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¿Qué hacer con la Astrología? (I)

12 de agosto de 2016

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Ptolomeo de Alejandría

Ptolomeo de Alejandría

 

 

La ingénita inclinación de los seres humanos orientada a conocer por adelantado el desarrollo de su vida futura, así como la ocurrencia de los acontecimientos que depara el porvenir, le ha conducido a enfrentar un reto sempiterno. En pos de este paradigma los hombres han desarrollado diversos modelos de predicción que parten de la interpretación de elementos y fenómenos naturales y su evolución en el tiempo. Es probable que la observación del cielo haya sido uno de los primeros motivos que llevó a la especie humana a tratar de comprender el cuadro que se presentaba ante sus ojos.
Resulta pues lógico que la astronomía haya sido caracterizada como la primera entre las ciencias naturales, y hoy se debate si fue o no antecedida por la astrología.
Sin embargo, la astrología es a la astronomía como lo fue la Alquimia a la Química: una manera errada de interpretar el universo a partir de la observación empírica de los fenómenos, estableciendo una semiología particular. En estos casos no se adoptan métodos científicos, sino que se transita por el terreno del esoterismo y la metafísica con el objeto de develar lo oculto y reconocer las fuerzas desconocidas que intervienen en ellos.
Según la opinión de varios historiadores de la ciencia, los orígenes de la astrología en la forma en que actualmente se manifiesta en Occidente, aparecen en la antigua Babilonia. Según se cree, de allí pasó a Persia (Irán) y desde aquel lugar emprendió un largo camino hacia China, donde esta práctica tomó auge y se transformó grandemente bajo la influencia de la filosofía oriental. No obstante, en la actualidad es difícil conocer a punto fijo el devenir de esta primera parte de su historia.

 

Sistema de Ptolomeo

Sistema de Ptolomeo

 

 
Se entiende también que desde el antiguo Egipto la astrología fue llevada a Grecia y a Roma, por donde ingresó a la vieja Europa. Fue en la Edad Media cuando esta práctica halló su máximo esplendor, y cautivó en particular a las figuras de la nobleza y las monarquías.
Al parecer, cuando la astrología llegó al Occidente se fusionó con algunos fundamentos del cristianismo. Así, Dios reinaba sobre los siete cielos, y desde allí regía el destino de la Tierra y de los hombres. En la astronomía se aceptaba por entonces el modelo de Claudius Ptolomeo (100 a 170 d.C.), según el cual nuestro planeta ocupaba la posición central en el universo, y alrededor de la Tierra giraban los astros todos.
La astrología aceptó que realmente todas las fuerzas emanaban de Dios, pero afirmaba que estas llegaban a los hombres únicamente después de atravesar las esferas celestes de los siete planetas, incluyendo al Sol y a la Luna. Así, la irradiación divina era modificada bajo la influencia del carácter individual de cada planeta: Venus y Júpiter ejercían una beneficiosa influencia, mejorando, si así puede decirse, el contenido de los efluvios superiores; pero Marte y Saturno los convertían en desfavorables o contrarios, acarreando el mal en el mundo. La ilustración que acompaña este artículo puede ayudar a comprender tal cosa, sobre todo considerando que el sistema de Tolomeo es geocéntrico.
Así, poco a poco se fue conformando una visión extracientífica de la estructura y características de planetas y estrellas que, matizado por las influencias culturales de diversas regiones, ha llegado hasta nuestros días con su lamentable confusión.

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