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Vuelo trasatlántico Sevilla-Camagüey-La Habana: 90º aniversario

10 de junio de 2023

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A fines de marzo de 1933, se recibió en La Habana una carta con una solicitud excepcional: aportar informes meteorológicos a mediano plazo para un vuelo trasatlántico.
El oficio estaba dirigido al padre Mariano Gutiérrez-Lanza (1865-1943), director del Observatorio de Belén, y la firmaba José Cubillo, Jefe de Protección de Vuelos de la aeronáutica española.
En las semanas siguientes, el destacado meteorólogo hispano-cubano remitió al Ejército del Aire, en la Península, detalles sobre la climatología de Las Antillas, las frecuencias y bandas de transmisión de las estaciones radiales del Caribe, una caracterización del estado general del tiempo atmosférico en junio, las posibles condiciones de visibilidad, el régimen de vientos y lluvias, y la probabilidad de afrontar tormentas eléctricas sobre el océano. El 9 de junio, poco antes de comenzar la misión, Gutiérrez confirmó por cable telegráfico submarino que avizoraba buen tiempo sobre Cuba.

 

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A pesar de sus muchas incertidumbres y subjetividades, el “pronóstico” cumplió su función. Los españoles ajustaron los horarios y arribaron a Camagüey justo cuando el entorno tropical, húmedo y caldeado, comenzaba a formar cumulonimbos con sus peligrosas celdas de convección e intensas tormentas eléctricas. El 10 de junio, el pueblo agramontino ofreció en representación de Cuba un apoteósico y merecido primer recibimiento a los pilotos del Cuatro Vientos, que después volaron a La Habana, donde se repitieron las muestras de admiración popular por los héroes. Mariano Barberán y Joaquín Collar fueron condecorados; y el sábado 17 de junio de 1933, visitaron el Observatorio de Belén.
Cuatro días más tarde, el Cuatro Vientos y sus tripulantes desaparecieron en ruta hacia México, siguiente destino del periplo, poniendo punto final a la historia con un desastre cuyas causas nunca se confirmaron de manera probatoria.

 

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A noventa años de aquel acontecimiento, recordamos a Mariano Barberán y Joaquín Collar, y al padre Gutiérrez-Lanza, el meteorólogo que contribuyó desde el silencio al éxito de la hazaña.
In memoriam.

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