Cultura es salvación

13 de octubre de 2016

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Jaime Masó Torres

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Cuba, Cultura, Diversidad Cultural, Patria, Tradiciones

 

 

Como sucede siempre en octubre y en la Jornada por el Día de la Cultura cubana, se precisa una vez más, antes y después de celebrar la trascendental efeméride, realizar distintos análisis sobre los derroteros de la cultura en nuestro país; más cuando los vientos a nivel mundial soplan continuamente a favor de la desmemoria, el abandono de las tradiciones o el resquebrajamiento de las raíces populares… Todo ello promovido por grandes potencias monopolizadoras que imponen su ritmo y su forma de ver el mundo, a través de mecanismos innovadores y generalmente banales desde el punto de vista artístico.
Repasar y conocer el pasado para determinar con exactitud el rumbo más certero de la Nación (escogido por sus propios hijos), es una de las urgencias que promueven actualmente intelectuales, artistas… creadores todos. No es casual ni fortuito que el Doctor Eusebio Leal Spengler, por ejemplo, desde su sabia posición de investigador profundo de los procesos históricos-culturales de Cuba y con la elocuencia de su oratoria, promueva todo un análisis en sus discursos y conferencias contra el irrespeto hacia los símbolos patrios, el carácter sagrado que ocupa la bandera, o nos acerque, desde la óptica humana y clara, a figuras como el Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes, entre otros.

 

“Si queremos hacer algo por Cuba levantemos la frente y aceptemos que va con ella la estrella solitaria que en su día imaginamos sobre el triángulo equilátero”, afirmó el Historiador de La Ciudad al recibir el título de Doctor Honoris Causa en Humanidades conferido por la Universidad de La Habana. Exhortación convertida en una orden que llega desde uno de los humanistas más completos de Cuba. Y es en esa misma defensa, en ese mismo cruce de pensamientos, reflexiones, teorías y prácticas, donde la cultura y sus promotores ocupan un puesto de honor. No se podrá salvar a la Nación si no se estudia, como monjes en su oficio, cada uno de los períodos significativos de la historia, en los que la cultura es una herramienta esencial.
En el Documento sobre Cultura y Desarrollo presentado en París en marzo de 1999, se explica cómo la comprensión y el reconocimiento del desarrollo cultural a favor del bienestar ganan terreno.
En el texto se afirma que la cultura configura nuestra forma de ver el mundo. “Cada vez se extiende más la idea de recurrir a lo cultural en búsqueda de energía e inspiración. Frente a la pobreza y la desigualdad crecientes en un mundo marcadamente asimétrico, la degradación del medio ambiente y la falta de creatividad en la solución de problemas, la paz y el desarrollo humano sostenible exigen profundos cambios de actitud.

“Se reconoce cada vez más que la cultura, con toda su diversidad, es un elemento clave para abordar estos y otros muchos problemas, pues aparte de su valor intrínseco, la diversidad cultural amplía considerablemente la gama de soluciones posibles. Además, constituye una reserva de conocimientos y de experiencias sobre formas útiles y adecuadas de hacer las cosas. Para construir un medio, para mejorar la gestión de nuestros limitados recursos ambientales, para contrarrestar la dependencia y la opresión política y económica, y contribuir por consiguiente al auténtico respeto de los derechos humanos”.

 

Nadie puede ni podrá ver a la cultura como un grupo separado que se dedica sólo a la diversión, a lo fatuo, al entretenimiento… La cultura examina y decide, piensa y pone en práctica todo aquello que desde lo positivo del arte, desde las fibras más sensibles de la creación humana, puede y debe cambiar al mundo. Quienes se esconden detrás de los muros de la cultura para dividir, desconcertar a un pueblo o equivocar el rumbo, no pueden ni deben llamarse hijos de la cultura, sino traicioneros que danzan, escriben o cantan por menos de tres monedas de plata. El arte que vende el alma al Diablo. Hoy más que nunca se llama al cuidado y protección de lo genuino, de aquello que distingue a los pueblos, de la cultura de cada región o área, de cada país y de cada continente.

En la actualidad, por ejemplo, prevalece una marcada cultura del entretenimiento, cuyas imágenes, según el historiador e intelectual norteamericano Michael Parenti, pueden suscitar el interés fácil.

“Los gustos del público se convierten en algo en armonía con la cultura basura, las ofertas de lo inútil, lo grosero, lo tremendamente violento, lo estimulante de momento y lo desesperadamente superficial. Estos contenidos a menudo tienen un verdadero contenido ideológico.

“La cultura del entretenimiento (que realmente es la industria del entretenimiento) es política en su impacto, propalando imágenes y valores que tienen que ver con lo sexista, racista, autoritario, materialista y militarista. Con el crecimiento de la cultura de consumo de masas podemos observar una pérdida de valores del pueblo”, avizora Parenti, destacado por su historia de las clases populares y la crítica de los mass media.
Por tanto, trazar estrategias desde cualquier puesto –especialmente desde aquellos donde la responsabilidad de masificar lo fidedigno y verdaderamente hermoso del arte o la investigación es inmensamente mayor–, será como en tiempos de guerra: una orden de estricto cumplimiento.

Para custodiar y elevar hasta la cumbre gloriosa los valores culturales que poseemos, hay que reconocer primero nuestras debilidades y no permitir que otros hagan de ellas sus trincheras de combate. Nadie mejor que el mismo pueblo para aceptar este compromiso y saber con certeza que solo la cultura, la verdadera cultura, salvará a nuestra nación.