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IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba

15 de julio de 2013

La UPEC que ha ido – que va – con nosotros

 

Por  Enrique Román

 

Pocas agrupaciones de profesionales en Cuba pueden exhibir un recorrido como el que la Unión de Periodistas de Cuba presenta hoy, a los 50 años de creada, cumpliendo no solo el papel de representante de sus asociados, sino afirmándolos y calificándolos para el servicio al periodismo de la Revolución.
El nacimiento de la organización que agrupa a los profesionales de la prensa en Cuba marcó una transformación medular en el periodismo cubano.
En 1963 estaban aún muy frescas las confrontaciones que tanto en las redacciones de la prensa escrita como de los noticieros de radio y televisión, se dieron en los años inmediatos al triunfo revolucionario entre periodistas y dueños, o entre periodistas revolucionarios y aquellos otros que no lograron rebasar las fronteras ideológicas del sistema que desaparecía y, con él, de lo peor del viejo periodismo cubano.
Una buena parte de los dueños de periódicos y emisoras de radio y televisión se alinearon desde los primeros momentos junto a la clase que se batía en retirada. Los periodistas revolucionarios – los más, por cierto – se enfrentaron a ellos en el manejo cotidiano de la noticia, respaldando a la Revolución y criticando los artículos que la denostaban, ocupando cargos de dirección en la misma medida en que los propietarios los abandonaron, paulatina, pero masivamente.
De manera natural, nació la organización de los periodistas cubanos, que no era una simple sucesora de agrupaciones previas – el Colegio Nacional de Periodistas, la Asociación de Reporteros de La Habana, la Asociación de la Prensa de Cuba, entre otras –, del mismo modo que los periodistas cubanos ya no fueron los mismos.
A lo largo de medio siglo, y en cumplimiento de las responsabilidades que cada etapa de la Revolución ha reclamado de la prensa cubana, la organización de los profesionales de la prensa cubana ha evolucionado y ha incorporado al repertorio de su acción las tareas más urgentes de cada momento.
Si las etapas de la UPEC pudieran coincidir con el aporte de sus presidencias, podríamos resumir que a los tiempos de Honorio Muñoz, culto y recto y su primer presidente, y a quienes le acompañaban, le correspondió fundar y encabezar la organización en años de peligro militar y enfrentamiento cotidiano con la reacción y los medios internacionales; a los integrantes de la presidencia de Ernesto Vera, noble y modesto, le tocó desplegar la participación y la imagen internacional de los periodistas cubanos, y jerarquizar un esfuerzo que no ha concluido, en la superación profesional del sector. A la época de Julio García Luis, excelente en la redacción y en su humana sencillez, le correspondió, además de seguir los rumbos trazados, subrayar la necesidad del ejercicio crítico de la prensa, y finalmente, la UPEC en tiempos de Tubal Páez debió ajustar sus proyecciones a los requerimientos de dos épocas decisivas: los duros años del período especial y la lucha por la dignidad que representó, en lo más profundo, la Batalla de Ideas.
El Congreso abrirá paso a responsabilidades cruciales. Las que corresponden a años de perfeccionamiento de la sociedad, con un público sustancialmente más instruido y analítico, con el paso al protagonismo en el sector de una numerosa hornada de periodistas jóvenes, sustancialmente mejor preparados que sus predecesores, en un mundo donde la tecnología está obligando a una reformulación sustancial de los medios y de la profesión misma. Que hará que estos primeros cincuenta años se vean, finalmente, como una larga y honrosa preparación para esta sociedad más compleja, pero mejor y más exigente y participativa hasta en nuestra misma profesión. Si la historia de la UPEC que ha ido con nosotros durante medio siglo ha sido el antecedente necesario para que nuestro periodismo se despliegue a plenitud en estas nuevas condiciones, aquellos que la integraron a lo largo de este extenso recorrido podrán sentir la mayor de las satisfacciones que pueda deparar la ética de cualquier profesión: la de haber cumplido con el deber, de forma sencilla y natural.

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