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Cuba y Chernóbil: una muestra eterna

12 de septiembre de 2019

Por Anyeline Arias Hidalgo

Fotos: Tomadas de la Muestra Documentos extraviados: niños de Chernóbil en Cuba.

 

En los aislamientos estrictos, los niños se comunicaban con sus familiares.

En los aislamientos estrictos, los niños se comunicaban con sus familiares.

 

Un niño enfermo es una familia enferma. Dolor infinito deberían llamarse estas líneas, porque no cabe la paz ante la desesperación humana. Eso fue precisamente lo que experimentó el mundo ante la catástrofe nuclear más grande acontecida hasta la fecha: la explosión en Chernóbil.

Con motivo de este acontecimiento, culmina hoy en la Fototeca de Cuba la muestra Documentos extraviados: niños de Chernóbil en Cuba, de la artista peruana Sonia Cunliffe inspirada en la investigación de la periodista cubana Maribel Acosta Damas.

La Fototeca, enclavada en la Plaza Vieja de La Habana acogió a todo el público capitalino y foráneo a lo largo del último mes del verano, y concluyó con éxitos tras sus anteriores experiencias en Lima 2016, Miami 2016 y La Habana 2017.

Transcurrían las primeras horas en la madrugada del 26 de abril de 1986. Ocurría entonces un suceso que nadie pudo imaginar jamás. En la Central Electronuclear explotaba el reactor No. 4 debido a una incorrecta supervisión experimental.

La emisión liberó una nube gigantesca de vapor irradiante a la atmósfera. Fueron expulsados cerca de cien millones de curios de nucleídos radiactivos. Mencionar que con solo 400 de ellos basta para que una persona pierda la vida. En el lugar de los hechos perecieron 31 personas como resultado del accidente, pero aún son incalculables las cifras de fallecidos a causa de la radiación.

Las zonas cercanas al reactor quedaron desiertas ante la necesidad de salvar a más de cien mil ciudadanos. Cientos de padres tuvieron que separarse de sus hijos para que los pequeños fueran evacuados. Verdaderamente se vivía una desgracia. Ucrania fue puro dolor en ese tiempo.

Las familias recorrían todo el país, incluso visitaban Alemania para tratar de atender las anomalías de sus hijos, pero nada era posible. Luego, vieron una luz en medio de América Latina. Una isla del Caribe afloraba esperanzas.

 

La recreación y el esparcimiento eran puntos clave para la terapia de los enfermos.

La recreación y el esparcimiento eran puntos clave para la terapia de los enfermos.

 

El caimán, casi invisible en el mapa, bloqueado y en plena crisis económica debido al cercano desmoronamiento de la Unión Soviética y a la caída del Socialismo en Europa del este ofrecería el más grande apoyo. Cuba entraba en el afamado Período Especial. Sin embargo, procuraría alimentación balanceada y todo tipo de tratamientos a más de 26 mil niños de Chernóbil.

La creación de un programa médico, gratuito además, fue la obra de esta nación para brindar solidaridad. Un programa de amor, un acto de verdaderos héroes. No existe forma para denominar más de 20 años de intensivo trabajo por tal de cumplir una sola causa: salvar vidas humanas.

En un solo año, viajaron a Cuba 4 083 niños y niñas ucranianos con sus padres y familiares. Llegaban a este país sin esperanzas. Venían sin aliento. Sus ojos solo alcanzaban para ver la oscuridad que causa la muerte. El Comandante en Jefe Fidel Castro los recibía a cada uno junto a la escalerilla de cada vuelo.

 

Foto 3 (Medium)

El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz se encargaba personalmente de recibir a los niños de Chernóbil y se ocupaba de sus tratamientos.

 

La zona de Tarará se convirtió en un lugar dedicado exclusivamente para atender a los niños llegados desde la lejana Europa. Los médicos y enfermeras de los hospitales pediátricos Juan Manuel Márquez y el Williams Soler se entregaron en cuerpo y alma al programa. La atención médica estaba disponible las 24 horas del día.

Por otro lado, la Revolución cubana hizo un llamado a personal especializado en idioma ruso. Muchísimas personas dieron el paso adelante y funcionaron como traductores a tiempo completo. Al comienzo de todo fue bien difícil, muchos no dominaban la terminología médica, pero el esfuerzo fue extraordinario. Fueron titanes ante tanto. Eran conocidos como los psicólogos del alma.

Los niños y sus familias se compenetraban tanto con los médicos, enfermeras y traductores que la palabra familia quedaba corta para explicar el sentimiento. En muchos casos, llegaban infantes huérfanos, con leucemia y cáncer avanzado en sus cuerpos.

Trasplantes de médula ósea y operaciones a corazón abierto fueron muchas de las prácticas aplicadas para ofrecer esperanza de vida a cientos de familias ucranianas. Los cubanos todos no escatimaban ante eso. Los pioneros se implicaban en planes de verano. Y como recuerda una de las publicaciones en torno a ellos: “también jugaban, estudiaban, dibujaban, se recreaban”. Juntos reconstruían los sueños.

 

Foto 4 (Medium)

Los niños se mantenía vinculados a la educación según sus años de vida y no de desvinculaban de sus habilidades escolares.

 

En ocasiones, los niños prescindían de las traducciones, solo ellos tenían el don de comunicarse sin dobleces. En cada paso se respiraba amistad entre cubanos y ucranianos.

Quizás, una de las mayores satisfacciones de este pueblo fue ver crecer a muchos de aquellos niños. Verlos sanos y recuperados, con lágrimas en la mirada a la hora del retorno y en muchos casos verlos asentados en Cuba, construyendo su futuro en la tierra que les devolvió las sonrisas.

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