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Centenario de Luis García Carbonell

11 de octubre de 2021

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Este hombre falleció en La Habana hace un siglo, el 11 de octubre de 1921. El día anterior había cumplido 81 años, y aún estaba trabajando.
Su nombre ya no se recuerda, y no es por causa del tiempo transcurrido. Tan pronto como fue inhumado desapareció de las páginas de los diarios, a pesar de tratarse de una “figura pública”. Solo José Carlos Millás, el sucesor digno y agradecido, lo exaltaba al decir que trabajó bajo su dirección.
Luis nació en 1840, en una finca de Los Palos próxima a Nueva Paz, en la actual provincia de Mayabeque. Sin embargo, con solo 15 años comenzó a relacionarse con el mar y con el viento. A los 17 se graduó como guardiamarina, en la Academia Naval de San Fernando, España, y después estuvo al mando de varios buques y prestó servicios en la Capitanía del Puerto de La Habana.
Tras varios años navegando, y ya retirado del servicio activo, el gobierno de la República de Cuba lo escogió en 1902 como Jefe de la Estación Central Meteorológica, Climatológica y de Cosechas. Un patriota y un mambí lo designaron para ese cargo, y ninguno de los dos vio impedimento en que hubiera servido en la Marina española, o porque no procediera de las filas de la guerra. El aval para el cargo se lo dieron su saber y su entrega a la meteorología. En 1908 fue elevado al cargo de Director del Observatorio Nacional, y resultó por tanto el primero en desempeñar tal responsabilidad.

 

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No tuvo títulos universitarios. No fue académico. Nunca se consideró meteorólogo, sino marino; pero estudiaba sistemáticamente el clima de Cuba y sabía muy bien que en el estado del tiempo le iba la vida al navegante y el sustento al campesino. Organizó una red de observadores voluntarios en poblaciones y centrales azucareros a lo largo del Archipiélago; y fundó el Boletín oficial de la Estación, antecedente de nuestra Revista Cubana de Meteorología. Él tuvo la idea de darle un perfil climatológico y agrometeorológico. A su gestión y denodado esfuerzo se debió la construcción en Casa Blanca, en 1908, del nuevo edificio sede del Servicio Meteorológico Nacional.
Al momento de su muerte, Luis era viudo. Le sobrevivió su único hijo, a quien Millás mantuvo trabajando en el Observatorio para que pudiera alimentar a su familia.

 

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Cien años han pasado; por eso, cuando miramos hacia la loma de Casa Blanca, distinguimos sus cuatro pabellones con antenas, platos parabólicos y el domo del radar. Ya no está el edificio original, pero invisibles bajo tierra siguen los antiguos cimientos donde ahora se apoya el Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología. Allí resisten el paso del tiempo las mismas zapatas y basas de columnas que un día levantó alguien cuyo nombre ya no se recuerda.
In memoriam, Luis García Carbonell.

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