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Agnès Varda vuelve a saludar a los cubanos

29 de abril de 2017

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Cuando se conmemoró un aniversario del nacimiento del cine, Agnès Varda, esta creadora que trasciende con su vital obra, honestidad y modestia, su aparentemente frágil figurar, declaró: “Con toda certeza es el arte de nuestro tiempo, porque en una película se puede mostrar a la gente sus contradicciones y los conflictos del mundo actual”. No pocas de sus películas reafirman esta convicción. Ella, que en 1962, entusiasmada por los febriles años fundacionales de la Revolución, recorrió la Isla de un extremo a otro en compañía de la joven Sara Gómez, para intentar aprehender la realidad cambiante con su cámara fotográfica en varios cientos de fotografías, tradujo ese entusiasmo en el documental Saludos cubanos (Salut les cubains, 1963), que integra el ciclo sobre su obra programado dentro de las actividades del 20. Festival de Cine Francés que abarcará todas las salas de la capital cubana y otras del interior del país a lo largo del mes de mayo.

 

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Una de las fotos tomadas por Agnès Varda en su primer viaje a Cuba

 

La gran exposición fotográfica “Varda/Cuba/Cinéma” en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes reúne 120 fotos tomadas en ese primer viaje a Cuba, luego de su exitosa exhibición en el Centro Georges Pompidou, de París entre diciembre de 2015 y el 1º de febrero del 2016. Los asistentes podrán admirar esas fotografías antologías tomadas por una mujer que ese mismo año aportaría un título tan resonante como Cleo de 5 a 7 y no tardaría en contribuir a la historia del séptimo arte con los filmes de ficción La felicidad (1964) o Sin techo ni ley (1985), amén de una impresionante trayectoria documental de la cual han sido programados más de una decena de filmes.

Su encuentro con el joven cineasta Jacques Demy ocurrió en un festival de cortometrajes en el cual exhibía Le bel indiferent mientras ella acudía con Du cóte de la cóte. Señaló el inicio de una fructífera relación marcada por el mutuo respeto, pese a sus diferentes concepciones en torno al cine, y solo interrumpida por la desaparición física de hacedor de Los paraguas de Cherburgo el sábado 27 de octubre de 1990 a los 59 años.

 

 

“Pienso que en lo absoluto no nos influenciamos ni yo a él, ni él a mí –expresó en una entrevista que me concedió–. La única concepción común que teníamos era la de no hacer una carrera por hacerla, de no buscar la frivolidad, el dinero y la tontería. Pero en lo esencial su cine era extremadamente distinto al mío; para ejemplificar diré que él escogía historias muy realistas, muy sentimentales y melodramáticas, pero las trataba de una forma no realista por completo. Es el caso de Los paraguas de Cherburgo para la que prefirió una forma increíblemente lírica con la música de Michel Legrand, con una escenografía de mucho color. Su cine está dentro de esa contradicción entre el fondo y la forma particularmente no realista. Nuestros modos de trabajar eran tan distintos que no teníamos muchas posibilidades de influenciarnos; escribíamos por separado y luego nos lo mostrábamos cuando estaba terminado, pero sí hablábamos de las películas de otros cineastas

“A mí siempre me gustó hacer documentales, y siempre los hice; las ideas que he tenido se basan en historias sencillas, no hay mucha acción ni melodramatismo, pero la forma que le doy a mis películas, incluso la textura, está hecha de verdades. Por ejemplo, en Sin techo ni ley hay tres actores y todos los demás son gente del campo. Prefiero trabajar con intérpretes sin experiencia porque de este modo pueden tener un comportamiento, gestos y formas de actuar que me proporcionan a mí la satisfacción de lograr algo real. En la forma de trabajar y en la verdad de la gente que está ahí, el momento de la filmación se convierte en un momento de verdad. Me parece que esto permite al público encontrar cosas que ya ha sentido en su propia vida, es decir, volver a sentirlo y siempre en mis películas dejo un espacio, un poco de lugar para que cada persona exista por sí sola con sus ideas, sus sentimientos, sus reflexiones y eventualmente, su rechazo”.

 

Agnès Varda y Jacques Demy

Agnès Varda y Jacques Demy

 

La vigésima edición de la cita anual con el cine galo, ha programado el ciclo “Varda-Demy: Recordando a dos grandes del cine francés” que se desarrollará primero en la sala La Rampa desde el viernes 28 de abril y hasta el 13 de mayo y también en 23 y 12, sede capitalina de la Cinemateca de Cuba, del miércoles 10 al 24 de mayo. Presenta varios títulos en calidad de estreno absoluto, como dos largometrajes documentales de Agnès Varda sobre la obra de su esposo: Las señoritas tienen 25 años (Les Demoiselles ont eu 25 ans, 1993) y El universo de Jacques Demy (L’Univers de Jacques Demy, 1995), así como el largometraje de ficción La bahía de los ángeles (Baie des Anges, 1962), con la gran actriz Jeanne Moreau en su único trabajo a las órdenes del cineasta. De Demy se incluyen sus clásicos ineludibles: Lola (1960), Los paraguas de Cherburgo (Les parapluies de Cherbourg, 1963) y Las señoritas de Rochefort (Les demoiselles de Rochefort, 1966), además de Piel de asno (Peau d’Âne, 1970), su bellísima versión de un cuento de hadas de Perrault protagonizada por Catherine Deneuve, Jean Marais, Jacques Perrin, Micheline Presle y Delphine Seyrig. Jacquot de Nantes (1991), recreación por varda de la infancia de su esposo, es una oportunidad para descubrirla.

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