cuando el joven Guillermo escribía noche a noche, cuando terminaba su faena como profesor universitario, los versos de lo que sería El libro rojo, aludiendo al del mismo título del dirigente chino, en boga por aquellos finales de la década prodigiosa. Libro cuyos poemas se refieren a su Arte poética, a la historia de Cuba, a Viet Nam, de la desaparición del estado y de tantas otras cosas de las que nadie hablaba entonces, por eso fue imposible que alguien se atreviera a publicarlo pese a recibir mención en el Concurso Casa de las Américas. Finalmente vio la luz cuarenta años más tarde El libro rojo, que fuera calificado por un excelente crítico, Jorge L. Arcos como profundo y original y “el libro que amerita hablar de una poesía de la historia”.

 

Las crónicas de segunda cita (Small)

 

Y qué decir de sus poemas, algunos de los cuales han ayudado a los novios a enamorar a sus muchachas, otros han servido como estímulo para empezar a leer poesía, como aquel estudiante del taller literario “Wichy Nogueras”, de la CUJAE, que me decía que los poemas de esos dos poetas, Wichy y Guillermo, le habían despertado el interés por leer poesía y un poco más tarde, por escribirla.

Despedimos a Guillermo, el poeta, el novelista, el amante, el amigo, el ensayista, el que iba hurgando en los vericuetos intocados de nuestros conflictos, de nuestros errores, de esas causas que parecen perdidas y que él fue despojándolas del misterio, sacándolas del oscuro olvido para llevarlas hasta el debate . Por eso, su voz seguirá cantándole al futuro. Como dice en su poema “Para salir del siglo xx”:

Yo prefiero las glorias del futuro

y no tengo lecciones sino asombro.

Quiero hijos que me borren,

días que aplasten a mis días.

Quiero un camino nuevo,

una esperanza haciéndose en mis manos:

la juventud, una vez más, inventando la vida.

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