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Carta a Wichy en sus eternos cuarenta años

17 de noviembre de 2017

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¿En cuál de tus vidas andarás ahora, repartiendo versos y abriendo anhelos en el corazón de tanta gente que me llama por teléfono, me escribe cartas preguntando por tus señas para hacerte un homenaje o pintarte en versos nuevos?

Desde Ecuador, una mujer joven, obsesionada contigo, escribe toda una tesis sobre tu poesía y me pregunta por tus manos, por el color de tus cabellos; me pregunta cuándo escribías, de dónde salían tantas cosas bellas plasmadas en tus libros, si eras fiel en tus amores. Y me echo a reír. Sí, porque fiel, lo que se dice fiel creo que solo lo fuiste con mi eterna rival: la poesía.

Y me río, porque aunque andas otros caminos, tu poesía se quedó conmigo, si bien también como tú, anda repartiéndose por lugares desconocidos, conquistando corazones enternecidos, embobados con tus dotes de comunicador galante, limpia y riente igual que tú, mi inolvidable Luis Rogelio.

La muchacha ecuatoriana quiere hacer una fiesta para celebrar tu cumpleaños en una gran plaza donde miles de retratos tuyos cuelguen de las palmas, iluminadas con luces de bengala que canten armoniosamente canciones que acallen la oscura madrugada.

¿Será que tu hechizo dura más que tu presencia casi infantil?

¿Será que aquella forma tuya de besar se ha quedado prendida en la brisa universal y recorre inmune el continente en busca de aventuras voluptuosas, o que tu forma de decir se le escapó a la del vestido morado, aquella que, sin que nadie lo esperara, te arrastró consigo hasta su tétrica tumba?

¿Cuántas vidas habrás andado desde la triste mañana en que partiste y te llevaron hacia aquel hueco oscuro adonde no querías bajar porque la lluvia entraba a raudales y no había sombrillas para escampar el llanto?

Ah, querido Wichy. El tiempo pasa y tú permaneces idéntico, haciendo chistes, conquistando corazones femeninos. Para ti, nada ha cambiado. Tus libros se venden como pan caliente, tu poesía está en labios de los jóvenes, tus admiradores se multiplican como las flores silvestres que tanto amabas.

Ahora mismo anda circulando un nuevo libro hecho por poetas santiagueros que tal vez nunca hablaran contigo; sin embargo, repiten de memoria tus versos. El libro está compuesto con poemas de setenta autores. Los más viejos, tus amigos de verdad, los que entonces te conocieran: Eliseo, Fayad, Contreras, Guillermo y hasta Conte, con quien seguro te habrás vuelto a cruzar ahora que él también anda recorriendo esos caminos transitados ya por ti. Hay un montón más de conocidos entre un puñado de jóvenes que te escriben cosas de estos tiempos; entre ellos está Milena, hablándote de aquella alfombra mágica en la que te ibas a pasear junto a su padre, a dialogar con las estrellas. Y claro, no podían faltar las mujeres que te amaran o que imaginaron que tú las amabas porque la lujuria les cerró las entendederas y creyeron que era amor hacer el amor debajo de las piedras.

Y si te dijera que me encontré en una plaza de Lisboa con el poeta que imitabas, aquel Pessoa que recomendabas y que no pudiste conocer. O quizás ahora anden ambos emborrachándose con versos inventados, disputándose el amor de las tantas musas que andarán cortejándolos. Si supieras, me senté en un banco junto al suyo y tomó mi mano y las suyas eran tibias y hasta una foto nos sacaron; te morirías de envidia al vernos tan amantes los dos y sonriente.

Tú que te burlabas de los historiadores y para despistarlos fuiste dándoles fechas falsas de tu nacimiento, no imaginaste que los inspectores seguían tus pasos donde quiera que fueras y hoy escriben tu dirección entre los árboles de todas las praderas. Allí te buscan y te encuentran los que te siguen amando y bendiciendo, riendo tus chistes, brindando a tu salud, seguros de que andarás del brazo de Maud o de fiesta con el Doctor Zen.

Convencida estoy de que en cualquier giro de la tierra volverás a estar como siempre, llamando por teléfono con la voz del embajador de la República Independiente de Simbeck para darnos una cita en el mismo centro del universo.

 

Centro Habana, abril de 2014

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