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Tormenta de San Francisco de Asís

4 de octubre de 2021

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Hasta donde se conoce, el huracán del 4 al 5 de octubre de 1844 es uno de los más intensos y destructores que recoge la historia habanera. A la vez, es uno de los huracanes más violentos de los que golpearon a Cuba durante el siglo XIX. A su paso por el occidente de la Isla desarrolló una intensidad equivalente a la categoría SS-4 y dio lugar a un desastre natural de grandes proporciones.

Las memorias sobre este evento reiteran la dilatada extensión geográfica en la que se sintieron vientos huracanados. Además, un extenso territorio fue afectado por vientos con fuerza de tormenta tropical, superiores a 60 km/h, que abarcó las actuales provincias de Pinar del Río, Artemisa, La Habana, Mayabeque, Matanzas, Cienfuegos y Villa Clara, sumándole Isla de Pinos. Esto equivale a un área de 41 mil km2: más de la tercera parte del territorio nacional.

Como es usual, no tenemos datos precisos de los daños en todas las regiones golpeadas por el desastre, aunque se insiste en la actual provincia de La Habana y sobre todo en la Capital. La mínima barométrica registrada fue de 963,2 hPa, y el efecto del viento fue responsable de los mayores destrozos. Su velocidad tal vez superó los 200 km/h, de manera sostenida.

Según el agrimensor y meteorólogo precientífico cubano Desiderio Herrera, este huracán causó la muerte de 101 personas y heridas a 18. En la ciudad de La Habana resultaron destruidas más de 2 500 casas de diverso tipo, y en el puerto naufragaron 158 embarcaciones, además de otros cientos que fueron seriamente averiadas o que embarrancaron en varias partes de la bahía habanera.

El evento hidrometeorológico asociado al mencionado sistema tropical ocasionó severos daños en la agricultura de las cinco provincias entre Pinar del Río y Matanzas, y se le atribuye en particular la destrucción de la mayoría de los cafetales de la provincias de Artemisa y Mayabeque, una de las fuentes principales de su riqueza económica. Algo similar ocurrió en relación con los cañaverales e ingenios de la región.

 

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El historiador Lou Pérez adjudica a este evento la pérdida definitiva de la infraestructura cafetalera en el occidente cubano —con implicación en diversas transformaciones económicas—, así como una disminución sustancial de los totales de producción y exportación azucarera en 1845, que descendieron hasta la mitad respecto del año anterior.

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