ribbon

Choco: “Tú eres, el que eres”

1 de febrero de 2019

|

 

choco 1 (Medium)

 

Eduardo Roca Salazar, Choco, despidió 2018 con la exposición personal Con los pies en la tierra –que hasta finales de febrero se exhibe en el Museo Nacional de Bellas de La Habana– y hace unos días, el pasado 30 de enero, presentó su libro/catálogo El soplo de la vida, con el que viene a cerrar un ciclo creativo y, quizás, a comenzar un nuevo eslabón, en esa cadena-espiral ascendente que es su obra toda.

Los que hemos tenido la suerte y el privilegio que ver crecer en los últimos treinta años su obra, nos percatamos de su eterna inconformidad: esa que lo hace todos los días –y con la disciplina de, casi, un moje– llegar a su taller de la habanera y colonial calle Sol a sumergirse en el tropel de los colores, en el fuerte olor de tintas y diluentes, en los más insospechados materiales que somete y domina y los convierte en arte gracias a la colagrafía, una de las técnicas del grabado de la que, con justeza, se le considera un maestro.

Pero Choco siempre “piensa en grande”, tal y como me dijo en una ocasión el también grabador y pintor José Omar Torres, al referirse a este hombre de tez espesa y negra y ojos que parecen encerrar la sabiduría que le llega de África, continente que, de muchas maneras, está presente también en su imaginario y quehacer.  Y es que a Choco no le ha bastado su robusta obra en grabado y pintura, sino que hace unos años, gracias Alberto Lezcay, reconocido pintor y escultor cubano, comenzó a hacer indagaciones con la tridimensionalidad; parece que el bronce llegó a Choco para quedarse.

Y de todo ese quehacer se habla en El soplo de la vida a partir de enjundiosos textos de reconocidas firmas como las del Doctor Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad de La Habana (“A Choco, mi hermano”); Abel Prieto, escritor y actual director de la Oficina de Asuntos Martianos y ex ministro de Cultura durante dos períodos (“Ser y sentirse cubano: esa religión que profesa Choco”); Nelson Herrera Ysla, arquitecto, curador y crítico de arte (“Cuentos claros, chocolate espeso”); David Curbelo, ensayista y editor quien realizó para el libro una excelente entrevista titulada “Hablar con Chocolate en buen cubano”; así como reflexiones de la autoría de Manuel López Oliva (pintor y crítico de arte), fragmentos de catálogos firmados por el gran poeta Eliseo Diego, Nancy Morejón, Jaime Sarusky y Miguel Barnet –los tres Premio Nacional de Literatura–, Daniel García, Ignacio Gutiérrez, Raymundo Raspall, Claudia Gómez, Jesús Cos Causse, Nahela Hechevarría, Yudelkis Martínez, Virginia Alberdi, Carina Pino Santos, Kristin Schwain y dos trabajados periodísticos realizados por Tony Piñera y quien suscribe estas líneas, Estrella Díaz, y publicados en medios nacionales de prensa.

El soplo de la vida –el cual incluye una cronología y un abundantísimo banco de imágenes que ilustra los distintos momentos creativos de Choco, y que se ha hecho realidad por esfuerzos coordinados entre Collage Ediciones, del Fondo Cubano de Bienes Culturales, e impreso por la valenciana SELVI Artes Gráficas– fue presentado por David Curbelo y Herrera Ysla, y las palabras de elogio estuvieron a cargo del Doctor Eusebio Leal. Por lo enjundioso de sus reflexiones las reproducimos a continuación para los lectores de nuestras páginas electrónicas.

 

choco 2 (Medium)

Palabras del doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana, durante la presentación del libro/catálogo dedicado a Eduardo Roca Salazar, Choco Museo Nacional de Bellas Artes, 30 de enero 2019.

Gloria[1] llamó insistentemente y pasaron muchos días, hasta que finalmente pude responder a su cariño. Con razón el libro está dedicado a ella porque todos necesitamos, de alguna manera, una “Gloria” que guarde la memoria de lo que hacemos.

Me alegra mucho, en este caso, haber compartido muchos momentos de nuestras vidas y no sería un lugar común decir que azarosas. Quizás el título del libro –El soplo de la vida– sea también para mí muy significativo, porque ¿qué otra cosa no es la vida sin soplo?: es necesario para que vuele la mariposa, es necesario para abrir los ojos y darnos cuenta de lo importante que es vivir.

El segundo tema sería para qué, ¿qué debemos hacer o a qué debemos consagrarnos, desde la sencilla interpretación que pueda hacer cualquiera persona o ese placer particular que tiene el artista, el poeta, el que escribe para plasmar y dejar al menos una huella en el tiempo. Y es que la obra del artista le pertenece para siempre; no importa en qué colección, no importa quién pagó poco o mucho por ello, a quién la obsequió. Lo cierto es que cualquier sala, en cualquier museo –aún en cualquier desván–  siempre la obra es de él.

 

choco 3 copia 2 (Medium)

 

Un soplo de vida, querido, muy bien aprovechado por cierto, porque aquí, como escribí, hay múltiples sentimientos cuando se te encuentra impreso y en la estampa. El primero es que hay una condición humana, un  carácter. Recuerdo que una vez, deslumbrado por conocer a las personalidades con que coincidí epocalmente, mis contemporáneos –aunque de otras edades– llegué a la casa de un artista célebre, más bien no a la casa, sino a la puerta de la casa  y en eso llegaba él muy elegante y atildado, que lo era, cuando llegué joven, me dijo: “quiero advertirle algo, yo no regalo cuadros”. Eso fue una especie de advertencia terrible. Y para decir con exactitud la oración completa, me dijo: “eso lo hace Reny[2], refiriéndose a otro grande, a Portocarrero. A quien fui a conocer en lo alto de ese lindo caracol del Vedado, acaso una de las escaleras más preciosas, para que me mostrase el secreto de su casa y de aquella habitación donde, una vez, Nisia Agüero conservó aquella maravilla viviente que fue aquellos dos especie de caballetes o burritos de madera, donde estaba la tabla en que no a propósito, por cierto, sino como al descuido fue lanzando los pinceles gastados, los pequeños tubos de pintura y alrededor, como una instalación natural, las botellas de whisky que se ha había tomado. Una instalación maravillosa que creo que ya hoy no existe porque el calor de La Habana había convertido en una especie de  ectoplasma que se derretía con múltiples colores cayendo sobre el suelo precioso del edificio del Vedado, frente al Monseñor[3].

Exactamente lo mismo me pasó luego cuando conocí a otros artistas. A Víctor Manuel, por ejemplo. Mi encuentro con él fue extraordinario: estaba recién llegado a la Plaza de la Catedral, porque algunos artistas habían ocupado unos espacios más que privilegiados. Una torre misteriosa donde debía de estar El gallego Posada[4]; abajo, Víctor y un poco tiempo después llegaría, de vez en cuando, Mariano[5]. Pero fui a ver a Víctor. No había en su habitación más que un sillón, un refrigerador viejo, un caballete con una pintura y en el suelo, cerca de una pequeña y modesta cama, una mesita con dos sillas. Fue maravilloso el encuentro con Víctor, siempre con un cigarro, nunca ebrio, pero siempre tomando un “buchito”, como decía él, de cerveza que iba a buscarle yo, puntualmente, a La Bodeguita del Medio –cuando aún lo era– y estaban allí Martínez[6] y aquella protectora de los que teníamos poco, Armenia.

 

choco 4 (Medium)

 

Era entonces un mundo donde los artistas jóvenes, muy jóvenes, comenzaban a dar vueltas alrededor del Taller de Gráfica. Una maravilla, sobre todo cuando recuerdo  aquel hombre que estaba dentro de un pequeño cuarto, limpiando las piedras volcánicas que eran en sí una maravilla  –hoy piezas arqueológicas, a veces robadas y lejos de Cuba por falta de conocimiento de su valor– en las cuales tú, Roberto[7], Zaida[8], Nelson[9], todos pusieron sus manos para hacer pequeñas y grandes maravillas.

Éramos todos soñadores y en medio de ese ambiente –por eso lo escribo ahí– conocí al joven Choco. Era un encuentro maravilloso con todos. Allí, en esas prensas, deslumbrándonos a todos los que llegábamos en busca del conocimiento y del misterio del arte; en pos de lo único salvador, en definitiva: la rosa de los vientos, la brújula, la cultura. Porque sin cultura, como diría Alfredo Guevara con tanta razón, sin un poco de refinamiento o más, estaríamos perdidos. Hace falta pan, pero también hace falta ese poco de gusto por lo bello que ennoblece y levanta al ser humano y lo saca de la condición de un familiar de los primates para convertirlo en algo iluminado.

 

choco 5 (Medium)

 

Tú tienes un nombre que te define: Roca. Tú eres una roca. Tú lo sabes. Una roca es muy importante porque la roca contiene en su dureza, la maravilla. Tú eres una roca que, cuando se entra en ella, se conocen dos cosas importantes: un hombre a todo –como decimos en Cuba–, un varón de palabra; un hombre muy generoso y muy desprendido.

Tu arte como tú dices, es tan misterioso como decía Neruda[10] hablando de las joyas coleccionadas por don Carlos de la Torre, el gran científico cubano. Y le decía de la Torre a Neruda: “tú poseía está contenida como las caracolas en el tiempo”.  Y tú poseía está ahí, apenas contenida en este libro con el seudónimo con el que saludaron al más negro de todos sus compañeros, sus compañeros de clase: Chocolate, Choco. ¿Qué es el chocolate?, ¿qué cosa tan aparentemente amarga y oscura convertida, luego, en los monasterios de Nueva España –con canela y azúcar– en algo tan delicioso de lo cual mercan hoy los países de Europa. Y sin embargo, algo tan nuestro, tan íntimo, como aquella rara semilla que se pierde en el mercado en Tenochtitlán –aquella Venecia americana–. Tú perteneces a ese mundo. Tú perteneces al misterio. Hace unos días alguien te preguntaba si tenías religión y tú respondías, cautelosamente,  que respetabas. Y en respeto, está algo muy importante: todos tenemos que saber de dónde venimos y hacia dónde vamos.

 

choco 6 (Medium)

 

En tu pintura está la respuesta. Tú respuesta es como la que dio Dios en el monte al profeta Abraham cuando le preguntó, “¿y quién eres?” Y respondió: “yo soy, el que soy”. Así eres tú, querido Choco. Tú eres, el que eres y a nadie tu obra la pediste, ni reconozco yo en ella influencia de nadie que no sea lo que hay en tu poderosa imaginación. Yo sé con cuánto esfuerzo, con cuántas lágrimas, con cuánto cariño esa obra se ha forjado. Y, cómo te he conocido además, a veces, en la Plaza vieja, a veces, en la de Armas, con ese dédalo de calle donde algún día más que nuestros cuerpos  quedarán nuestros espíritus. Me alegra mucho querido hermano –como te llamo de corazón–  por haberte conocido: yo, una simulación de blanco, y tú, negro, y los dos cubanos; ¡tan profundamente cubanos! que no hay quien me haga separarme nunca de esa idea.

Hermano, gracias por tu obra preciosa y me alegro mucho que hayas visto con satisfacción este libro porque es muy importante verse impreso, verse en la estampa, que es lo que queda porque las palabras se las lleva el viento.

 

choco 7 (Medium)

 

Los hijos toman su camino; los cuadros se los llevan los coleccionistas: y allí, en medio del estudio, quedas tú solo, pincel en mano, arcilla en mano, haciendo algo que muchos envidiarían. Yo creo que es la palabra más horrible. Detesto tres, pero no encuentro hoy otra para definir lo que pienso. La primera es la envidia porque es desear lo que tiene otro y yo no tengo; lo segundo es la ingratitud porque uno tiene siempre que agradecer, y lo tercero es la vanidad, que suele perder, fundamentalmente, a los que tenemos alguna inclinación artística, cultural o literaria.

Tú no la necesitas querido; tú no la necesitas porque jamás te vi como otra cosa que no fuera con generosidad hacia todos. Jamás te vi creerte que eras mejor que nadie. Jamás te vi sin tender una mano generosa a todos.

Por eso hoy es tu fiesta. Gracias por el juguete. Lo llevamos con la misma ambición como una vez miramos, tras los cristales de una tienda, aquello que querías y que no podías tener.

Afortunadamente, gracias a Dios, has hecho hoy un lindo juguete con tu obra para nosotros.

Muchas gracias.

 

choco 8 (Medium)

 

Notas:

[1] Gloria García, músico y esposa del artista.

[2] René Portocarrero.

[3] Monsegnior, emblemático restauran habanero.

[4] José Luis Posada, el gallego, destacado pintor, grabador, dibujante, ilustrador nacido en Asturias y quien se radicó en La Habana.

[5] Mariano Rodríguez, reconocido artista de la plástica cubana.

[6] Ángel  Martínez, dueño del mundialmente conocido restaurante La Bodeguita del Medio, en la Habana vieja.

[7] Roberto Fabelo, artista de la plástica cubana, Premio Nacional.

[8] Artista de la plástica cubana.

[9] Nelson Domínguez, Premio Nacional.

[10] Pablo Neruda, poeta chileno.

 

Galería de Imágenes

Comentarios