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Aniversario 55 de la primera red de radares meteorológicos en Cuba

6 de septiembre de 2021

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Como se conoce, tras el paso de los huracanes Flora (1963) y Cleo (1964) por el territorio cubano, se adoptaron decisiones imprescindibles para fortalecer el Servicio Meteorológico Nacional, por entonces a cargo del Observatorio Nacional de la Marina de Guerra Revolucionaria (MGR).

En 1964, el Observatorio propuso adquirir dos radares destinados a la vigilancia meteorológica y elevar así la eficacia de las alertas tempranas. Uno de ellos se emplazaría en occidente y otro en el oriente del país. Las primeras gestiones las realizó el capitán de corbeta Luis Larragoiti Alonso, director del Observatorio, que contaba con el apoyo del comandante Rolando Díaz Astaraín, Jefe de la MGR. Una vez aprobado el proyecto, la Junta Central de Planificación libró $ 91 000 (USD) para la compra de los equipos, cantidad equivalente a unos $ 767 000 de 2021.

Habría sido lógico adquirir los radares en Estados Unidos, pero las regulaciones del bloqueo establecido por el gobierno de ese país lo hacían inviable. Larragoiti era ingeniero electricista, y estaba vinculado al Observatorio y a la Marina cubana desde 1941; por tanto, conocía por propia experiencia la calidad de los sistemas electrónicos navales y los desarrollos en aviónica que acreditaban a la compañía británica Plessey. En vista de ello, Astaraín y Larragoiti optaron por equipos Decca-42 – Mark-II, fabricados por Decca Radar Limited, división tecnológica de Plessey.

 

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Tras el acuerdo de las partes cubana y británica, a mediados de 1965 estaba listo para entregar el primero de ellos, que fue necesario pagar en efectivo, a fin de eludir eventuales dificultades en la transacción por causa del bloqueo. El primer radar se instaló en la sede de Casa Blanca, en el antiguo pabellón de Astronomía, lo que requirió reemplazar la cúpula del telescopio astronómico por una plataforma para la antena, de sección paraboloide y carente de radomo. Aunque este medio estaba proyectado para la vigilancia meteorológica, se avizoraban otras aplicaciones en el terreno de la investigación.

Por entonces la red básica nacional se ampliaba con 50 nuevas estaciones meteorológicas recibidas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), una tarea a cargo del Departamento de Meteorología y Astronomía de la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias (CNAC), presidida por el capitán Dr. Antonio Núñez Jiménez.

Mientras esto transcurría, 12 de octubre de 1965 se crea el Instituto de Meteorología, sumándole la infraestructura y los recursos humanos del Departamento de Meteorología y del Observatorio Nacional. Con tales cambios, el proceso de instalación de los radares pasó de la MGR a la CNAC, ahora guiado por el Dr. Mario Rodríguez Ramírez al frente del Instituto. No obstante, Larragoiti continuaba involucrado en el montaje, encargado ahora del Departamento de Astronomía en la CNAC.

Respecto al segundo equipo, se proyectaba situarlo en el pico Turquino, pero las dificultades prácticas eran muy grandes allí. Fue así que surgió la idea de instalarlo en la estación climatológica de Gran Piedra (1 225 m. sobre el nivel del mar), también en la Sierra Maestra, un punto con similares horizontes de exploración radioeléctrica, pero con mejores condiciones de accesibilidad.

En mayo de 1966 arribó a Cuba el ingeniero británico Michael Butler, asesor para el montaje y puesta a punto del segundo radar, y enseguida comenzaron las obras.

Los Decca-42 trabajaban en una longitud de onda de 3 cm, con una potencia de 75 kW y un alcance nominal máximo de 400 kilómetros. La antena podía girar con vientos hasta 100 km/h en la localidad, en tanto la parte estructural fue calculada para soportar 200 km/h. La energía la proporcionaban dos grupos electrógenos, de 8 kW y 10 kW de potencia, respectivamente, que generaban corriente trifásica de 220 V. La instalación contaba con radioenlace por microondas para el envío de los datos hacia el centro de Casa Blanca.

La torre, el recinto técnico y la plataforma para la antena se diseñaron y construyeron íntegramente en Cuba por personal especializado del Ministerio de la Construcción. La edificación destinada a los operadores guardaba similitud con otras existentes en áreas aledañas, a fin de mantener la unidad de estilo histórico y ambiental asociada a los antiguos cafetales de la zona.

La obra civil y el equipamiento complementario costaron $ 65 000, la mayor suma invertida por la CNAC en 1966 destinada a infraestructura en meteorología; esa cantidad equivale a unos $ 532 000 de 2020.

 

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La inauguración del radar de Gran Piedra se efectuó el 6 de septiembre de 1966, cuando Núñez Jiménez cortó la clásica cinta de acceso. Ese día también quedó inaugurada la primera red radárica del SMN, integrada por las unidades de La Habana (Decca-42), Camagüey (un ARS-3, fabricado en la URSS), y Gran Piedra (Decca-42).

Finalmente, cúmplenos recordar y honrar a quienes han tenido la responsabilidad de mantener operativo al radar de Gran Piedra; al Centro Meteorológico Provincial de Santiago de Cuba; al Centro de Radares del Instituto de Meteorología, cuyos ingenieros y especialistas logran a fuerza de inteligencia y tesón mantener a punto la actual red radárica con ocho estaciones; a Núñez Jiménez, a Larragoiti y a Rodríguez, pioneros y padres de la primera red. Asimismo, evocamos de manera especial la memoria de Fernando Boytel Jambú, investigador santiaguero que propuso el lugar donde incansablemente realizaba estudios arqueológicos y ambientales, para colocar allí la histórica estación de radar que hace más de medio siglo corona, junto a nuestra bandera, la cima de Gran Piedra.

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