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Dos temas para recordar a Manuel Corona

9 de enero de 2017

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Entre los compositores, intérpretes y los amantes de la música –que somos muchos–, existe una frase muy común relacionada con las letras de las canciones, cuando estas sobre todo, tienen gran impacto en el público. Se suele afirmar que a ciertos autores sólo les fue suficiente componer uno o dos temas para alcanzar definitivamente la “gloria musical”. Aunque tales consideraciones no es aplicable a la mayoría, lo cierto es que la musa consagró a mujeres y hombres de una manera casi sobrenatural.

A Manuel Corona, conocido como de los cuatro grandes de la canción trovadoresca cubana, junto a los santiagueros Sindo Garay, Alberto Villalón y Rosendo Ruiz, le bastó escribir Longina y Santa Cecilia, para que por siempre se hablara de su obra, aunque no podemos desdeñar otros temas de su gran catálogo. De esta afirmación podrán desprenderse otras a favor o en contra, pero es indudable la calidad de dichos temas.

Explica Marta Valdés en uno de sus artículos dedicados a resaltar la obra de algunos compositores, que nadie ha sido capaz de “propasarse con “ese cuerpo orlado de belleza” de la hermosa Longina o, mucho menos, con los “ebúrneos senos” de Santa Cecilia, que Manuel Corona legara, como servido en bandeja de plata, al imaginario musical cubano”. Y no deja de tener razón la compositora. Cantar o escuchar ambos números musicales, es un placer y más allá del idílico goce, es todo un reto. Para suerte de los melómanos existen interpretaciones de lujo como las de Beatriz Márquez, entre otros.

Manuel Corona nació en Caibarién, el 17 de junio de 1880. A los 11 años se mudó junto a su familia a la capital del país, y trabajó allí como tabaquero. Desde 1900 se dedicó a la música y llevó una vida de bohemia artística. El notable compositor cubano falleció en La Habana, el 9 de enero de 1950, dicen que golpeado por la soledad y la miseria. Desde las páginas del periódico venezolano La Nación, nuestro Poeta Nacional Nicolás Guillén le dedicó sentidas palabras al artista que, “no solo cantaba canciones, sino que las componía, entre ellas algunas que se hicieron famosas”.

 

Los 4 grandes (Small)

La Trova cubana: Alberto Villalón, Sindo Garay, Manuel Corona y Rosendo Ruiz

 

“No sabía una nota de música, afirmó Guillén, pero tocaba muy bien la guitarra; (…) sus letras rezumaban gracia, límpida frescura de manantial que brota muy de debajo de la tierra”.

Nos recuerda la escritora Josefina Ortega que antes de morir, Manuel Corona había expresado su último deseo: café y guitarras. Y fue en la casa de Sindo Garay, el autor de La Bayamesa, donde se cantaron sus viejas melodías entre pequeñas tazas de café negro.

Nada mejor, entonces, en el aniversario 67 de la desaparición física de Manuel Corona, que entonar sus temas, aunque sólo baste con aquellas dos que le abrieron las puertas a la inmortalidad.

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