El mundo vibró en La Habana
10 de febrero de 2014
| |El mundo vibró en La Habana en la noche de este viernes 7 de febrero durante la jornada inaugural del Primer Encuentro Havana World Music. La energía creativa de artistas nacionales y extranjeros se expandió por las áreas deportivas del Círculo Social José Antonio Echeverría y sus alrededores en el Vedado capitalino, durante más de cinco horas de conciertos consecutivos.
Los bailes profanos, de salón y de vudú protagonizados por Los Cossía, agrupación del Oriente de Cuba portadora de las costumbres franco-haitianas, cortaron las cintas rojas de una velada que deparaba muchas otras sorpresas. Las llamas encendidas por estos descendientes de la segunda ola de inmigración haitiana a la Isla y sus toques de tambores dejaron la atmósfera en ebullición. A partir de entonces se sucedieron, uno tras otro, los ritmos provenientes de las más diversas regiones del planeta.
Ante el público expectante que comenzaba a hacerse numeroso y a sentir las vibraciones de un festival cuyo principal objetivo es promover la diversidad cultural del orbe, hizo su aparición el grupo cubano Déjà vu. El auditorio, siguiendo al carismático cantante y director Yamil Reyes, tarareó sus canciones y bailó desenfadadamente con temas que tienen como base el reggae fusionado con estilos como el son, el ska y el rock. Con Déjà vu continuó subiendo la temperatura sobre y delante del escenario. Ya en ese momento se mezclaban también las manos y los pies de cubanos y brasileños, franceses, suecos, alemanes y españoles.
Y fue justo entonces cuando se presentó Thea Hjelmeland: con su cabello blanco y sus movimientos gráciles pero enérgicos. Fue entonces cuando en el ambiente comenzó a palpitar un halo de complicidad. La cantante noruega llegó a Cuba para combinar el frío de la música nórdica con el calor de la cubana y encontrar nuevos colores. En un proyecto de creación con artistas del patio, trabajó para conseguir esa fusión. ¡Y lo logró sin dudas! Allí estaba un ángel interpretando variados instrumentos como la mandolina italiana, el banjo americano y la guitarra eléctrica sueca, y expandiendo con fuerza su dulce voz hacia el horizonte. Cantó junto a colegas cubanas y cumplió su anhelo de regalarle al público de este país un ritmo más cálido y contagioso.
De los Países Bajos viajamos a África conducidos por la música de los DJs Auntie Flo (Gran Bretaña) y Esa Williams (Sudáfrica) y la voz de la cantante inglesa de origen zimbabuense Shingai Shoniwa. A mi lado bailaba Bruno, un joven estudiante brasileño; hizo un alto en sus movimientos y me comentó que nunca había escuchado estas sonoridades: “me he divertido pero también he conocido nuevos géneros musicales”, agregó. Para Alejandro, de Cuba, lo más singular de la noche había sido poder disfrutar de tantos estilos en tan pocas horas. Estaba contento y a la vez sorprendido. A propósito, Carlos Alfonso, asesor artístico del encuentro, nos había explicado minutos antes que “desde hace muchos años en la Isla se necesitaba un evento con estas características, que le permitiera a las personas acercarse a propuestas diferentes, a esas que no se emiten día a día en emisoras ni televisoras nacionales y extranjeras”.
Mientras, la música seguía sonando. Ya se preparaban las condiciones técnicas para los próximos invitados. Djoy de Cuba se aseguró de que el público se mantuviera en acción todo el tiempo. Sus creaciones sirvieron de enlace entre las diferentes agrupaciones. Pasadas las once apareció la “Terapéutica, Kósmica y Champetuda” Mákina del Karibe, proveniente de Colombia, que puso a “guarachar” a los presentes con una fusión entre ritmos colombianos y caribeños. Estos artistas hicieron reír y gozar, incluso, a quienes hasta ese momento se habían mantenido inmóviles. Sus letras pegajosas y simpáticas le otorgaron el toque de humor a la jornada. Fueron realmente una tormenta sobre el escenario.
Y con las energías a tan elevados niveles irrumpió X Alfonso, uno de los músicos cubanos más conocidos internacionalmente. Era medianoche en La Habana. Sus admiradores lo recibieron con exclamaciones de alegría, hacía algún tiempo no lo veían en un concierto. Cantaron junto a él, recordaron temas emblemáticos de su repertorio como Arenas de soledad y se despidieron con la promesa de volver en la noche de este 8 de febrero al Círculo Social José Antonio Echeverría para sentir una vez más las vibraciones del lenguaje universal, para abrazar nuevamente la world music.
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