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Arqueología, patrimonio y comunidad

1 de octubre de 2024

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En los programas de rehabilitación de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, se ejecutan estudios de carácter sociológico para realizar diagnósticos y generar estrategias de intervención planificadas, imbricados con aspectos socioeconómicos y en concordancia con mejoras de calidad de vida y de desarrollo de los residentes en el centro histórico. Estos son palpables en el rescate de oficios y tradiciones, atención a grupos vulnerables, promoción de la economía local, mejoras del fondo habitacional, gestión comunitaria… (Pérez, e Iglesias, 2014). Sin duda alguna la implementación de un nuevo modelo de trabajo iniciado en la década de los noventa,cuyo instrumento rector queda recogido en el Plan de Desarrollo Integral (1998), elaborado por el equipo de Plan Maestro (OHCH), apoyado gubernamentalmente, determinó el desarrollo institucional y marcó patrones a seguir en el territorio, expuestos con claridad en instrumentos que se han generado como parte del proceso de aprendizaje y crecimiento que es la gestión en espacios urbanos patrimoniales, con enfoque multidisciplinario. A modo de ejemplo, se considera esencial mencionar: Regulaciones Urbanísticas La Habana Vieja, Centro Histórico; Malecón Tradicional; Estrategia Medioambiental; Plan de Manejo Paisaje Cultural Bahía de La Habana; y Plan Especial de Desarrollo Integral del Centro Histórico (PEDI) 2030. Este último, elaborado a partir de un ejercicio de consulta pública y de concilio entre diversos agentes locales, mostró el reclamo existente sobre la necesidad de estrechar vínculos entre las diversas instituciones que operan en la ciudad y la población, para encauzar las diversas problemáticas que afectan el territorio, sobre todo aquellas relacionadas con la vivienda, la cultura y la recreación (Rodríguez y otros, 2016). En este ámbito se desarrolla, desde la arqueología, una línea de investigación relacionada con la gestión del patrimonio arqueológico, concretamente vinculada a la arqueología preventiva.

Dentro de esta área de gestión, como parte de un proyecto de investigación conjunta (liderado por la investigadora Alicia Castillo Mena) –La dimensión arqueológica en ciudades patrimonio mundial: avances para la gestión patrimonial en Alcalá de Henares, Puebla y La Habana, liderado por la Universidad Complutense de Madrid, dentro del Programa Estatal de I+D+I Retos de la Sociedad, del Ministerio de Economía y Competitividad español del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación 2013-2016. Ref. HAR2013-46735-R. – se realizaron estudios vinculados a la percepción ciudadana sobre el patrimonio cultural, con énfasis en lo arqueológico, por ser esta una dimensión aún distorsionada o menos clara en el discurso que se trasmite y aprehende sobre los valores patrimoniales de la ciudad, más identificados, de manera general, con la arquitectura monumental y el hallazgo artefactual (Menéndez, 2015), razón por la cual se entiende que es necesario conocer cómo los habitantes, desde su entorno cotidiano, perciben la ciudad de alto valor patrimonial. Con esta perspectiva, en un primer momento, se orientaron pequeñas encuestas, a modo de sondeo, dirigidas a la ciudadanía (participaron 100 personas en total), con el objetivo de conocer cómo distingue determinados elementos (arqueológicos) comunes en su vida, que forman parte de los lugares transitados a diario por ella, como pueden ser las plazas principales, conformadoras del espacio urbano histórico. Con posterioridad, se aplicó un cuestionario (participaron 1002 personas en total) a profundidad sobre percepción social en relación con el Patrimonio Arqueológico y el Patrimonio Mundial en La Habana Vieja, en el que se expone un contexto que trasciende la estrategia de la gestión del patrimonio cultural en su función social, toda vez que los escenarios socioeconómicos se han transformado y contrastan situaciones de igual índole en diferentes barrios dentro del área urbana protegida.

La Arqueología como ciencia social que estudia procesos socioculturales pasados, a partir del análisis de la materialidad que conforma el registro arqueológico, producida por sujetos que ya no existen, es objeto de debate desde hace décadas. Quienes trabajamos patrimonio (desde la arqueología, en este caso), quedamos atrapadas en un discurso legitimado desde muchos saberes que refuerza la disociación sujeta/objeto, la desconexión persona/sociedad, naturaleza/cultura, discurso que reproducimos igualmente. Tal como se ha planteado en otros escenarios, la crisis social que se vive guarda estrecha relación con la crisis epistemológica de las disciplinas que estudian el ser humano; ambas son expresión de un mismo fenómeno. Nos educamos y socializamos en la verdad de un discurso construido a través de la disociación razón-emoción e individuo-comunidad, que idealiza el primero de los términos de ambos pares y oculta la importancia del segundo (Hernando, 2012, p. 140). Desde esta posición, la práctica científica justifica nuestra autoridad, y también la limita, al no contemplar otras relaciones que se establecen entre el Bien protegido —que, acorde con nuestra experticia, representa determinados valores de un pasadoen el presente— y el entorno social donde se encuentra, contexto en que se percibe de otras maneras, en base a criterios (otros valores) justificados por la propia interacción cotidiana con el Bien, planteamiento fundado en la observación de varios espacios patrimonializados, alguno de ellos verdaderos hitos urbanos, como las murallas de La Habana Vieja, que demarcan los límites de la ciudad “vieja” y la ciudad “nueva”: intramuros y extramuros, traza que se mantiene y define funcional e históricamente el perfil urbano del espacio habitado. A pesar de que estas áreas se encuentran señaladas y valladas, son objeto de constantes “transgresiones” que atentan contra el mantenimiento del espacio expuesto, y expresan la falta de coherencia entre el supuesto discursivo del bien patrimonial y su disfrute comunitario.

 

Convivencia con la ciudad arqueológica

La ciudad se entiende como un espacio dinámico, que se transforma a partir de procesos sociohistóricos. Las acciones humanas modifican el paisaje urbano y dejan improntas susceptibles de ser estudiadas a través de la metodología arqueológica, lo que sustenta la visión de la urbe arqueológica y pluriestratificada, compleja ya que se encuentra habitada y, por ende, viva, y a la vez portadora de una materialidad que la identifica (Menéndez, 2015; Menéndez y Nolasco, 2015).

Por lo tanto, todo estudio que se haga desde la arqueología, enriquece la ciudad como paisaje cultural, y como tal debe tratarse su interpretación. En este caso, una aproximación al patrimonio arqueológico expuesto en el espacio público marca el inicio de una línea de trabajo que expone el impacto sociocultural que tienen estos espacios en la comunidad y, por otro lado, revela la visibilidad a escala urbana y el reconocimiento de estos como sitios importantes y distintivos (Rodríguez, 2013). Sin embargo, a partir del estudio referido se señalan deficiencias en la gestión del patrimonio arqueológico, relacionadas con la falta de mantenimiento, mala iluminación, inadecuada exposición y trasmisión del conocimiento, falta de protección de los sitios, y de manera general se expresa la no integración entre lo expuesto y la comunidad que lo circunda (por ejemplo, los espacios expuestos en espacios públicos como Maestranza de artillería, Cortina de Valdés y Muralla de mar), por lo que nos enfrentamos a un aspecto que anuncia o denuncia la vulnerabilidad del entorno patrimonial, dada entre otras razones por la desarticulación entre las agencias competentes y la disgregación del discurso histórico/arqueológico, que incide en la escasa valoración social. En ese sentido se desarrolló el proyecto “Sobre nuestro patrimonio arqueológico”,una propuesta sobre percepción pública, impacto y alcance de los valores arqueológicos, vista a través del estudio y presentación de hitos dentro de la ciudad, como sus plazas principales o la muralla de La Habana, transitando desde su expresión concreta hasta los significados que ha supuesto para el desarrollo urbano y el conocimiento histórico de la ciudad. Se realizaron recorridos por las cuatro plazas (de la Catedral, de Armas, de San Francisco de Asís, y Vieja), y los formularios, dirigidos a la población (habitante o visitante), se aplicaron dentro del perímetro de estas, y en un área de 200 m2 en el entorno.

Por un lado, se pudo constatar que la población mostraba interés en participar, era receptiva a los temas indagados y conocedora de la historia de determinados elementos y de algunas intervenciones arqueológicas realizadas en esos espacios. Sin embargo, su conocimiento sobre el patrimonio arqueológico como conjunto no iba más allá de algunos inmuebles señoriales aislados, más vinculados a la arquitectura y a la restauración. Aunque algunos de estos edificios son distinguidos con una breve historia en sus fachadas, no existe un discurso expositivo que hilvane la génesis de las plazas, sus casas, las funciones y las transformaciones que han tenido, situación que atenta contra una adecuada integración del conjunto histórico y el paisaje cultural y, dentro de este, la comunidad que lo habita y construye. Quizás sea este un motivo de alerta sobre el patrimonio arqueológico en general, que se hace evidente, particularmente, en el que se expone de manera concertada en determinadas intervenciones, sin un adecuado plan gestor que contemple un contenido interpretativo que comunique y conecte con el viandante, la buena iluminación, una delimitación espacial apropiada, la accesibilidad y un plan de mantenimiento. Estos son aspectos esenciales que hay que tener en cuenta para generar una conciencia de identidad/pertenencia colectiva, por la cual las personas que se relacionan de diversa manera con ese patrimonio, se ocupen y preocupen por su entorno patrimonial.

 

¿Cómo se relaciona la ciudadanía en este complejo ámbito?

Está claro que las personas residentes en La Habana Vieja son beneficiadas de manera directa a través de los programas de rehabilitación que se desarrollan en la ciudad, y como tal reconocen el privilegio de habitarla, a pesar de los inconvenientes que acompañan a las obras constructivas y de reuso de espacios patrimoniales. Sin embargo, cabría preguntarse si realmente el patrimonio cultural que se pretende salvaguardar es aprehendido por la ciudadanía en su dimensión histórico-cultural y, profundizando un poco más, si existe una consciencia colectiva de los valores identitarios que este representa.

Este cuestionamiento se hace evidente a través de la observación directa en sitios arqueológicos expuestos, plazas, espacios públicos en general, que delimitan temporal y espacialmente la trama urbana de la ciudad. Es apreciable el mal uso del espacio que hacen los residentes en estos lugares que se encuentran cercanos a colegios, empresas y administraciones estatales, comercios públicos y privados. Son áreas que, desde lo afectivo, resignifican el quehacer cotidiano —o al menos debiera ser así—; sin embargo, la relación que se establece entre sujeto y el bien patrimonial es unilineal y fragmentada, y en ocasiones banalmente orientada al turismo, reflejo de nuestro propio enfoque desestructurado.

 

Hacia la corresponsabilidad responsable

El sentido de corresponsabilidad debe trasmitirse, previamente, a través de la responsabilidad. A partir de nuestra área especializada, técnica y administrativa, somos responsables de generar instrumentos y mecanismos (desde el conocimiento y su praxis) en aras de una convivencia armónica y creativa con el entorno patrimonial. Decir lo anterior implica también apuntar que es un trabajo colectivo. Luego, establecidos los canales, divulgados e impartidos, supone un entendimiento y proceso colaborativo, en el que la ciudadanía debe actuar de forma activa en igualdad de competencia. No somos inteligencias individuales aisladas; nuestra relación con el entorno nos mejora o nos empeora (Civila, 2009, citado en Civila, 2011, p. 6).

Esto también expresa que esa relación se consolida cuando las decisiones son en realidad concertadas y no prejuiciadas por un esquema vertical de ejercicio de la experticia y el falso empoderamiento: en el extremo superior, la persona o comunidad experta determina; y en el extremo contrario, la persona o comunidad no experta actúa solo según y cuando se le oriente (o empodere). Es necesario superar estos esquemas de acción, lo que demanda el desarrollo de hábitos cognitivos, afectivos y operativos necesarios para disfrutar de una felicidad compatible, compartible y cooperadora en comunidades altamente heterogéneas en intereses, creencias y expectativas

 

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Agradecimientos

Este trabajo se expone como parte del proyecto de investigación “La dimensión arqueológica en ciudades Patrimonio Mundial: avances para la gestión patrimonial en Alcalá de Henares, Puebla y La Habana” (HAR2013-46735-R), desarrollado conjuntamente con la Universidad Complutense de Madrid, la Benemérita Universidad de Puebla y la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, dentro del programa estatal de I+D+I Retos de la Sociedad, del Ministerio de Economía y Competitividad español del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación 2013-2016. Llegue nuestro agradecimiento al equipo de trabajo y a las personas que han colaborado en su desarrollo.

 

Bibliografía

Civila Salas, A. (2011). La responsabilidad y la corresponsabilidad como valor educativo. Ponencia presentada en XII Congreso Internacional de Teoría de la Educación, Universidad de Barcelona, Barcelona, España. Recuperado de http://www.cite2011.com/Comunicaciones/A+R/055.pdf

Hernando, A. (2012). Teoría arqueológica y crisis social. Complutum, 23(2), pp. 127-145. Recuperado de http://dx.doi.org/10.5209/rev_CMPL.2012.v23.n2.40880

Menéndez, S. (2015). Interpretación de la arqueología preventiva en La Habana Vieja: avance del modelo a la práctica. En A. R. Castillo Mena (ed.). Personas y comunidades: Actas del Segundo Congreso Internacional de Buenas Prácticas en Patrimonio Mundial(29-30 de abril, 1 y 2 de mayo de 2015). Madrid: Universidad Complutense de Madrid, Servicio de Publicaciones.

Menéndez, S. y Nolasco, A. (2015). Gestión del patrimonio arqueológico en el Centro Histórico de La Habana: los SIGs y su aplicación en la arqueología urbana. Gabinete de Arqueología, 11(11), pp, 4-16.

Pérez Cortés, M. O. e Iglesias Pérez, M. (2014). Patrimonio y ciudadanía. Experiencias de participación en La Habana Vieja. La Habana: Ediciones Boloña.

Plan Maestro de Revitalización Integral de La Habana Vieja. (2018). El territorio en proceso de rehabilitación. Recuperado de http://www.planmaestro.ohc.cu/index.php/territorio

Rodríguez, A. (2013). La Habana arqueológica: valoración de los sitios en espacios públicos y edificados del Centro Histórico(Tesis de grado sin publicar). Facultad Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, Universidad de La Habana.
Autoras: 

Sonia Menéndez Castro (arqueóloga, coordinadora Plan de gestión del patrimonio arqueológico para La Habana Vieja, Gabinete de Arqueología, OHCH)

Alicia Castillo Mena (profesora titular, Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología, Universidad Complutense de Madrid)

 

(Tomado del portal del Gabinete de Arqueología)

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