Choco: auténtico de la cabeza a los pies en su obra, en su vida
28 de diciembre de 2017
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“No puede negarse que la obra de Choco ha estado siempre acompañada de un impulso hacia la trascendencia; es decir, que nos empuja a buscar un extra, algo más allá de la figura representada: sus rostros miran hacia la nada, hacia el vacío o hacia un punto impreciso que queda detrás del espectador y lo hacen desde el presente inmediato y también, al mismo tiempo, desde el territorio remoto de sus antepasados o, quizás, desde la vida o desde la muerte o, tal vez, desde la frontera entre las dos”.
Así dijo Abel Prieto, Ministro cubano de Cultura, al pronunciar las palabras de elogio tras la entrega oficial del Premio Nacional de Artes Plásticas 2017, a Eduardo Roca Salazar (Choco) en un acto efectuado el pasado martes 26 en el Museo Nacional de Bellas Artes, de La Habana.
Subrayó Abel Prieto que es “un día muy feliz para nosotros y para mucha gente en Cuba y para todos los admiradores que tiene Choco fuera de Cuba, que son muchísimos”, y enfatizó que con esta distinción se “salda una deuda con uno de nuestros artistas más importantes”.
En otro momento el titular cubano de cultura comentó que cuando supo la noticia del premio concedido a Choco se encontraba en una reunión con un nutrido grupo de músicos y recordó “la marea de alegría que recorrió el mundo de la cultura y muchos otros mundos más allá del mundo de la cultura” porque mucha gente con este premio de Choco, “se siente premiado”.
Enfatizó que nadie lo puede conocer sin admirarlo y sin quererlo, pero incluso la gente que no lo conoce personalmente y que solo lo ha visto por televisión o ha disfrutado su obra en una galería, también lo quiere de un modo muy especial: “la sencillez, la humildad, esa cosa que deslumbra de Choco por ser tan auténtico y este pueblo tiene un olfato que no le falla para lo auténtico —igual que lo tiene para lo falso y lo retórico— y Choco es auténtico de la cabeza a los pies en su obra, en su vida, en su amor por Fidel y por Cuba, y eso la gente sabe detectarlo y apreciarlo”.
Al referirse a su obra, Abel Prieto insistió que “hay una fuerza cortante, brusca, que se combina en Choco con el componente tierno, benévolo, amoroso; es una mezcla agridulce que pudiera compararse con la combinación de fe en la vida, de fe sin tregua a toda prueba de la vida con una línea de sombra, de tristeza: todas esas contradicciones Choco las resuelve con su obra misma y con su sonrisa legendaria”.
Recordó el ministro el tremendo impacto que le causó una exposición de Choco en la galería La Acacia en el año 99 y, particularmente, “El soplo de la vida” y la trilogía “Fin de milenio”: “esas obras —dijo— me hicieron pensar que Choco había dado un salto a otra dimensión más insondable y ambiciosa. Y lo había hecho”. Ese salto, sentenció, “se lo atribuí a las huellas de los años 90, a los derrumbes, a la incertidumbre, a la resistencia y a la necesidad de entender. Choco ha formado, de un modo u otro, parte de la cultura de la resistencia”.
Finalmente señaló que las hondas búsquedas de Choco le han permitido que su obra sea altamente apreciada y premiada “lo mismo en Japón, en Brasil, en Estados Unidos, en el resto de América Latina y en Europa: su vibrante cubanía se ha articulado de manera natural con lo universal y es por eso que hay que decir que hoy no solo estamos premiando a un gran artista cubano sino a un gran artista de talla internacional”, concluyó.
Instado a hablar —y visiblemente emocionado— Choco comenzó su intervención bromeando: “por suerte hoy me siento muy bien acompañado gracias a las muchas obras que están colgadas en las paredes de las casas de amigos que están hoy aquí y que, por supuesto, no han comprado”, y tras soltar su estruendosa risa evocó sus años primeros en el oriente cubano, de donde es oriundo: “me recuerdo ahora, mirando a mi hermano Emilio que está aquí acompañándome, cuando éramos unos niños y sentimos una tremenda gritería y vimos entrar al humilde pueblo en el que vivíamos a un grupo de hombres barbudos, sudados, mal vestidos: era el Ejército Rebelde”. Dijo sentirse “el hombre más feliz del mundo y ustedes son los culpables, los responsables: gracias a todas las instituciones como el Ministerio de cultura, el Consejo Nacional de las Artes Plásticas” y dedicó el premio “al maravilloso pueblo cubano”.
Integraron el jurado, que por votación dividida otorgó el Premio a Choco, los también Premios Nacionales Pedro de Oraá, José Villa, Osneldo García, Ever Fonseca, Ernesto Fernández, René Francisco Rodríguez, Lázaro Saavedra, y los artistas Reinerio Tamayo y Harold López y los críticos de arte y curadores Rafael Acosta de Arriba, José Viegas, Odette Bello, Gabriel Hernández, y, como secretaria, Margarita González, quien dio lectura al acta.
El jurado —según dice el acta— “valoró la amplia trayectoria cultural, la calidad estética del conjunto de su obra que de forma sostenida ha realizado aportes significativos al desarrollo del grabado y, especialmente, a la colagrafía; su creación en otras manifestaciones como la escultura y la pintura, reflejando en toda su obra al hombre y su problemática reciente logrando impresionantes texturas y variación de color”.
El jurado reconoció que Choco ha “explorado y experimentado con la materia logrando exquisitas piezas y vale destacar, también, su desempeño como profesor en nuestras escuelas de arte, así como su labor social a través de su taller de grabado”.
Instituido en 1994, el Premio Nacional de Artes Plásticas se entrega anualmente a un creador de las artes visuales vivo, residente en el territorio nacional y cuya obra constituya un aporte valioso al desarrollo de las artes visuales en el país.
El jurado, presidido por José Manuel Fors, Premio Nacional de 2016, evaluó diez propuestas presentadas por 27 instituciones nacionales de la cultura.
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