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¡Bienvenidos al Festival de Cine Francés!

6 de abril de 2018

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Cuando el teatrista y entonces novel cineasta galo Armand Gatti (1924-2017) arribó a tierras cubanas a principios de los fundacionales años sesenta, con sus ojos de teatrista ordenó a su célebre fotógrafo Henri Alekan que encuadrara a sus personajes en las locaciones escogidas o la imaginativa estructura escenográfica levantada en los Estudios Cubanacán. Otro Cristóbal, sin desembarcar, descubría la nueva realidad. Ni siquiera la crisis de los misiles en octubre de 1962 le impidió concluir el rodaje de su alucinada película que este 21. Festival de Cine Francés redescubre restaurada como fruto del convenio del ICAIC y el Centre National du Cinéma et de l’image animée (CNC) de Francia.

Un total de 24 títulos incluye el programa a exhibir entre el 11 y el 22 de mayo: 14 estrenos de ficción, 3 documentales, un animado, 5 clásicos y la presentación especial de El otro Cristóbal. Los cinéfilos por vez primera tendrán la posibilidad de asistir a las dos funciones de miércoles a domingo en todos los cines de la calle 23 y también en el cine Acapulco de esta capital. En el cine 23 y 12, sede de la Cinemateca de Cuba, las proyecciones se extenderán hasta el día 29.

A cincuenta años del celebérrimo mayo del 68, emprenderemos un irrepetible viaje a través de la historia del cine francés en una clase magistral conducida por Bertrand Tavernier. Nos detendremos en ese itinerario apasionante en dos piezas ineludibles en la trayectoria godardiana: El desprecio (Le mépris, 1963) con la maravillosa partitura de Georges Delerue en función de una historia de Alberto Moravia y de la mítica Brigitte Bardot, y Pedrito el loco (Pierrot le fou, 1965), dinamitador de estructuras por medio de un irreconocible Jean-Paul Belmondo.

De la nueva hornada de realizadores volveremos a estar en contacto con la sensibilidad de la gran Claire Denis –quien por vez primera nos visitará–, el humor corrosivo del binomio Nakache-Toledano, la conmovedora crónica de Robin Campillo en torno a los tempranos años del SIDA orquestados a 120 pulsaciones por minuto, otra incursión audaz de Ozon en los conflictos amorosos… al tiempo de conocer a intérpretes de las nuevas generaciones que tratan de imponer sus talentos en el arte que encumbró a Jeanne Moreau. Festejaremos con una gran exposición el cumpleaños número 120 de la Gaumont, esa compañía productora y distribuidora, fundada por el ingeniero Léon Gaumont, pocos meses antes de la primera proyección pública por los Lumière, esos pioneros inventores de Lyon que nos revelará desde enfoques inusitados un admirable documental.

Aquel 1968 no pocos cineastas galos estuvieron consumidos por la pasión amorosa: Jacques Rivette abordó L’amour fou, Chabrol hurgó en Les biches en la relación entre dos mujeres súbitamente interrumpida, Truffaut nos legó con Besos robados no solo las aventuras de un Antoine Doinel adolescente, sino un antológico cartel de Azcuy; lejos de Hiroshima, Resnais hacía confesar a uno de sus personajes: Yo te amo, yo te amo. Recibamos eufóricos, en compañía del eterno rubio alto con el zapato negro, esta nueva edición del Festival, portadora de cartel renovador concebido por un joven diseñador de la isla.

 

 Jeanne Moreau, una mujer libre

 

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Con su genio y rotundidad habitual, Orson Welles distinguió como «la más grande intérprete del mundo» a esa inmensa actriz francesa que desapareció físicamente a los 89 años de edad el 31 de julio del 2017. Quien la dirigió en tres largometrajes y un cuarto que nunca concluyó, intentaba así definir a alguien que lo retó en cámara, fuera en sus pequeñas pero memorables apariciones en Campanadas a medianoche y El proceso o en Una historia inmortal, su preciosista traslación de un relato de Dinesen.

Anhelé entrevistarla sobre su labor en Diario de una camarera con Luis Buñuel, «su papá español». Esa única oportunidad en que pudo contar con ella y disfrutar –como el personaje fetichista de su película– de su peculiar forma de caminar, fue suficiente para que la considerara la mejor actriz con quien trabajó. Nuestro Humberto Solás soñó con verla pasear por Cienfuegos en su Dejà vu, guion que como tantos otros suyos no pudo rodar. En San Antonio de los Baños, donde siempre la esperamos, asedié a preguntas al fotógrafo argentino Ricardo Aronovich, quien laboró a las órdenes de la Moreau en Lumière (1976), su bautizo como directora. Insistí una y otra vez para que la invitaran a acompañarnos en alguna edición de este Festival de Cine Francés; su edad avanzada lo impidió.

Con más de una treintena de títulos de su prolífica filmografía, la Cinemateca de Cuba rindió recientemente tributo a la Moreau, que hace honor al calificativo de mujer libre no solo desde que irrumpió en la pantalla, sino con su actitud ante la vida. Tres obras clave en su trayectoria conforman ahora el homenaje de este Festival: Ascensor para el cadalso (Ascenseur pour l’échafaud, 1958), de Louis Malle, genuino descubridor de la desmesura de su talento con Los amantes y este filme, Jules et Jim (1962), ese manifiesto contrapunteado por «Le tourbillon» cantado por ella, sobre la libertad en una relación que filmara Truffaut, quien la paseó fugazmente con un perrito en Los cuatrocientos golpes y más tarde la vistió de negro, y Mr. Klein (1976), en el que otro grande, Joseph Losey, le asignó un breve pero contundente papel. Frente a sus actuaciones es una pérdida de tiempo la búsqueda de un adjetivo preciso.

 

El mayo del 68 en el cine

 

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Pocos años han sido tan estremecedores en la historia de la humanidad como ese 1968 que, para muchos, marcó un antes y un después. Fueron doce meses de una desacostumbrada intensidad desde todos los puntos de vista, imposibles de reflejar fidedignamente en un libro, una película, un cuadro o una pieza teatral. En el ámbito cinematográfico no fue menor la conmoción: frente a la pretensión de arrebatar la Cinemateca que había fundado a Henri Langlois, considerado por los noveles cineastas «el padre de la Nueva Ola», Truffaut corría junto a su joven Antoine Doinel del rodaje de Besos robados a las manifestaciones de protesta para impedir tal injusticia. Allí coincidían con Godard, quien se jactaba de su nueva conquista, la actriz Anne Wiazemsky, tras vivir su vida con su musa Anna Karina, sin pensar que no tardarían en provocar la abrupta clausura del Festival de Cannes.

Kubrick estrenaba 2001: Una odisea del espacio, Polanski El bebé de Rosemary y en Cuba convergían los estrenos de tres clásicos para mañana: Aventuras de Juan Quin Quin, Memorias del subdesarrollo y Lucía, la Massiel triunfaba en Eurovisión con «La la la», los tanques soviéticos estaban prestos para invadir Praga, triunfaba en Broadway Hair, el musical que condenaba la guerra genocida en Vietnam con una creciente cifra de víctimas en tanto un grupo de cineastas franceses desde sus ópticas personales, trataba de acercarse a esa cruenta realidad. Jeanne Moreau se aprestaba a viajar a España para simular Macao en Una historia inmortal de Welles o convertirse en la novia vestida de negro a las órdenes de Truffaut.

El 13 de mayo un millón de estudiantes marchaba por las calles de París. Faltaban apenas cinco meses para la masacre de Tlatelolco en la capital mexicana dispuesta a acoger a los deportistas en su Olimpiada. Cuántos personajes se vieron atrapados en medio de las circunstancias particulares de ese mayo que pareció tener más de treinta y un días.

El guionista Jean-Claude Carrière concibió dos décadas más tarde a los miembros de una familia a quienes la huelga que sacudió Francia interrumpió los planes para un funeral en Milou en mayo. Justamente con ese título nunca estrenado antes en la isla realizado por Louis Malle en 1990, el Festival de Cine Francés rememora –medio siglo atrás– aquel histórico mayo. Los otros dos son Lejos de Vietnam (Loin du Vietnam, 1967), en el que participaron: Joris Ivens, William Klein, Claude Lelouch, Jean-Luc Godard, Alain Resnais, Chris Marker, con la colaboración de Agnès Varda, y Mal genio (Le redoutable, 2017) en calidad de estreno absoluto en Cuba. En este nuevo filme, que concursó en el Festival de Cannes y recibió dos nominaciones a los premios Lumière (director y actor), el director de El artista recrea aquel enamoramiento de Godard (personificado por Louis Garrel) por la jovencísima Anne Wiazemsky.

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