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La Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana

20 de mayo de 2016

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Real Academia de C. Médicas, Físicas y Naturales de La

 

La Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana quedó constituida oficialmente por orden de la Corona española mediante un documento expedido en Madrid el 6 de noviembre de 1860. Por ello tenía el privilegio de usar el calificativo “Real” en la nomenclatura institucional.
Su inauguración solemne tuvo lugar un año después, el 14 de mayo de 1861, en el paraninfo de la Universidad de La Habana. Culminaba así un proceso de casi 40 años de intensas gestiones de un grupo de criollos ante las autoridades peninsulares.
Después de sesionar en varios lugares de la Ciudad, entre ellos las casas de sus directivos, la Institución quedó instalada en el viejo convento de San Agustín, en la calle Cuba, número 460, según la notación actual.
La Academia habanera fue una institución en plena concordancia con el ingente movimiento cultural que se había iniciado en la Isla a finales del siglo XVIII. Para probar esa afirmación de manera fehaciente, bastará señalar el oportuno contenido ideológico de un párrafo escrito por la mano de Nicolás José Gutiérrez (1800-1890) —uno de los gestores y presidente fundador del Instituto—, redactado en 1868:

Siquiera no fuese más que por orgullo nacional, debiera hacércele entender a los forasteros y extrangeros /sic/ principalmente, que no nos ocupamos sólo en hacer azúcar y cosechar tabaco, sino que cultivamos también las ciencias.

Con estas 34 palabras, Gutiérrez nos transmite tres conceptos medulares, cuyo contenido se inserta de manera puntual en la singular línea de pensamiento delineada por una generación de hombres ilustrados, nacidos en la Isla, cuya producción intelectual propició la transmutación de lo criollo en lo cubano: Primero, la presencia del “orgullo nacional”, frase que podemos interpretar como expresión ponderativa de los valores patrióticos y culturales de la nación. Después, el “hacer entender a forasteros y extranjeros” lo incuestionable de esos valores, elemento que señala una frontera, una discrepancia entre lo autóctono y lo foráneo; y, finalmente, la demostración, también necesaria, de que Cuba no era sólo un modelo de plantación esclavista, sino terreno donde podían cultivarse los frutos del pensamiento.
A todo lo anterior se agregan importantes aspectos tales como el interés de los académicos en mantenerse informados acerca de los progresos de la ciencia en otros países; la obligación de atenerse a los estrictos principios éticos exigidos por el trabajo científico y por la propia profesión; y el de la primacía de lo humano y lo social en las líneas temáticas objeto de estudio para la Academia –en primer lugar la medicina en sus diversas especialidades–, y, después, en asuntos de tanto valor para nuestra identidad cultural como los estudios antropológicos, la arqueología aborigen, y las investigaciones florísticas y faunísticas del Archipiélago.

 

Gutiérrez y Hernández, Nicolás José (Óleo)

Nicolás José Gutiérrez (1800-1890)

 

Más adelante vendrían los estudios geológicos y geográficos para el mejor conocimiento del país y sus diferencias regionales, y finalmente la física y la filosofía que, en muchos casos, marcarían un rompimiento con las posturas “oficiales”.
El interés de la Academia en favor de la difusión general de la cultura y el propósito de dar a conocer los resultados de la ciencia a los residentes en la ciudad de La Habana, se hace evidente en el temprano propósito de la institución dirigido a la creación de una biblioteca y de un museo (1874) que, por demás, llevaría el sugerente apelativo de “indígena”, como para reafirmar sus bien definidos objetivos en la preservación y presentación de objetos naturales autóctonos. Ello puede ser interpretado como un propósito de la dirección de la Academia dirigido al fomento de la cultura, entendida esta como una síntesis de numerosos elementos, entre ellos las ciencias.
En el contenido de los trabajos presentados por numerosos académicos cubanos se irán delimitando y diferenciando cada vez más los intereses individuales o colectivos, orientados hacia la aplicación de la ciencia a los problemas intrínsecos del País, separándola de los intereses peninsulares, y emergerá un proceso de integración de la ciencia al acervo cultural cubano.
La Real Academia habanera, surgida después de casi cuatro decenios de ingentes esfuerzos por lograr el Real beneplácito para su creación, es, sin dudas, un componente institucional indispensable para caracterizar el proceso formador de la cultura cubana; un elemento que posibilitó completar el trazado de la compleja filigrana estructural de nuestro progreso intelectual, que expandió en mucho su marco teórico con el concurso de las ciencias médicas, físicas y naturales.
Finalmente, insertamos aquí la nómina de su primera Junta de Gobierno, elegida el 14 de abril de 1861: Presidente: Dr. Nicolás José Gutiérrez; Vicepresidente: Dr. José Atanasio Valdés; Secretario: Dr. Ramón Zambrana; Vice Secretario: Dr. Joaquín García-Lebredo; Tesorero: Dr. Joaquín Aenlle, Censor: Dr. José de la Luz Hernández, y
Bibliotecario: Dr. Juan Calixto Oxamendi.

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