Breve evocación martiana

28 de enero de 2017

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Ángel Félix Ferrera

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Aniversario, Cuba, Cultura, José Martí, Natalicio

 

 

 

“El amor, madre, a la Patria,
No es el amor ridículo a la tierra,
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas;
Es el odio invencible a quien la oprime,
Es el rencor eterno a quien la ataca”.

 

 

En estos versos de su drama Abdala, escrito a los 16 años de edad, José Martí evidencia la vocación patriótica que definiría su vida, pensamiento y acción fecunda hasta el instante de su temprana caída en Dos Ríos.

 

“Se sale de la tierra tan contento cuando se ha hecho una obra grande”.

 

Virtuoso escritor, brillante orador y poeta fue, sobre todo, el revolucionario radical que unió a “los pinos nuevos” con los veteranos de la guerra del 68 para llevar adelante la “Guerra necesaria” por la independencia de Cuba, iniciada en 1895.

De su fecunda inteligencia surgió el Partido Revolucionario Cubano; organización destinada a agrupar a todos los patriotas en el cumplimiento de los objetivos políticos y militares de la epopeya libertaria iniciada en 1895.

 

“Héroe se puede ser todos los días; pero el verdadero héroe es el que sacrifica su heroísmo al bien de su patria”.

 

Supo prever, como ningún otro compatriota, el peligro que representaba el naciente imperialismo para la causa de la libertad de Cuba y de la región que genialmente él definiera como Nuestra América.

En su conocida carta a Manuel Mercado, poco antes de caer en la manigua redentora, revelaba que cuanto había hecho y se proponía hacer tenía el objetivo principal de impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se hiciera realidad el apetito expansionista de Estados Unidos.

Sobre las relaciones con ese país, había advertido:

 

“Adular al fuerte y empequeñecérsele, es el modo certero de merecer la punta de su pie más que la palma de su mano”.

El ideario independentista del Apóstol es resultado de una acrisolada fusión entre antiimperialismo y latinoamericanismo. Para él, dos requisitos eran imprescindibles para frenar la voracidad imperial: la unidad y la independencia económica.

 

Acerca de la trascendencia de la lucha emprendida por los cubanos, consideraba el Maestro:

 

“Honra y conmueve pensar que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia… cae por el bien mayor del hombre, la confirmación de la República moral en América y la creación de un Archipiélago libre”…

 

Según el criterio de los historiadores, dos elementos resultaron decisivos en la maduración de su pensamiento patriótico y antiimperialista: el contacto directo con los obreros, fundamentalmente los tabaqueros emigrados, y el conocimiento de los males y pretensiones del naciente imperialismo, proporcionado por su propia experiencia, durante más de una década, en Estados Unidos.

El concepto martiano de independencia va mucho más allá de la idea de separar a Cuba de España, ya que la concibió como parte de un proceso más complejo y profundo: la Revolución.

 

“De vez en cuando es necesario sacudir el mundo, para que lo podrido caiga a tierra”.

 

Para hacer realidad sus sueños independentistas, arribó a Cuba, junto a Máximo Gómez y otros combatientes, el 11 de abril de 1895. Cuatro días después, el Consejo de Generales le otorgó el grado de Mayor General del Ejército Libertador. Era un justo reconocimiento al revolucionario cabal, al ideólogo insigne cuya vida es ejemplo supremo de unidad entre palabra y acción.

 

 “Las palmas son novias que esperan; y hemos de poner la justicia tan alta como las palmas”.

 

Martí representa lo más avanzado del pensamiento revolucionario cubano de su tiempo. Su obra política sintetiza magistralmente el legado de ilustres antecesores y contemporáneos como Félix Varela, Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Máximo Gómez y Antonio Maceo, y ofrece aportes teóricos y prácticos esenciales para todos los tiempos.

 

“El pueblo más grande no es aquel en que una riqueza desigual y desenfrenada produce hombres crudos y sórdidos y mujeres venales y egoístas; pueblo grande, cualquiera que sea su tamaño, es aquel que da hombres generosos y mujeres puras”.

 

Otro aspecto destacado del ideario martiano es su comprensión del papel del pueblo en la conquista de la independencia:

 

“… el pueblo, la masa adolorida, es el verdadero jefe de las revoluciones”.

 

Sobre la naturaleza de los líderes, afirmó que éstos sólo pueden serlo en tanto se pongan al servicio de su pueblo.

 

“El deber de un hombre está allí donde es más útil”.

 

Las ideas de José Martí guiaron a los jóvenes de la Generación del Centenario de su nacimiento, quienes reiniciaron, con las acciones del 26 de julio de 1953, la “Guerra necesaria” por la definitiva independencia.

Fidel lo calificó entonces como el autor intelectual de los sucesos del Moncada.

 

“Un principio justo desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército”.

 

Sus enseñanzas y advertencias tienen hoy plena y renovada vigencia en el proceso revolucionario cubano, y en el propósito de América Latina y el Caribe de acceder a su segunda e irreversible independencia.

 

“Crear es pelear”.

 

En estos tiempos de peligros y amenazas ciertas, el pensamiento revolucionario radical de Martí –íntimamente unido a las ideas de Bolívar y demás próceres de Nuestra América– convoca, alerta y dirige los nuevos combates independentistas de América Latina y el Caribe.

 

“El mundo solo respeta a los que pueden y batallan”.

 

Cuba, inmersa en un conjunto de transformaciones orientadas a perfeccionar todo lo que sea necesario para garantizar una sociedad más productiva, racional y floreciente, no ceja en el empeño de alcanzar –en observancia perenne e inviolable de los preceptos martianos –la dignidad plena del hombre.

 

“Es necesario elevarse como los montes para ser vistos de lejos”.