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“El otro Cristóbal”, una presentación muy especial

14 de diciembre de 2017

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“Es una película que podemos calificar de delirante, incoherente, hasta demencial, pero es maravillosa, imágenes sorprendentes galopan en la pantalla. Todo se mueve, todo baila, todo canta en medio de los decorados extravagantes. Es la película más loca, más deliciosamente delirante y más poética que se ha visto en mucho tiempo”. Comentarios elogiosos como estos, extraídos de la prensa francesa, fueron prodigados en Europa a raíz del polémico estreno, el 22 de mayo de 1963 en el Festival de Cannes, de El otro Cristóbal, realizada en Cuba por el francés Armand Gatti (1924-2017), poseedor entonces más de una amplia trayectoria como dramaturgo y cuyo acercamiento al cine se limitaba a su película autobiográfica El cerco (L’Enclos, 1961).

La edición número 39 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano ha programado una Presentación Especial de la copia restaurada de esta primera coproducción franco-cubana para el sábado 16 a las 12:30 p.m. en el cine La Rampa. Se trata de la primera exhibición de la copia restaurada del filme, resultado del convenio suscrito en el 2015 por el ICAIC con el Centre National du Cinema et de l’Image Animée (CNC).

Durante los primeros años de la década fundacional de los sesenta del siglo xx, el nuevo cine cubano promovido por el naciente ICAIC invitó a numerosos cineastas extranjeros a transmitir sus experiencias a los técnicos criollos que se formarían sobre la marcha. Incitaban a esas figuras los acontecimientos que trascendían las fronteras de esta pequeña isla y conmocionaban al mundo. Marker, Ivens, Karmen, Varda… desde sus muy dispares puntos de vista aportaron interesantes documentales paralelamente a varias tentativas de aprehender la nueva realidad a través de la ficción por el checo Vladimir Cech (Para quién baila La Habana), el germano Kurt Maetzig (Preludio 11) o el georgiano Mijaíl Kalatózov (Soy Cuba). Consecuente con su propio estilo, desarrollado en la escena, Armand Gatti optó para su película el muy riesgoso tono de poesía filmada.

Pero, ¿qué es la poesía para este realizador? Una consecuencia de su preocupación por los problemas urgentes de nuestro tiempo, de su sensibilidad abierta a todo lo nuevo, que lo condujo a emprender el camino más difícil. Para escribir el guion de El otro Cristóbal, a partir de su satírico argumento, Gatti empleó toda su ilimitada imaginación con el fin de crear esta película “que no se parece a ninguna otra, porque mezcla el sueño con la realidad, los símbolos, las abstracciones y lo fantástico”.

La actriz cubana Bertina Acevedo y el francés Jean Bouise protagonizan esta aventura pletórica de una fantasía excesiva. El punto de partida es la decisión de los habitantes celestiales, de bajar de nuevo a la Tierra para eludir el aburrimiento, y lo hacen nada menos que en medio de la alegría del pueblo cubano. Otros intérpretes del patio fueron: Alden Knight, Enrique Medina, Carlos Ruiz de la Tejera, José Antonio Rodríguez, Agustín Campos, Eslinda Núñez, Gilda Hernández, Alfredo Perojo, Georgia Gálvez y el dramaturgo y cineasta Eduardo Manet (quien colaboró además en los diálogos), entre muchos otros. Los jóvenes asistentes de dirección Rogelio París e Idelfonso Ramos integraron el equipo de realización por la parte cubana, que reunió al célebre compositor Gilberto Valdés, el editor Roberto Bravo, los sonidistas Ricardo Istueta y Raúl García, el animador Hernán Henríquez, Pedro García Espinosa como asistente del escenógrafo francés, y Carmelina García asistió al vestuarista. El maquillaje fue responsabilidad de Rolando Zaragoza, Elba Pérez y Denis Moreno. En la producción se desempeñó el novel Miguel Mendoza, asistido por Jorge Rouco, Jesús Pascau y Eduardo Valdés.

Más que dramatúrgicamente, El otro Cristóbal fue concebido ante todo en función de la imagen y el sonido, porque a juicio del creador, el tema requería semejante tratamiento, Personajes y situaciones se entrecruzan al tiempo de oponerse y adoptar caminos disímiles lo cual comunica a todo el filme una indescriptible exuberancia. Según las primeras reseñas publicadas, constituía una prueba de la asimilación cultural de Gatti, en su tentativa de lograr una suerte de sincretismo entre lo europeo, lo africano y lo cubano. Era incuestionable que Gatti, con su perenne deseo de detonar las estructuras dramáticas tradicionales, experimentadas por él ya en sus puestas en escena, concibió este segundo largometraje en función de un público intelectual y acostumbrado a las vanguardias estéticas. Sus búsquedas van más allá de sus preocupaciones. Desde el propio guion, Gatti había expresado sus intenciones: sabía que en su país los árboles son fraternales, luchan junto al hombre; las montañas son fraternales: luchan junto al hombre; la muerte es fraternal: lucha junto a los vivos. Así el otro Cristóbal descubrió otra vez la América.

El cineasta Manuel Herrera no olvida que en la noche del 26 de diciembre de 1963, a la salida de la première habanera de El otro Cristóbal, efectuada en el Cine de Arte ICAIC (hoy Charles Chaplin), Sara Gómez le comentó: “Esta película dentro de veinte años va a ser de colas en la Cinemateca”. El tiempo transcurrido desde entonces tiene la palabra.

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